El 6 de marzo de 1897, la República Dominicana perdió a una de sus figuras literarias más prominentes, Salomé Ureña de Henríquez. Su muerte no solo marcó el fin de una era en la literatura dominicana, sino que dejó un legado perdurable que continúa inspirando a generaciones posteriores.
Salomé Ureña de Henríquez nació el 21 de octubre de 1850 en Santo Domingo, República Dominicana. Desde una edad temprana, demostró un talento innato para la poesía y la escritura. A lo largo de su vida, se convirtió en una voz influyente en la literatura dominicana, destacándose por su profundo compromiso social y su pasión por la educación.
Su obra poética reflejaba las realidades y los sueños del pueblo dominicano. Sus versos, impregnados de sensibilidad y emotividad, capturaban la belleza de la naturaleza, la lucha por la libertad y la dignidad humana. Entre sus obras más reconocidas se encuentran “A mis hermanos” y “A la patria”, que continúan siendo leídas y estudiadas en toda la región del Caribe.
Además de su contribución a la literatura, Salomé Ureña de Henríquez desempeñó un papel fundamental en la educación dominicana. Fue una defensora apasionada de la educación para todos, especialmente para las mujeres, y jugó un papel clave en la fundación de varias instituciones educativas en su país natal.
Su legado trascendió las fronteras de la República Dominicana y tuvo un impacto duradero en toda América Latina. Su compromiso con la justicia social y su defensa de los derechos humanos la convirtieron en un símbolo de inspiración para muchos, tanto dentro como fuera de su país.
Aunque su vida fue truncada prematuramente a la edad de 46 años, el legado de Salomé Ureña de Henríquez perdura en la memoria colectiva de su pueblo y en la historia de la literatura dominicana. Su poesía sigue siendo una fuente de inspiración y su ejemplo continúa guiando a aquellos que luchan por un mundo más justo y equitativo.
En el aniversario de su muerte, recordamos y honramos a esta gran escritora, educadora y defensora de los derechos humanos. Su voz sigue resonando en cada verso y su espíritu vive en el corazón de todos los que valoran la belleza del lenguaje y la fuerza del compromiso social. Salomé Ureña de Henríquez, ¡presente en nuestros corazones y en nuestras letras por siempre!