Luego de varios días inactivos en Azua, parten de esta ciudad dos regimientos de línea: el 4to., comandado por el Coronel Pierre Paul, y 5to., comandado por el Coronel Auguste Brouard.
Para evitar un encuentro frontal con las fuerzas que tiene el General Pedro Santana en Sabana Buey (Baní), las tropas haitianas siguen el camino de El Maniel (hoy San José de Ocoa), bordeando de esta manera las montañas de El Número y de Lomas de Rincón de Azua, en el márgen occidental del Río Ocoa.
Las tropas dominicanas con Antonio Duvergé a la cabeza, hostigan las haitianas y las conducen hacia los desfiladeros de la Sección El Pinar del Maniel.
El 13 de abril de 1844 las tropas haitianas son interceptadas en el lugar conocido como El Memiso, en donde los dominicanos, a falta de pertrechos, tuvieron que valerse hasta de derrumbe de peñascos, obligando a los haitianos a retroceder de nuevo hacia Azua, de modo que los dominicanos quedaron triunfantes, con toda la región y con los puestos estratégicos bajo su absoluto dominio.
Acciones marítimas
El mismo día 13 de abril, zarpan desde la caleta denominada “Agua de la Estancia”, en las costas de Baní, las goletas “Separación Dominicana”, “General Santana” y “María Chica”, tres de los primeros buques de guerra adquiridos por el Estado Dominicano, el primero bajo el mando del Coronel Juan Bautista Cambiaso, el segundo capitaneado por el Comandante Juan Bautista Maggiolo y el último comandado por Ramón Portugués o el Portugués.
Su misión era acercarse al puerto de Azua para interceptar varios buques de guerra haitianos que poco antes habían llegado a dicho puerto con refuerzos y reaprovisionamientos para las tropas del Presidente Herard.
Dos días después, el 15, traban el primer combate naval, hostilizando en el puerto de Tortuguero varias de las embarcaciones haitianas, específicamente un bergantín y una goleta, que tuvieron que batirse en retirada ante la victoriosa acometida de los marinos dominicanos.
Retirada de Herard
Como no había paso por la costa, pues la topografía de la zona comprendida entre el Palmar de Ocoa y Playa Caracoles no les favorecía y varias goletas dominicanas artilladas con cañones se lo impedían, los haitianos tuvieron que permanecer en Azua, estacionados ociosamente mientras Hérard intentaba con poco éxito hacer entrar en acción a su Marina de Guerra, compuesta por unos cuantos barcos de mala calidad.
En poco tiempo la inactividad y el ocio, unidos a la falta de recursos y de aprovisionamiento, afectaron la moral de las tropas haitianas que empezaron a desertar cada día en mayor número, inconformes con la situación en que se encontraban, al tiempo que el prestigio del Presidente Herard también disminuía.
La Junta Central Gubernativa expide, el 19 de abril, un enérgico decreto, que consta de cuatro artículos, declarando “solemnemente y en toda forma, guerra abierta por mar y tierra, a la nación haitiana, como dañina y enemiga”, autorizando hostilizarlos “como injustos agresores”; guerra que será “tal como se nos haga”, y que no cesará, ni habrá “transacción alguna de nuestra parte”, mientras el enemigo ocupe nuestro territorio “demarcado bajo de sus antiguos límites” y no se reconozca a la República Dominicana como estado libre y soberano.
Juan Pablo Duarte logra que una mayoría de la Junta Central Gubernativa, “preocupada con la prolongación de un estado de cosas tan insostenible”, apruebe una resolución ordenando se organizaran algunas de las tropas que estaban disponibles en el Cibao, pertenecientes al Ejército del Norte, para que, luego de pasar por el camino de Constanza al Valle de la Maguana, se lanzaran al ataque de las tropas haitianas que ocupaban la zona.
Aunque Duarte se ofreció para comandar personalmente la operación, la Junta encargó de ello al General Ramón Matías Mella, quien inició inmediatamente sus preparativos y, en consecuencia, avisó al General Santana, en Baní, que sus efectivos se movilizaran hacia el día 12 de mayo próximo.
Comprendiendo que su situación en Azua se hacía insostenible debido a la continua deserción de sus tropas y a la traición del ejército, Herard decidió finalmente, el 7 de mayo, levantar el campo y regresar a su país a luchar para mantener su posición política.
Antes de abandonarla, los haitianos prendieron fuego a Azua, pero en su retirada fueron hostilizados por guerrillas dominicanas que los persiguieron hasta el último poblado de habla española en la frontera.
Antes de llegar a Puerto Príncipe, Herard comprendió que su causa estaba perdida y que era incapaz de mantenerse en la Presidencia de la República, y en una playa cercana a Puerto Príncipe se embarcó para el exilio.
Las tropas organizadas por el General Mella para salir del Cibao, por el camino de Constanza, hacia el Valle de la Maguana, marcharon sin ninguna dificultad, al mando del Teniente Coronel José Durán, para caer el 15 de mayo sobre San Juan.
Aunque ya sin tiempo para hostilizar las fuerzas haitianas que se habían retirado al territorio haitiano, su presencia realizó una efectiva colaboración en las operaciones de ocupación de Azua, que correspondió llevar a cabo al General Antonio Duvergé, así como para apoyar el nuevo pronunciamiento de adhesión al movimiento independentista dominicano que se realizó en la población de Neiba y demás poblados de la frontera.
Texto. J. Marcano