Elizahenna Del Jesús
Quizás esta historia te suene simple, pero no lo es. Todo comenzó en un acto de cierre de año escolar, uno de esos momentos que suelen pasar desapercibidos en la vida de muchos. Dos jovencitas subían al escenario, recibiendo medallas y certificados por ser alumnas meritorias. Entre el público, su hermanito Jeronny Misael Brito, de apenas 10 años, se cubría el rostro. No era vergüenza lo que sentía, sino una súbita comprensión que le golpeó como una ola: no había dado lo mejor de sí durante ese año escolar.
En ese instante, mientras los aplausos llenaban el auditorio, Jeronny entendió que no había valorado la enseñanza que se le había brindado. Fue un momento de claridad, doloroso pero necesario. Y allí mismo, en silencio, se hizo una promesa: el próximo año escribiría una historia diferente.
Lo que siguió fue un año de transformación para Jeronny. A sus 11 años, en su transición a la escuela secundaria, demostró que las promesas que nos hacemos a nosotros mismos pueden ser las más poderosas. Se esforzó en cada tarea, en cada proyecto. Aprendió a equilibrar el juego con sus responsabilidades escolares. Y lo más importante, descubrió que aprender podía ser emocionante.
El resultado de su esfuerzo no se hizo esperar. Al finalizar el sexto grado, Jeronny no solo mejoró sus notas, sino que se destacó entre sus compañeros. Fue reconocido con el mérito académico, siendo el único varón de su promoción en lograrlo.
“Sentí que todo mi esfuerzo valió la pena”, confesó Jeronny, con una mezcla de orgullo y humildad en su voz. Pero su logro no fue solo suyo. Siempre contó con el apoyo incondicional de su madre y sus hermanas, quienes lo animaron y ayudaron en cada paso del camino.
Hoy, Jeronny tiene un mensaje para otros niños: “Aventúrense a aprender. Hay tantas cosas interesantes que nuestros profesores nos enseñan. Solo necesitamos abrir nuestra mente y esforzarnos un poco”.
La historia de Jeronny nos recuerda que el cambio es posible a cualquier edad. Que un momento de decepción puede ser el catalizador para el crecimiento. Y que con determinación, esfuerzo y el apoyo de quienes nos aman, podemos reescribir nuestra propia historia.
Mientras Jeronny se prepara para los desafíos del próximo año escolar, su sonrisa y su actitud positiva son un testimonio vivo de que nunca es tarde para dar lo mejor de uno mismo. Su historia, aparentemente simple, es un poderoso recordatorio de que cada año escolar es una nueva oportunidad para brillar.