“No quiero más críticas, estoy cansado de la gente que opina desde afuera, de los que quieren normalizar las decisiones de personas que buscan alterar el orden divino de las cosas. Me cansé de temerle a una comunidad que solo piensa en su bienestar y en obtener los privilegios que exige. Hoy quiero decirle al mundo que crecer sin ver a una madre, solo dos hombres haciendo los dos papeles, no es bonito, no es saludable, y a mí me marcó”.
Esta es la reflexión de un joven de origen latino que nació en Estados Unidos y que, aunque prefirió reservar su nombre, no se guardó los sentimientos que lleva por haber crecido en medio de dos figuras paternas. “Yo quiero tener una madre, no es justo que a un niño o una niña se le niegue el derecho de crecer sabiendo quién lo trajo al mundo. Por más bien que dos hombres o dos mujeres hagan su papel, ninguno sustituye el rol que le corresponde a uno y a otro”. Las lágrimas se aproximan a sus ojos y decide callar.
Cuando decide volver a hablar, amplía su planteamiento desde el conocimiento de causa. “Nunca será lo mismo que tu padre o madre te abandone, fallezca o no viva contigo, a que te vendan la idea de que un hombre puede ser tu mamá o una mujer puede ser tu papá. Amor a mí no me faltó, cuidados tampoco, pero me faltó lo más importante: una madre que me acurrucara con ese calor especial que entiendo puede tener y que pienso que es rico, aunque yo no lo haya experimentado”. Se le deja desahogarse porque, aunque tanto él como este medio sabe que este tema despierta todo tipo de comentario, hay que respetar la libre expresión.
Un tema engorroso
El protagonista de esta historia sabe que pocos hablan respecto a las familias donde dos hombres o dos mujeres deciden convivir juntos y traer al mundo hijos de manera inusual. Él es valiente y decide expresar su malestar: “Porque he sido yo el que ha sido víctima de bullying en la escuela, porque he sido yo el que tiene la cabeza llena de interrogantes, porque he sido yo el que ha quedado marcado por ver a compañeros con familias tradicionales y yo teniendo una distinta. Tengo derecho a sentirme como me siento”. Al decir estas palabras, el joven aprieta los labios y luego respira profundo para no llorar.
Su actitud también denota la impotencia que le provoca el sentirse incomprendido. Pero hay personas que han vivido tu experiencia y aseguran tener una vida plena, sin prejuicios, se le comentó en búsqueda de respuesta. No tardó en ofrecerla. “Todo el mundo no es igual. A lo mejor yo vengo de una madre muy familiar, tradicional, no sé, y eso lo traigo en los genes”. Aquí sonrió levemente, pero sin dejar de mostrar su inconformidad.
Se fue de la casa
Hace unos meses habló con sus padres, a quienes ama “con locura” dice, y les comentó su deseo de formar tienda aparte. “Ellos lo entendieron. Me formaron bien, no me quejo de esa parte, pero ya no quiero seguir así, no me siento cómodo y ellos lo saben. Ese siempre fue tema de discusión. No pueden obligarme a creer que soy producto del amor y la fecundación entre dos hombres. Sé que hay una mujer de por medio, y siempre he querido saber quién es”. En esta ocasión lloró por largo rato.
En búsqueda de ayudarle a calmar el llanto se le preguntó: ¿Quieres dejar el relato hasta aquí? “No”, fue su respuesta. Se esperó otro momentito y retomó el tema diciendo: “Aunque me condenen los que no están de acuerdo conmigo, debo seguir. Decidí contarte cómo me siento y lo haré. Sé que hay muchos otros chicos sintiendo lo que yo”. De nuevo llora y calla, pero con ánimos de más.
