Por: Bienvenidos Flores
Es imperativo que una educación de calidad forme mejores seres humanos, ciudadanos críticos y con valores éticos, respetuosos del bien público y el medioambiente, que ejerzan los derechos humanos, cumplan con sus deberes y convivan en paz; una educación que genere oportunidades legítimas de progreso y prosperidad para nuestra familia y el país en general. Hay que construir un ciudadano respetuoso de las leyes establecidas, de sus padres, de las creencias y costumbres.
En adición, es importante cuantificar y cualificar el número de alumnos por maestro, los métodos y materiales didácticos utilizados en el proceso enseñanza y aprendizaje, la motivación de los estudiantes y el tiempo dedicado por los docentes a la hora de la planificación de sus contextos áulicos. Es ineludible que los actores educativos coinciden en un concepto de educación de calidad que propicie el desarrollo pleno de los estudiantes para hacer frente a los desafíos que surgen en una sociedad que evoluciona con gran velocidad y ascendencia social. No obstante, las dimensiones que deben considerarse van desde las pedagógicas, familiares, éticas y socioemocionales, hasta las económicas y políticas, sin dejar de lado la eficacia, eficiencia, pertinencia y equidad de los sujetos, que es el individuo que va a ser educado o al que se le va a enseñar (familia-escuela) dentro del sistema.
En consecuencia, el sistema educativo tiene que fundamentar sus esfuerzos en que los resultados del aprendizaje sean el objetivo central de la política educativa. Esto significa, definir y realizar un seguimiento de manera sistemática de las mediciones y evaluaciones de los resultados en términos de aprendizaje de los estudiantes, de la gestión educativa y de la participación de las familias, y luego usar esos datos para orientar todos los aspectos de la política educativa, entre ellos: la distribución y formación de los docentes, así como la asignación del gasto público en educación, la mejora del acompañamiento pedagógico y los aprendizajes de todos los actores de la gestión y cogestión que están involucrados.
En otro orden de ideas, invertir en nutrición escolar desde la primera infancia hasta el nivel secundario con alimentos de calidad, sería generar poca deserción escolar y permanencia regia de todos los actores del proceso. Asia meridional, por ejemplo, tiene las tasas de malnutrición infantil más altas del mundo, y esto tiene un efecto perjudicial sobre la capacidad de aprendizaje de los niños, por eso es importante la existencia de una política de nutrición de calidad. Los gobiernos deben garantizar que todos los estudiantes
reciban insumos nutricionales y de salud apropiados para que estén en igualdad de condiciones al momento de aprender. Aunado a ello, mejorar la eficacia, la condición social del docente y monitorear la responsabilidad de los maestros, es un aspecto importante para mejorar la calidad de la educación.
En ese sentido, el componente es establecer normas claras para el reclutamiento, contratación y distribución de los docentes, con fuertes salvaguardias que impidan las decisiones no basadas en el mérito. Otro elemento es proporcionar a los maestros capacitación antes y durante el proceso de labores, que los doten de métodos de enseñanza actualizados y acorde a las necesidades de los nuevos tiempos. También es importante crear sistemas de progreso profesional basados en el desempeño que pueden ayudar a atraer y retener a los mejores docentes.
Además, es de vital importancia el apoyo educativo adecuado en los primeros grados, porque ser docente te permite ser un eterno estudiante debido a que, cuando se enseña un tema, es cuando más se aprende de él. Los maestros deben ser capacitados para mejorar las habilidades de lectura y los patrones matemáticos en los primeros grados, para permitir que los estudiantes obtengan resultados de aprendizaje positivos. Los planes de estudio también deben ser simplificados. Mientras tanto, las clases de apoyo complementarias pueden ayudar a los alumnos que tienen dificultades de aprendizaje.
Asimismo, aprovechar la contribución de los actores no estatales como: las familias, las iglesias, las comunidades organizadas, las empresas y el comercio. Todos ellos son fuentes primarias para construir buenos aprendizajes. Se debe alentar a actores que no pertenecen al sector público a participar en el diseño de formas innovadoras para mejorar las escuelas, en la búsqueda de maneras de superar los obstáculos para el ingreso a la escuela, la creación cuidadosa de alianzas público-privadas y el uso de mecanismos ágiles pero eficaces para aumentar la rendición de cuentas del sector educativo ante los estudiantes, el
Estado y la sociedad.
En adición, la reorientación de los sistemas educativos, como en otras partes, debe desarrollarse en base a una integrada voluntad política, que es la clave para aperturar un sistema educativo de calidad e innovador. Una voluntad política y social en la que se desarrollen los conocimientos, los valores y las actitudes, sintetizados en las competencias que han de dar respuesta a las necesidades y expectativas de un alumno que se le permita ser el actor principal del proceso. Las dimensiones que debe comprender son: relevancia (el aprendizaje debe ser significativo), pertinencia (el centro del aprendizaje es el alumno),
equidad (niveles de desarrollo y aprendizaje sin importar la clase social), eficacia (propiciar un aprendizaje óptimo) y eficiencia (uso responsable y ético del recurso económico).
En definitiva, mi visión como educador es velar por una escuela que comparta con la familia la labor de educar, enseñar, completando y ampliando sus experiencias formativas de manera integral.
Conseguir que la educación sea eficaz, depende totalmente de una unidad de criterios educativos en casa y en la escuela, por eso el sistema educativo debe ser 360°, al involucrar a los principales actores, que son los padres de familia y los docentes, pero también hay que tomar en cuenta a las autoridades educativas encargadas de formular la política educativa y a los directivos de las escuelas, ya que de ellos depende la implementación adecuada de la política educativa.
En conclusión, debemos reconocer que los alumnos del siglo XXI deben jugar un papel cada vez más protagónico y participativo en las dinámicas de aprendizaje; en este sentido, se debe crear espacios seguros donde los estudiantes experimenten, construyan conocimientos y no tengan miedo a equivocarse durante sus intervenciones. Se trata de darles el rol que les corresponde a nuestros discentes y, con ello, tener una escuela que coloque en el zafacón del olvido el verbalismo, enciclopedismo y magistrocentrismo que solo promueve la repetición y el estrés, de modo que el maestro sea un individuo que aprenda dentro del proceso de enseñanza y aprendizaje junto a sus alumnos.