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Identidad dominicana en crisis

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Sara Rodríguez

Santo Domingo

Hay una isla ubicada en América, específicamente en Latinoamérica, específicamente
en el Caribe español, llamada República Dominicana. De ella, estimado lector, te quiero
hablar en este artículo: de una nación rica en tradiciones, con una cultura llena de colores y
música movida que nos representa e identifica de las demás naciones del mundo. Te quiero
hablar de esta nación, pero no para exaltarla, sino para criticar cómo sus raíces negras son
rechazadas por los jóvenes en la actualidad a pesar de ser lo que más predomina en nuestra cultura. Sin más preámbulo, estimado lector, te quiero hablar de una cultura cuya identidad y raíces están en crisis.

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Cuando hablamos de identidad, ¿de qué hablamos realmente? Si vamos al diccionario,
la definición de esta palabra dice que nos referimos a esas cualidades que nos diferencian de los demás y que confirman que somos lo que realmente decimos ser. Es necesario recordar que nuestra cultura es un sincretismo de otras: española, africana y taína. A pesar de esto, no hay impedimento alguno para que existan muchas cosas peculiares que nos diferencien de los demás países de la región latinoamericana y caribeña: la música, la comida, la hospitalidad con que se recibe a los extranjeros, los colores con que se celebran las festividades, e incluso la manera de honrar a nuestros seres queridos cuando fallecen. No obstante, expresa Carlos Andújar en su libro “La presencia negra en Santo Domingo” (2015) que el dominicano promedio rechaza rotundamente sus raíces negras, dando lugar a dos tipos de racismo: uno consciente, que se refleja principalmente hacia el nativo haitiano; y uno inconsciente que, a pesar de que filtra sus opiniones y actitudes, igualmente presenta de manera sutil tal rechazo.

¿Cuál será la razón por la que existe ese sentimiento de rechazo hacia lo negro? No
quiero culpar a nadie. Por lo que, elijo creer que la raíz de esto es la falta de información que ha existido con el paso de las generaciones y, a su vez, la falta de interés en conocer de dónde venimos. Es decir, vemos que entre los jóvenes en pleno siglo XXI está en boga el tema de “descubrir quién soy” y encontrar una comunidad con la que quiero identificarme para sentir que soy parte de algo. Esta generación, que tiene más acceso a la información que las precedentes, se muestra más interesada en formar parte de una cultura “superior” cuyos habitantes tienen un tono de piel claro ya que, con el paso del tiempo, las personas de tez negra siempre han estado asociadas a la pobreza y a la clase baja; considero que esta última percepción podría justificar la falta de interés existente en conocer a plenitud sus raíces.

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No obstante, la riqueza cultural (especialmente en la parte negra) de nuestro país, es
digna de ser reconocida y apreciada como la base de todo lo que somos hoy. Porque, ¿qué
sería la República Dominicana sin su culto a los muertos, la música rítmica creada con
atabales y pandereta, la preparación de los guisos y la integración de alimentos taínos como la yautía y el casabe, en los aspectos lingüísticos la eliminación de la -s al final de las palabras, el san como forma de ahorro, etc.?

A modo de conclusión, puedo decir que sin una correcta alfabetización mediática
(habilidad carente en muchos jóvenes en la actualidad), toda la información que estos puedan conseguir por medio de las redes sociales puede ser una espada de doble filo. Por lo que, se hace menester la transmisión de la cultura y las tradiciones para que no se pierda la esencia de lo que somos. Esto es trabajo de todos en la sociedad: los padres, maestros en las escuelas y demás personas que forman parte de la comunidad en que los jóvenes actualmente se desenvuelven. Sólo de esta manera, podremos preservar el cimiento de lo que realmente somos: negros con una rica y diversa cultura.

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