En el mes de marzo de 1849 el Jefe de Haití, Faustino Soulouque, mandó una invasión contra nuestra patria. Las tropas de Soulouque, estaban comandadas por los generales: Castor, Deleze y Descayette.
Los invasores eran muchos y en Azua cundió la alarma. Prácticamente de nuestra parte ocurrió una retirada forzosa, hacia El Maniel y Sabana Buey. Pero el 17 de abril para los dominicanos brilló el sol de la esperanza.
Ese día el agrio desfiladero de El Número fue convertido por el general Antonio Duvergé en una catarata de piedras, rocas, guijarros, troncos y tiros. Ese día las cumbres y los precipicios de El Número vieron a Duvergé , “ya fuera para vencer, ora fuese para morir, con valor grande y con pujanza tremenda, como un titán irritado, con furia combatir”.
Antonio Duvergé Duval, ese 17 de abril de 1849 peleó, venció y al mando renunció. Al renunciar el aguerrido Centinela de la Frontera, el mando le fue conferido al coronel Francisco Domínguez.
El coronel Domínguez por falta de agua y por ausencia de comida, abandonó El Número. De manera firme plantándose, del testarudo enemigo a la espera, en la orilla izquierda del río Ocoa. Esto fue en el paso nombrado de Las Carreras.
El 20 de abril asomaron los invasores; pero al coronel Domínguez no lo tomaron por sorpresa. De inmediato la pelea inició y la resistencia resultó tenaz y valerosa. Viéndose los enemigos obligados a tocar retirada.
El general Pedro Santana en Sabana Buey se enteró de lo ocurrido, poniéndose enseguida en marcha para que le amaneciera en el estratégico paso de Las Carreras. Santana dispone de cuatro divisiones, comandadas por Francisco Domínguez, Blas Maldonado, Marcos Evangelista y Antonio Sosa. Los cuatro tienen rangos de Coroneles.
También a su lado Santana tiene a tres valientes y aguerridos combatientes: Bernardino Pérez, Antonio Abad Alfau y Merced Marcano.
El 21 de abril en Las Carreras, los haitianos volvieron a aparecer. Como a las cinco de la tarde, desde unas colinas abrieron fuego de artillería. Nuestras tropas estaban en buenas y resguardadas posiciones. Entonces nuestros combatientes se enfrascaron en un asalto brioso. Un ataque de arma blanca. Fue ese un férreo alud de machetes contra el hierro furente de los cañones. Y al arma blanca por nuestros bravos antepasados, fueron tomados los cañones haitianos.
Enseguida entró en acción la caballería dominicana, comandada por el coronel Pascual Ferrer.
Los invasores se retiraron, dejando atrás heridos, muertos, pertrechos, armas y banderas.
Al amanecer del 22 de abril de 1849 comenzaron los invasores una retirada verdaderamente forzosa por entre caminos ardorosos y espinosos, poblados de mayas y pringamosas.