Juan Ariel Jiménez
Santo Domingo, RD
Si se quisiera visualizar el futuro de una sociedad, un buen ejercicio sería ver cómo está formando sus docentes, pues son los buenos educadores los que con tiza y papel dibujan en las aulas los caminos hacia un mejor país.
Al respecto, estudios científicos han demostrado que si un alumno regular toma clases con docentes altamente efectivos durante tres años, al final de este período alcanzaría la excelencia y se colocaría en el top 10% de mejores estudiantes de su comunidad.
Los efectos positivos de los buenos maestros no se limitan al ámbito académico. Raj Chetty, investigador de la universidad de Harvard, demuestra en sus investigaciones que los profesores de alto desempeño logran reducir la tasa de embarazo en adolescentes, aumentar la probabilidad de ir a la universidad y hasta incrementar la disciplina del ahorro.
Estos son solo algunos ejemplos de todos los beneficios que obtiene una sociedad cuando decide priorizar la formación de docentes de excelencia, tal como lo han hecho Corea del Sur, Estonia, Finlandia, Singapur, entre otros.
En el caso dominicano, durante décadas muchas universidades han formado docentes que en su mayoría ni siquiera lograban aprobar el “examen de admisión” del Ministerio de Educación, al punto que 7 de cada 10 profesionales de pedagogía que se presentaban al concurso de oposición reprobaban dicha prueba.
Ante esta situación, en el año 2015 se diseñó la política de docentes de excelencia que incluía una exigente Normativa 09-15 que regulaba la formación de maestros, un programa de becas de 100% del costo de la matrícula universitaria y 6,000 pesos mensuales de ayuda a los estudiantes, inglés por inmersión a todos los estudiantes de carreras relacionadas a educación y una campaña de atracción de profesores de alta calificación de otros países.
En cuanto a la Normativa 09-15, se exigía que las carreras relacionadas a educación fueran a tiempo completo y dedicación exclusiva con mínimo 4 días de docencia a la semana, profesores con maestría y doctorado en sus áreas de enseñanza, dos exámenes de admisión (POMA y College Board) donde al menos uno sea una prueba estandarizada internacional, desarrollar las carreras de educación secundaria en facultades de ciencia o humanidades, acreditación internacional del sistema de aseguramiento de la calidad, entre otros elementos.
En paralelo, se ayudaba a las universidades a elevar el nivel del cuerpo docente universitario mediante el cofinanciamiento de la “importación” de profesores de otros países para áreas donde tenemos escasez, lo cual permitió incorporar más de 150 docentes internacionales con doctorado en matemáticas, literatura, filosofía, entre otras disciplinas.
Los resultados del programa de docentes de excelencia llevaron a que cerca del 100% de los egresados del programa aprobara el concurso de oposición (anteriormente solo el 30% pasaba el examen), y en muchos casos los estudiantes de educación eran los que realizaban el discurso de graduación por ser los mejores de su promoción.
Ante las primeras muestras de éxito del programa, dos expertos del Banco Mundial escribieron un artículo titulado “La carrera docente: ¿Qué está haciendo bien la República Dominicana?”.
No obstante las evidencias de efectividad de la política de docentes de excelencia, las actuales autoridades del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, conjuntamente con el anterior equipo del Ministerio de Educación han tomado medidas para desmontar el programa y retornar a la lógica de ingreso masivo y promoción masiva de estudiantes de educación.
A tales fines, primero prohibieron la participación de los egresados del programa de docentes de excelencia en el concurso de oposición alegando trabas burocráticas (algo que después cambiaron), luego permitieron que la UASD retornara la formación de docentes de secundaria a la Facultad de Educación (en violación a la normativa que establece que deben ser formados en las escuelas de ciencias y humanidades), y hasta suspendieron el programa de profesores internacionales de alta calificación.
De igual forma, anunciaron que iban a modificar la Normativa 09-15 y que iban a sustituir la prueba de admisión College Board por una prueba más fácil diseñada “para estándares dominicanos”. Todo esto con la finalidad de volver a la formación masiva de baja calidad que por tantos años imperó en el país.
Esta apuesta por la masificación de la formación docente es contraria a las buenas prácticas internacionales. De hecho, según estudios comparativos todos los sistemas educativos exitosos tienen en común altos estándares de selección para quienes quieren estudiar carreras relacionadas a educación. Por ejemplo, en Corea del Sur para ingresar en la carrera universitaria para ser educador se requiere estar entre el 5% de los mejores estudiantes, mientras que en Finlandia el requerimiento es estar en el top 10%.
De concretarse esta desregulación de la formación docente, el país daría marcha atrás a una de las políticas más importantes para el desarrollo futuro de la República Dominicana, pues como dice el informe McKinsey de 2007, la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes.