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Don Juan José Duarte, padre del más ilustre dominicano de todos los tiempos; Juan Pablo Duarte

Juan José Duarte Rodríguez, nació en Vejer de la Frontera, provincia de Cádiz, España, el 15 de septiembre de 1768, hijo de Manuel Duarte Jiménez y Ana María Rodríguez Tapia. “Viene a Santo Domingo de donde se marcha en 1801, hacia Mayagüez, cuando Toussaint Louverture ataca. Regresa al país en 1809, cuando Santo Domingo volvió a ser colonia española. y se establece como comerciante proveedor de artículos para barcos, montando un negocio en Las Atarazanas”.
La vivienda familiar estaba en la Isabel la Católica, comprada en 1829 al también sevillano Juan Francisco Santín. Hasta el 19 de noviembre de 1944 el inmueble perteneció a la familia Duarte que entonces lo vendió a Juan Jiménez “y así fue cambiando de dueño hasta llegar a manos de Manuel J. Barrous quien lo vendió al Estado y hoy es la sede del Instituto Duartiano”, consigna el historiador Vetilio Alfau.
Fue el único comerciante extranjero que se negó a firmar un manifiesto en apoyo de Boyer cuando éste invadió Santo Domingo, en 1822, y el que un año más tarde se negó a rendir pleitesía al intruso general Hérard.
“Hombre de conciencia recta y de sentimientos puros, no quiso asociar su nombre a un acto censurable, y al proceder con tanta nobleza e hidalguía, anticipó al heredero de sus virtudes la gloria de sacrificar más tarde su porvenir por dar a sus conciudadanos una patria que, pródiga para con todo el mundo, sólo para con él no ha usado de larguezas ni favores”, escribió José Gabriel García.
Se casó con la señora Manuela Diez. Además de Juan Pablo Duarte, procrearon a Vicente Celestino nació por el año de 1802 en Mayagüez, Puerto Rico. María Josefa nació el 19 de marzo de 1810 en Santo Domingo.
Manuel nació el 11 de diciembre de 1811 en Santo Domingo. Murió de apenas cinco días, el 16 de diciembre de 1811 en Santo Domingo.
Juan Pablo nació el 26 de enero de 1813 en Santo Domingo. Ni casó ni tuvo descendencia. Murió el 15 de julio de 1876 en Caracas, Venezuela.
Ana María debió nacer por el año de 1814 en Santo Domingo. Murió muy niña el 9 de octubre de 1816 en Santo Domingo.
Manuel nació el 21 de noviembre de 1816 en Santo Domingo. Murió a los dos años de edad, el 19 de octubre de 1818 en Santo Domingo.
Filomena nació el 5 de julio de 1818 en Santo Domingo. Murió en 1865 en Caracas, Venezuela.
Rosa Protomártir nació el 28 de junio de 1820 en Santo Domingo. Murió soltera, el 25 de octubre de 1888 en Caracas, Venezuela.
Juana Bautista nació el 24 de junio de 1824 en Santo Domingo. Debió fallecer antes de agosto de 1843 en Santo Domingo.
Manuel Amáralos María nació el 8 de agosto de 1826 en Santo Domingo. Estando en el exilio enloqueció. Murió soltero, el 8 de agosto de 1890 en Caracas, Venezuela.
María Francisca debió nacer por el año de 1831. Murió el 17 de noviembre de 1889 en Caracas, Venezuela.
En 1843, durante la visita del general Charles Hérard a Santo Domingo, don Juan José Duarte dio pruebas de energía cuando se negó a que oficiales haitianos dejaran en su casa una bandera colombiana con aviesos propósitos, consigna Rosa Duarte.
Juan José Duarte Rodríguez, el progenitor del Padre de la Patria, no ha recibido de los dominicanos el reconocimiento que merecen sus sacrificios, entrega, luchas y padecimientos a favor de la República. No se le han erigido estatuas o bustos, ningún monumento honra su memoria, no hay una obra escrita que recoja sus hazañas y dolores. Y no merece homenaje por el simple hecho de haber procreado a Juan Pablo: el historial de su vida es también el de un ardoroso revolucionario, patriota y mártir por la Independencia.
Juan José Duarte Rodríguez en su testamento del 30 de agosto de 1843 en Santo Domingo, nombró sólo a seis de sus hijos: Vicente Celestino, Juan Pablo, Filomena, Rosa, María Francisca y Manuel, como sus únicos herederos universales; sin dudas, los demás hijos habían fallecido para ese momento.
Don Juan vivió la angustia de la persecución y la clandestinidad de su hijo al punto de ocultar su escondite hasta a Francisco del Rosario Sánchez, cuando el general Rivier y sus hombres lo requerían el doce de julio de 1843. “El apesarado anciano no desconfiaba, él había pasado el día con su afligida familia en la mayor tribulación palpando la encarnizada persecución que se le hacía a su más querido hijo; y él a esa hora no había conseguido un lugar seguro donde ocultarle. Y en ese momento miraba a Sánchez como un enviado de la Providencia, y estrechando las manos que le ofrecía con tanta abnegación: “¡Sálvalo! No desconfío… dime en qué parte lo esperas”. Sánchez contestó: “en la plaza del Carmen, frente a mi casa”. El pasaje lo recoge Rosa Duarte en sus Apuntes.
El 25 de noviembre de 1843 su cadáver recibía cristiana sepultura en la bóveda de la capilla del Rosario del templo parroquial de Santa Bárbara, en la ciudad de Santo Domingo.
Texto: Resumen de varios autores, Angela Peña, Héctor Tineo y J. Marcano

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