En el marco de nuestra serie “Padre y Docente”, hoy presentamos a Carlos Alberto Martínez Rodríguez, un educador que combina su pasión por la enseñanza con su dedicación como padre. Licenciado en Educación con mención en Ciencias Naturales, Martínez Rodríguez ha estado en el campo de la educación desde 2017. Actualmente, cursa una maestría en gestión y planificación de la educación y desempeña el rol de coordinador pedagógico en la escuela República de Costa Rica. A continuación, compartimos su inspiradora historia y valiosas perspectivas.
Equilibrar la vida profesional como docente con las responsabilidades de ser padre requiere de una planificación meticulosa y una clara priorización de actividades. “Organizo mi tiempo de manera que pueda cumplir con mis obligaciones laborales durante el día, mientras reservo las noches y los fines de semana para dedicarme a mi familia. Es fundamental tener una rutina bien establecida y ser flexible para adaptarme a las necesidades tanto del trabajo como de mis hijas”, explica Carlos.
Las habilidades de comunicación, paciencia y la capacidad de escuchar activamente son esenciales tanto en la enseñanza como en la crianza. “Ser docente me ha enseñado a explicar conceptos de manera clara y sencilla, lo cual es muy útil cuando mis hijas tienen dudas o necesitan orientación”, comparte Carlos. Además, la planificación y la organización son pilares en su rol como educador, ayudándole a gestionar eficientemente el tiempo en casa.
Fomentar una comunicación abierta y honesta con sus hijas es una de sus estrategias clave. Carlos se asegura de que se sientan cómodas para expresar sus pensamientos y emociones. En casa, ha creado un ambiente de aprendizaje continuo donde la curiosidad es valorada y las preguntas siempre son bienvenidas. “Utilizamos actividades prácticas y juegos educativos que hacen del aprendizaje algo divertido y estimulante”, añade.
Uno de los mayores desafíos que enfrenta es evitar llevar las preocupaciones del trabajo a casa y viceversa. “Como docente, a veces es difícil desconectar completamente después de un día agitado en la escuela. Además, en ocasiones puede ser un reto encontrar un equilibrio entre apoyar académicamente a mis hijas sin imponerles demasiada presión. Aprender a separar estos roles ha sido un proceso continuo”, confiesa Carlos.
Carlos utiliza su experiencia para crear un entorno de apoyo y motivación donde se valore el esfuerzo y la dedicación por encima de los resultados. “Establezco metas realistas y alcanzables, reconociendo los logros pequeños y grandes de mis hijas. Es importante entender sus intereses y ritmos de aprendizaje y adaptarse a ellos sin imponer expectativas irreales”, comenta.
Recomienda a otros padres que se involucren activamente en el proceso educativo de sus hijos, asistiendo a reuniones escolares, colaborando en las tareas y mostrando interés por sus actividades académicas. “Es crucial fomentar un ambiente positivo y de apoyo en casa donde los niños sientan que sus esfuerzos son valorados y que cuentan con el respaldo de sus padres”, aconseja.
Ser padre y docente le ha enseñado que cada niño es único y que sus necesidades y formas de aprender varían. “La paciencia es clave para permitir que los niños avancen a su propio ritmo y la empatía es esencial para entender y responder a sus emociones y desafíos. Ambos roles me han enseñado a ser más comprensivo y a valorar la individualidad de cada niño”, reflexiona Carlos.
Su experiencia como padre le ha dado una perspectiva más profunda sobre las necesidades emocionales y académicas de sus estudiantes. Entiende mejor las dificultades que pueden enfrentar al intentar equilibrar sus estudios con su vida familiar. Por otro lado, ser docente le ha proporcionado herramientas pedagógicas y metodológicas que utiliza para apoyar el aprendizaje de sus hijas en casa. “Un ejemplo concreto es el uso de juegos educativos que empleo tanto en el aula como en casa para enseñar conceptos de manera divertida y eficaz”, destaca Carlos.
Carlos Alberto Martínez Rodríguez es un claro ejemplo de cómo un buen docente puede ser también un buen padre, y viceversa. Su experiencia nos muestra que el aula es un reflejo del hogar, y el hogar, un reflejo del aula. En ambos espacios, el compromiso con el crecimiento y el desarrollo de los jóvenes es fundamental y puede tener un impacto duradero en la sociedad.