(Baní, 1912 – Santo Domingo, 1979) Escritor dominicano. Autor de una fecunda producción literaria y ensayística de gran rigor intelectual, está considerado como una de las voces más destacadas de la poesía social antillana del siglo XX. La denuncia de la injusticia y la defensa de las clases menos favorecidas son ejes centrales en su lírica.
Inclinado desde su juventud a los estudios humanísticos y la creación literaria, Héctor Incháustegui pronto se convirtió en una de las figuras más destacadas del panorama cultural dominicano, en el que desempeñó cargos tan relevantes como el de presidente de la Sociedad Nacional de Escritores y el de Vicepresidente de la Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos de la República Dominicana. Además, fue designado miembro correspondiente de la Real Academia Española, y galardonado en 1952 con el prestigioso premio “Pedro Henríquez Ureña”. Durante muchos años, trabajó en labores educativas y ganó fama de avanzado pedagogo, actividad que compaginó con su dedicación a la escritura y con el desempeño de misiones diplomáticas al servicio de su nación.
En su faceta de escritor, se dio a conocer como poeta merced a la publicación, en 1939, del volumen de versos titulado Poemas de una sola angustia, opera prima en la que mostraba su interés por el entorno social -principalmente urbano- y por las duras condiciones de vida de sus compatriotas. En la estela de la vertiente poética social transitada en las letras estadounidenses por el poeta Carl August Sandburg, Héctor Incháustegui aunó la dureza y el rigor de su voz crítica con un cierto tono de desenfado que pronto le condujo a cultivar una ironía contestataria cercana a los postulados ideológicos del anarquismo.
Pero esta ideología libertaria, que propugnaba la confraternidad universal del ser humano para aumentar los ecos de la denuncia de la injusticia social, no le impidió centrar su atención en algunos aspectos específicos de su pueblo (como la descripción del paisaje dominicano), con lo que el tono lírico de su voz poética acabó desbordando los reducidos límites de la interiorización para alcanzar, en determinadas composiciones, una encendida dimensión épica que se hace patente en poemas como “Canto triste a la Patria bien amada”, “Preocupación del vivir” e “Invitación a los de arriba”. Y, a la postre, los temas y las técnicas procedentes de la poesía social, sumados a su afán por recoger el testigo del legado vanguardista, dan como resultado una producción rigurosa, irónica y libertaria en la que se constata, verso a verso, el desencanto del poeta derivado de su lúcida contemplación del mundo que le rodea.
Además del título citado, en la obra poética de Héctor Incháustegui Cabral aparecen otras colecciones de versos tan afortunadas como De vida temporal (1944), Muerte de “El Edén” (1951) y El pozo muerto (1960). Un año antes de su muerte, el poeta de Baní recopiló toda su producción lírica en el poemario titulado Poemas de una sola angustia. Obra poética completa (1978). A grandes rasgos, su obra poética puede compararse -en su vertiente humana y material- con la poesía airada de Pablo Neruda; pero el constante recurso a la ironía de que hace gala el poeta dominicano confiere a sus versos una marcada singularidad, difícilmente equiparable al tono habitual de otros poetas sociales europeos y americanos.
Héctor Incháustegui también escribió algunas piezas dramáticas, aunque en esta faceta de autor teatral no destacó tanto como en su condición de poeta. Sí triunfó, en cambio, en sus labores de ensayo y crítica literaria, con obras tan valiosas como Historia dominicana: 1844-1953 (1955) -escrita en colaboración con Joaquín Marino-, Diario de la guerra y los dioses ametrallados (1967), De literatura dominicana del siglo XX (1968) y Escritores y artistas dominicanos (1978).
Fuente: www.biografiasyvidas.com