¡Oh, mi Dios! ¿y qué nos espera cuando la ingenuidad, la estupidez o la ignorancia reine definitiva, única, tajante, categórica y absolutamente en nuestra conciencia y en la conciencia de quienes nos gobiernan?
En la época de la posverdad, todo parece posible, o parecería que lo fuera. Distinguir entre lo real y aquello que no lo es, no parece ser necesario, pues al final de cuentas todo “es según el cristal con que se mire”. Eso permite a muchas personas y comunicadores sociales solo atenerse “a su verdad”, con independencia de si ES o NO lo es.
Antes escuchábamos por la radio o veíamos por la televisión los programas de noticias tratando de enterarnos del acontecer, es decir, informarnos. Hoy tengo dudas de si es posible estar “bien informado”, pues todo depende de quien o quienes ofrecen la información.
En una entrega anterior hacíamos alusión a aquel conflicto en el Golfo Pérsico, en que los Estados Unidos involucró a más o menos 34 países en su “Tormenta del Desierto” y que las noticias televisivas nos mostraban una especie de película de guerra, en que la pirotecnia “era espectacular”. Los jóvenes de hoy, ni se imaginan lo que aquello significó, aunque sus efectos hoy siguen enlodando nuestros calzados de arena, sangre y petróleo.
En el 2001, la cadena de noticias CNN tomó los 149 minutos del desastre y el caos que provocó el impacto de aviones a las Torres Gemelas y que las convirtieron en cenizas y un montón de escombros, sepultando a unas 2,996 personas que se encontraban en dichos rascacielos. Fue una historia que se repetía y repetía constantemente, despertando la atención, el asombro y, posteriormente, el horror. No había mucho más que informar, pero llegó un momento en que imagen televisiva, soñada y vivida subjetivamente, no parecía tener fronteras. Por supuesto, CNN alcanzó unos ratings y, por consecuencia, muchos miles de millones de dólares “informando” sobre el hecho acontecido. “Eso es parte del negocio”. Desde entonces el mundo es otro.
A 31 años de la guerra del golfo y su tormenta del desierto, y a los 21 años del S11, muchas otras situaciones provocadas por los intereses económicos y la industria de la guerra han seguido pasando. La invasión de Irak en marzo de 2003, tras las “armas de destrucción masiva” que Saddam Hussein poseía y que aún no aparecen, así como la terrible destrucción de Siria, con más de 500,00 personas muertas y desaparecidas, con todas sus consecuencias, ya solo son historias.
Entonces como ahora, con el llamado “conflicto entre Rusia y Ucrania”, las agencias de prensa y los medios de comunicación, así como las redes sociales, nos desbordan con imágenes, videos, comentarios de todo tipo, que van haciendo cada vez más oscuras las razones del conflicto. Quizás eso sea parte del propósito, llevar y librar el “conflicto” a los medios y redes sociales, construyendo una moral que permita justificar las atrocidades, que al final de cuentas, ocultan los verdaderos intereses en juego.
Son ilustrativas las palabras de Harold Johnson en su manual Operaciones Psicológicas. Técnicas y procedimientos, cuando dice bajo el acápite “cambiar la moral”:
“Prolongadas operaciones psicológicas pueden producir un efecto depresivo acumulativo sobre la moral de las unidades y población civil enemigas, mediante la puntualización del injusto trato de grupos étnicos, o dando énfasis al descubrimiento de nuevas armas poderosas que están siendo utilizados contra el enemigo. En forma similar, una moral del bando amigo puede ser incrementada mediante noticias de victorias, noticias del hogar y otras formas de reforzar la participación de grupos y comunidades para el logro de objetivos y transformaciones.”
Tomamos la nota de un manual escrito en los años sesenta e impreso en marzo de 1974, cuando aún ni soñábamos con el desarrollo actual y el poder de los medios de comunicación. Y qué decir de la irrupción de las redes sociales en nuestras vidas. Sin embargo, resultan interesantes todas sus recomendaciones para llevar las guerras a la mente humana. El capítulo 8, dedicado a los Medios, donde no deja nada a la imaginación, es una muestra apreciable de esto.
Mientras tanto, aquellos que mueven los hilos del mundo no parecen sonrojarse de la destrucción ecológica, las estructuras físicas, pero principalmente, del aniquilamiento y muerte de tantos seres humanos que nada tienen que ver ni con los egos, y mucho menos, los intereses de los “líderes ¿políticos? del mundo”.
Esos acontecimientos nos tienen con el cerebro ocupado y el alma entristecida de manera permanente, mientras muchas otras cosas ocurren “entre la ingenuidad y la estupidez… pasando, ¿sin darnos cuenta? por la ignorancia. Desde principio del 2020, un año que quisiéramos borrar de la memoria, a la fecha, el mundo fue conmocionado desde sus cimientos, colocándonos a todos de rodilla ante un microorganismo con el nombre coronavirus y que desató la pandemia de la llamada COVID-19, arrastrando consigo a muchas personas amigas, conocidas y queridas. Las incertidumbres de todo tipo nos atraparon entonces.