Todo el mundo tiene derecho a contar su historia, no importa si al hacerlo complace o no a alguien. Eso lo dice el protagonista de este relato, un joven al que no le ha sido de agrado el haber crecido en un hogar donde dos hombres fungen como “padre y madre”. “Crecer en una familia monoparental, que es con papá o mamá, no es lo mismo. Ahí tú asumes que uno de los dos está, pero en mi caso, es que un varón busca hacer el papel de mamá, y no lo acepto”. Con un entendimiento perfecto de su realidad y de lo que rechaza, esta persona cuenta a LISTÍN DIARIO su malestar al respecto.
Dice tener amigos que también atraviesan por esta situación. “Unos son ‘hijos’ de dos madres y otros, como yo, de dos padres. Algunos no les paran a ello, pero sé de otros que como a mí, esto les choca”. En este instante aprovecha para mencionar el caso de un compañero de escuela que le confesó que se moría por conocer a su papá. “El quiere saber quién lo engendró, pero tampoco es fácil hacer preguntas. En lo que tiene que ver conmigo, un día pregunté que cuál de los dos es mi padre biológico, ¿y adivina qué…? No lo sé”. Hace silencio.
Ante esa interrogante, el joven solo escuchó: “Los dos lo somos. ¿Te sirve esta respuesta?”. Esto coincidieron en decirle, cita el joven. Fue ahí que les pidió que le dijeran quién lo llevó en su vientre. Al respecto escuchó: “Nosotros somos tus padres, tus madres, somos tu familia… No debes buscar más respuestas”. El responsable de la historia ofrece estos datos según lo que expresaron las dos personas que le criaron.
Cuando despertó su curiosidad
Fue a los siete años, “que ya ávido del calor materno, comienzo a sentir que algo me faltaba. Veía a muchos de mis amiguitos llegar con su madre, a veces con papá y mamá, y eso despertaba mi curiosidad. Me quedaba callado, pues por ser tan pequeño no tenía la comprensión ni las palabras para expresar lo que sentía. Te repito, nunca me ha faltado amor y atención, pero yo quería algo más que eso. No le tenía nombre, pero conforme pasaban los años me fui dando cuenta de que algo era diferente en mi familia”.
“No te puedo negar que amo a mis padres, pero escucha bien, a mis padres. Ninguno de ellos es mi madre, y eso es lo que no entienden. Quiero saber quién es mi madre, quién me trajo al mundo, no me lo pueden negar. Yo investigando es que me doy cuenta de que se firma un contrato para que esas mujeres que prestan su vientre desaparezcan. Nadie tiene la potestad de negarle a un niño, a un ser humano, su derecho de conocer a esa mujer que te dio la vida, así sea una…”. Se detiene en el relato. Toma aire y se ausenta de la pantalla que permitió hacer esta entrevista desde la distancia.
Ya cuando vuelve a retomar la conversación, regresa más fresco, con la cara mojada, y el pelo hacia atrás. Se quitó un abrigo con capucha que llevaba al principio, y ahora luce una camiseta blanca que hace contraste con el collar de cuero negro que lleva en su cuello. “Seguimos”, dice y continúa expresándose. “Respeto mucho a la gente, no discrimino, respeto y apoyo la diversidad, pero no en este sentido. No se le puede privar a una persona de conocer a su madre o a su padre, aun sea criado en un hogar como en el que crecí”.
En esta ocasión se llena como de valentía y comenta: “Tal vez si me hubiesen dejado tener una relación con mi madre y me explican, a la edad adecuada, cómo son las cosas, hoy quizás no estaría marcado por crecer junto a dos hombres, uno que hace el papel de padre y el otro de madre, o ambos los dos roles”. Siempre tuvo una señora encargada de su cuidado y la ha visto solo como eso, “cuando quise decirle mamá, ellos no me lo permitieron”. Se lamenta, pero aprovecha para exhortar a quien atraviese por su situación, a que se exprese.
Sus abuelos
Tienen un abuelo y una abuela. A uno de “sus padres” se le murió la mamá y al otro, el papá. “Eso dolió porque en la abuela que falleció, sí podía sentir ligeramente a una madre. Se despide diciendo: “No me linchen por decir cómo me siento”.