Los límites pueden volverse algo difuso cuando hablamos de premio, beneficio, mérito y soborno: ¿Dónde empieza una cosa y termina la otra? De qué se trata el refuerzo positivo como herramienta para la crianza.
El refuerzo se considera una gran herramienta educativa si la empleamos apropiadamente
Muchas veces, a la hora de educar a nuestros hijos, nos preguntamos hasta qué punto resulta efectivo premiar las actitudes deseadas, como hacerlo y cómo distinguirlo de un soborno a cambio de ese comportamiento o resultado esperado. Detrás de estas, aparecen otras dudas: ¿Y si se acostumbra al premio y lo hace por eso? ¿Y si no le estoy enseñando a dar sin recibir nada a cambio? Y muchas otras más.
El famoso refuerzo o reforzamiento se considera una gran herramienta educativa si la empleamos apropiadamente. No tiene que ver con sobornar a nuestros hijos, con regalos materiales, ni con castigar erróneamente.
La importancia del refuerzo
El refuerzo positivo, puntualmente, se trata de reforzar y premiar conductas positivas que queremos instaurar y consolidar en nuestros hijos, suprimiendo así conductas negativas. Cabe remarcar que se considera como refuerzo positivo a cualquier consecuencia favorable, por lo cual, no estamos hablando de bienes materiales exclusivamente.
Podemos hablar en otra ocasión del castigo, la extinción y la disciplina para con los niños, pero en este caso nos referimos a reforzar los aciertos, no marcar los errores.
En nuestra sociedad se encuentra muy instaurada la costumbre de marcar el error, de centrarnos en los defectos y en la corrección de los mismos. Hacer foco principalmente en los errores sin darle tanta importancia a los logros puede colaborar a que nuestros hijos crezcan concentrándose en los defectos, con una relación perjudicial con sus propios errores y con conflictos con su autoestima.
Tampoco tiene que ver con premiar todo de cualquier manera. La motivación por la cual podríamos usar el refuerzo positivo como recurso puede variar, pero el objetivo de este tipo de reforzamiento se centra en consolidar conductas positivas, no a través de evitar errores sino de valorar lo que queremos que se repita. La idea es que este refuerzo positivo pueda ser usado como estímulo agradable para perpetuar acciones, actitudes y comportamientos positivos.
¿Cómo podemos aplicar este concepto de forma eficaz?
Por empezar debemos ser claros con nuestros hijos. Explicarles con claridad las consecuencias positivas de acciones positivas y que como son esas consecuencias (que va a “conseguir” el niño) resulta de vital importancia. Si nuestros mensajes se vuelven confusos, si empezamos a romper nuestros propios arreglos, si no damos lo que acordamos, no harán más que confundirlos. Debemos ser consecuentes y consistentes.
El refuerzo debe ser proporcional
- El estímulo agradable no tiene porque ser estrictamente material. Puede ser físico, verbal, social, una actividad, una salida, entre otros. De hecho, nuestra atención y nuestras palabras de afirmación son de los mejores refuerzos positivos que le podemos dar a nuestros hijos. Así todo, el refuerzo debe ser agradable para nuestros niños, con lo cual debe estar en línea con lo que ellos más disfruten.
- Debe ser aplicado a corto plazo. El refuerzo agradable se tiene que aplicar justo después de la realización de la conducta deseada. De lo contrario podemos confundir a nuestros hijos y más aún si son pequeños. Si se trata de niños de poca edad, no van a poder asociar ese estímulo con la conducta que queremos que adopten a menos que el reforzamiento sea lo más automático posible.
- El sobre abuso de refuerzo puede generar que nuestros hijos se vuelvan dependientes de nuestra aprobación u opinión, así como de recibir premios constantemente, haciéndolos tendenciosos a buscar más esa recompensa que el placer de aprender algo nuevo o mejorar una conducta.
- El objetivo no es sobornar a nuestros hijos.
- Cuidado con lo que reforzamos. Reforcemos el proceso, no solo el resultado final. Reforcemos las conductas, no al niño.
- No confundamos el refuerzo con el amor incondicional. Transmitir o retirar nuestro afecto no debería tener nada que ver con el tipo de conducta que nuestros hijos realicen.
De usarse apropiadamente, el refuerzo positivo puede fortalecer la autoestima y el autoconocimiento, así como incrementar la motivación, el esfuerzo y la receptividad. Incluso hasta cambiar un paradigma en cuanto a forma de pensamiento: no mirar el error primero sino valorar logros para estimular la repetición.
Celebremos los esfuerzos de nuestros hijos, ellos lo esperan de nosotros más que de cualquier otra persona. Una sonrisa, una felicitación, una palabra de aliento, un elogio o halago, una actividad divertida, un rato de tiempo de calidad juntos, un gusto. Existen muchísimas maneras de premiar y diversos momentos para diferentes tipos de recompensas. Y no olvidemos: no porque ellos no hagan lo que nosotros quisiéramos debemos privarlos de amor y buenos ratos. Al fin y al cabo, nuestro objetivo es que sean plenos, que disfruten de aprender y de crecer.