Su papel va más allá de transmitir conocimientos; implica ser guía, mentor y catalizador del desarrollo. ¿Cómo se ve eso en la práctica? ¿Cómo lo identificamos?
Especial para Listín Diario
Santo Domingo
Actualizada martes, 24 de octubre de 2023 – 00:00
La verdadera intención de la educación es diseñar de manera intencional oportunidades para el desarrollo de habilidades para una vida libre, permitiendo a maestros y aprendices ser los dueños de este proceso y haciendo que todo el que pase por allí salga siendo mejor persona.
En las manos de un maestro hay muchísima responsabilidad… la responsabilidad del futuro. Su papel va más allá de transmitir conocimientos; implica ser guía, mentor y catalizador del desarrollo. ¿Cómo se ve eso en la práctica? ¿Cómo lo identificamos?
Estas son algunas de las características que distinguen al docente:
Conecta. Entiende la importancia de hacer del aprendizaje algo interesante y divertido. Sabe leer a su audiencia, no importa si son niños pequeños, adolescentes o universitarios, para identificar si se deben hacer cambios en el “programa” de su clase para lograr su objetivo y conectar.
Es intencional. Esto lo aplica en lo que enseña, cómo enseña, en las palabras que utiliza para referirse al estudiante y del estudiante. Cuando éste sabe dónde quiere llegar y qué necesita para lograrlo, es capaz de lograr la transformación en los estudiantes.
Es flexible. Como tiene un plan y una intención, sabe cómo hacer un cambio en su clase cuando se requiere. Le busca la vuelta a su alumno y adapta, intencionalmente, su enseñanza al estilo de aprendizaje de su estudiante.
Vela por el bienestar de sus estudiantes. Sin bienestar emocional no hay aprendizaje y el buen docente entiende que su estudiante viene con experiencias, expectativas, un manejo emocional específico, una familia con una realidad particular… y que será el resultado de eso que trae en su “mochila”. Como su maestro le corresponde conocerlo, entender qué hay en esa “mochila” y cómo trabajar con eso para garantizar su bienestar y promover el aprendizaje.
Ve a las familias como sus aliadas. Sabe que la familia de sus estudiantes es su aliada y la involucra en el proceso educativo, ya que entiende que el trabajo educativo debe ser sistémico.
Cree en sus estudiantes. Sabe que su rol es de catapulta, no de ancla. Cree que sus estudiantes pueden llegar más lejos que él y trabaja para ello. Cuando un estudiante sabe que su docente cree en él y en su potencial, llega más lejos.
No trabaja solo. El buen docente, que trabaja por y para la educación, sabe compartir sus recursos, sus ideas y las pone al servicio de los estudiantes y de otros educadores.
Se prepara y se mantiene en constante crecimiento. Para brindar una educación de calidad se necesita preparación, planificación y formación constante. No se queda estancado, porque sabe que, si lo hace, como sucede con el agua, se contaminará y dará una educación también contaminada. Para dar esa educación limpia, justa, coherente y actualizada que necesitan los estudiantes, el buen docente se mantiene en constante aprendizaje y crecimiento. Se autoevalúa. Como está consciente de que lo que no se evalúa no se mejora, reflexiona, conoce sus errores y pone el dedo en la llaga para corregir y mejorar.
La autora es directora de la escuela de Educación de Unibe, licenciada en Educación Temprana, máster en Gestión Educativa y experta en liderazgo, tecnología educativa y dinamización de la docencia. Este artículo es un extracto de su participación en el programa “Los sí y los no de un buen docente” de Didáctica Online.