Por Carlos Vidal
Las estadísticas a nivel mundial reflejan un alto índice de población de niños que no tienen acceso a la educación por diversas circunstancias propias de las ataduras que el propio siglo XXI ofrece a los países donde los niveles de educación no son prometedores y por ende a los habitantes de los mismos.
Hoy nos encontramos con un nuevo siglo, desafiante, demandante, exigente, de nuevos conocimientos y por consiguiente caracterizado por múltiples avances en la tecnología, las ciencias y otras disciplinas del quehacer científico, reflejando de esta manera que se necesitan personas mucho más educadas de manera formal, desde una perspectiva de educación para toda la vida, que puedan dar respuestas a las demandas tecno educativas del presente siglo.
Sin embargo, la vulnerabilidad de los niños se ha convertido en una limitante de primer orden en la exclusión y la marginalidad a la que son sometidos los mismos, acción esta que pone en estado de inmunodeficiencia educativa a aquellos seres humanos a los que por diversas condiciones de vulnerabilidad en este mundo tan excluyente y desigual, se les niega su derecho a la educación.
La educación es el único antibiótico efectivo para acabar con la temible pandemia mundial del déficit de lectura y escritura, conocido anteriormente como analfabetismo en todas sus dimensiones. Es la razón por la cual no se le garantiza la accesibilidad real a los potenciales hacedores del mundo, se está atentando contra la igualdad humana, el derecho que como seres humanos les corresponde para hacerle frente a la realidad que panorámicamente ofrece el actual y demandante mundo en el cual difícilmente muchos habitan.
Muchas veces esas vulnerabilidades o deficiencias del Estado son expresadas a través de la indigencia, la difuncionabilidad familiar, las dificultades de acceso a los centros educativos, la autoexclusión forzada, la carencia alimenticia, la mala calidad de los docentes, así como a otros factores asociados inherentes al sistema educativo, tales como un tratamiento no adecuado de la diversidad áulica y la falta de competencias para enfrentarla.
La sociedad actual demanda que la escuela de hoy se constituya en un espacio armonioso, seguro, en donde las puertas estén abiertas, y se les brinde cariño, amor, protección y se desarrollen habilidades para la vida, y donde el educando encuentre sentido a lo que aprende. Hoy por hoy la escuela no debe ser coparticipe de la exclusión educativa y social, al contario debe ser la llamada a defender un derecho inalienable del ser humano que es el de educarse con calidad, con la menor cantidad de trabas y dificultades posibles. Los muros han de ser cosas del pasado, acciones que ni siquiera ameritan ser recordadas, porque el solo hecho de hacerlo significa herir el sentimiento humano en todas sus dimensiones.
Cuando existe una escuela donde la mentalidad sean los obstáculos y, la construcción de muros excluyentes y selectivos, se está procurando la promoción incondicional de jóvenes que, dada la constante situación de marginalidad familiar y social en la que viven, pueden llegar a convertirse en desestabilizadores sociales que con sus acciones atentan contra su propia dignidad y la ajena, impacientan la sociedad sin compasión, porque desde la escuela excluyente se contribuyó a la (de) formación de ese individuo.
Hoy más que nunca, un buen maestro debe comprometerse de manera vital con la educación que imparte y ofrecerle a sus niños y niñas en ese espacio áulico donde se encuentran, la debida orientación para poder optar por un futuro cierto, adquiriendo nuevos conocimientos que les permitan el acceso a la educación en el mundo del que han sido excluidos por la falta de oportunidades, muy especialmente educativas como derecho universal.
Queremos un maestro que haga frente a las demandas del presente siglo, que reconozca que la educación es el único camino iluminado para que los educandos puedan ver más allá del horizonte. Es el maestro el principal responsable de convertir esas dificultades en oportunidades y que los estudiantes desarrollen los valores, los conocimientos y habilidades necesarias para enfrentar las desafiantes demandas mundiales y lo que el siglo XXI les ofrece.
Maestro evita que esto siga sucediendo. Tú eres parte vital en el desarrollo biopsicosocial de esos niños/as, de su integridad física y moral como Ente Social digno de ser educado, con calidad, igualdad y equidad tal y como lo demandan los nuevos tiempos.