Alexandra Izquierdo
Hace ya varios días, específicamente el 9 del mes de mayo del presente año, pudimos leer un reportaje de la cadena global BBC Mundo que traía como titular “El polémico muro que República Dominicana construye para dividir la isla que comparte con Haití”. En la crónica escrita, el enviado especial de la cadena Británica a la frontera Dominico-Haitiana, el español Daniel García Marco, relató desde su perspectiva los acontecimientos y antecedentes que, según él, dieron como resultado esta importante decisión por parte del gobierno dominicano.
Pero como si se tratara de una estrategia bien coordinada, este reportaje fue apoyado por un material audiovisual de casi 10 minutos y que solo en el canal de Youtube de BBC News Mundo cuenta con más de 166 mil visualizaciones, donde la narrativa es culpar a los dominicanos de los males que sufre el vecino pueblo, haciendo énfasis en hechos como la masacre del Perejil, las diferencias entre las economías de cada país y diciendo que en República Dominicana jóvenes haitianos son obligados a mendigar, prostituirse o a trabajar como criados para familias dominicanas.
El equipo europeo que estuvo en nuestra frontera omitió algunos detalles históricos que son relevantes y los hubieran acercado a la verdad histórica de quienes dividieron la isla y las consecuencias que hoy día se traducen en una triste realidad para ambos lados de la franja fronteriza.
Datos interesantes que debieron mencionar fue que la frontera entre la República Dominicana y la República de Haití nació tras el reparto de la isla La Española mediante tratados de paz firmados entre España y Francia para dirimir sus diferencias territoriales en Europa. El primero de ellos fue el Tratado de Nimega de 1678, ratificado después por el Tratado de Ryswick en 1697, en donde España aceptó definitivamente la división de la isla en dos colonias: Santo Domingo Español (oriental) y Santo Domingo Francés (occidental).
Posteriormente ambas potencias europeas firmaron varias convenciones con la intención de delimitar sus posesiones en la isla, en particular el Tratado de Aranjuez de 1777 y el Tratado de Basilea de 1795. En el Tratado de Aranjuez se relacionan por primera vez minuciosamente los límites entre la parte occidental francesa y la oriental española de la isla, mientras que por el Tratado de Basilea, Francia obtuvo también la parte española, aunque España recuperó esta posesión luego de la Guerra de la Reconquista, época que degeneró en La España Boba y que finaliza con la independencia efímera de 1822 proclamada por José Núñez De Cáceres, en ese mismo año la parte oriental fue ocupada por Haití que ya se había independizado de Francia. Esta ocupación duró 22 años.
Por tanto los dominicanos es partir de nuestra independencia de Haití en 1844 y tras múltiples reuniones fallidas entre ambos países, luego de transcurridos 85 años logramos establecer la frontera definitiva con el Tratado Fronterizo de 21 de enero de 1929 firmado por los presidentes Horacio Vásquez y Louis Borno, ratificado en 1936 por Rafael Leónidas Trujillo y Sténio Vincent. Donde para lograr esos acuerdos y delimitar su territorio la República Dominicana tuvo que ceder a Haití un total de 6,200 km² del territorio que en el Tratado de Aranjuez se estableció como parte de Santo Domingo Español.
Estos datos son suficientes para dejar claro que los dominicanos no fuimos quienes dividimos la isla, sino que tuvimos que adaptarnos a una realidad territorial que las potencias colonialistas dictaron a miles de kilómetros de distancia sin que Haití o República Dominicana participarán en ello, y que cuando lo hicimos la República Dominicana fue quien cedió 6,200 km² en beneficio de Haití.
A la hora de describir la compleja relación entre ambas naciones el español Daniel García Marco vuelve a quedarse corto, omitiendo algunos detalles que se deben puntualizar para que podamos entender todo el contexto histórico en torno a nuestras relaciones, como por ejemplo que durante la ocupación haitiana los dominicanos fuimos obligados a pagar gran parte de la “deuda de la independencia” que Francia impuso a Haití, o que fuimos sometidos a un proceso de “Haitianizacion” donde se prohibió el uso de nuestro idioma en documentos oficiales, todas nuestras costumbres fueron suprimidas e implementaron una reforma agraria para expropiar de sus terrenos a dominicanos.
También más adelante, en 1963, el ejército haitiano tomó nuestra embajada en Haití obligando al presidente Juan Bosch a dar un plazo de 24 horas al gobierno haitiano para que liberaran a los ciudadanos dominicanos secuestrados en nuestra sede diplomática de Puerto Príncipe y así evitar un conflicto bélico de proporciones mayores y perjudicial para todos.
En el presente, el vecino país vive un clima de inestabilidad política que no deja de ser un peligro latente para nuestra seguridad nacional y que justamente el 9 de mayo, día en que fue publicado el mencionado reportaje, se conocía la noticia de que los 400 Mawozo, una de las pandillas que operan en territorio haitiano, había secuestrado un autobús domicano con 12 ocupantes, entre ellos ocho nacionales turcos, este secuestro se produjo a días de que fuera liberado el diplomático dominicano Carlos Guillén Tatis, quien estuvo 4 días en cautiverio y esta misma banda fue la que secuestró a 16 ciudadanos estadounidenses y uno canadiense por más de un mes a finales del año pasado.
Resulta irónico como aún 500 años después el colonialismo europeo y las grandes potencias pretenden incidir con diferentes métodos en las decisiones que soberanamente estados como el nuestro tienen toda facultad de tomar y peor aún que no se detengan ni por un segundo a pensar en reparos para reivindicar sus decisiones políticas del pasado que afectan y seguirán afectando el futuro de otros pueblos como es el caso de los acuerdos Sykes-Picot mediante el cual británicos y franceses se dividieron el territorio árabe y establecieron fronteras a su imagen, como consecuencia hoy tenemos la zona más inestable del planeta y vecinos que son incapaces de convivir pacíficamente, lo mismo ocurre en gran parte de África, quienes al igual que nosotros no participaron de la división de su territorio sino que los colonizadores lo hicieron por ellos.
El muro fronterizo quizás no sea la solución definitiva a todos los problemas sociales que se generan en nuestra frontera, pero sin duda es el mejor punto de partida para que como nación iniciemos a poner controles reales a esos males que nos afectan a todos y que lejos de dividirnos pudiéramos establecer reglas claras que permitan fortalecer nuestra convivencia.
La gran mayoría de los dominicanos respalda y continuará respaldando toda acción orientada a fortalecer nuestra integridad, seguridad y soberanía que ejecute nuestro gobierno amparado en nuestra independencia y autodeterminación.