En medio de tales situaciones se dicen y hacen cosas que nos impactan a todos y que se mueven entre ¿la ingenuidad, la estupidez o la ignorancia? Es difícil a veces tomar un único camino para enjuiciar con lo que nos encontramos día a día al través de los medios y las redes sociales. Parecería, y a veces me confundo, que estamos viviendo una tira cómica de disney o una película de terror de Alfred Hitchcock.
¿Ingenuidad? Es un vocablo que hace referencia a la falta de experiencia o de sofisticación, y que también se utiliza para referirse a la clase de inexperiencia que permite ser engañados. Cuando leo algunas cosas que salen por los medios y las redes me asalta la duda de si es ingenuidad o que procuran que todos nos hagamos los ingenuos.
A propósito de la ingenuidad, Arthur Schopenhauer decía “el que cree que en el mundo los diablos nunca andan sin cuernos y los locos sin cascabeles, serán siempre víctima o juguete de ellos”. Y Dostoyevski, uno de mis escritores preferidos, llegó a decir: “En la mayor parte de los casos, la gente, hasta la malvada, es mucho más ingenua y cándida de lo que solemos pensar. Y nosotros también”. Una fina ironía del autor de El idiota, a propósito.
Faulkner, escritor estadounidense, reconocido novelista y Premio Nobel de Literatura en 1949, quizás como premonición del momento actual, llego a decir: “pensando cómo la ingenuidad había sido concedida al hombre para permitirle, en tiempos de crisis, que se diese a sí mismo unas formas y unos sonidos que le impidieran ver la verdad”.
Carlos Bueno, en su página web La Ingenuidad y la bobería como méritosa propósito, señala: “los signos de nuestro tiempo se mueven entre la ingenuidad y la estupidez”[2], señalando que: “Vivimos en un tiempo muy ingenuo, asaz ingenuo. Las personas compran productos cuya excelencia es anunciada por los mismos que los venden. La gente siente afición por aquellos cuyos retratos se publican con frecuencia, locuaz es señal de bobería, porque posiblemente esa misma persona ha intentado o ha querido que su retrato se publique.”
Para Carlos Bueno la realidad de hoy, a través de los medios de comunicación es “que al cuarto de hora de haber ocurrido un hecho ya tiene que ser reemplazado por otro. En una progresión geométrica que convierte la vida en una concupiscencia de noticias inútiles que se olvidan inmediatamente. Noticias que se adquieren no para la memoria sino para el olvido”. Y termina diciendo: “Esta orgía mediática nos lleva a la conclusión de que ningún acto o escrito de un intelectual ejerce influencia, y tal vez sí lo logre un ignorante común, si reúne las condiciones que a la gente le impresiona”. ¿La banalización de la función de informar?
Ramón Antonio Veras (Negro Veras), por este mismo medio, Acento, el 24 de mayo de 2021 escribió un artículo que viene muy a propósito, desde el contexto de la cultura política dominicana, y que tituló: ¿Ingenuidad, estupidez o hipocresía política?[3] En el acápite 4 de su primer punto bajo el subtítulo “El hipócrita en la política dominicana”, hay cuatro párrafos que debieron provocar una profunda reflexión sobre el accionar político dominicano y su expresión cultura.
“1.- La sociedad dominicana de hoy es la adecuada para que en ella estén presentes personas que hacen gala de lo que no son en su vida real o, lo que es lo mismo, lo que aparentan ser no se corresponde con la realidad de sus actuaciones.
2.- La utilización de una envoltura para cubrir la realidad con la apariencia, es de la esencia de quien practica la hipocresía con la finalidad de simular lo que no es, ni siente.
3.- En nuestro medio, el hipócrita se ha desarrollado tanto que el proceder fingido se ha hecho algo distintivo, muy propio de la generalidad de la actual generación de dominicanos y dominicanas. Aquí, el poseedor de sabiduría, para joder a los demás, se hace un ignorante, más que un lego.
4.- La habilidad de los fingidores ha llegado hasta el punto de que, para confundir a los ingenuos, se dedican a hacer necedades, aparentando, con sus pendejadas, ser unos imbéciles, aunque en verdad son muy agudos, altamente avistados.”
Vuelvo sobre mi pregunta inicial: ¿ingenuidad, estupidez o ignorancia?
Termino con las cinco leyes expuestas por Cipolla, en un pequeño libro muy provocador y que titula “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”[4], a saber:
Primera Ley: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima al número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.
Segunda Ley: La probabilidad de que una persona determinada sea una estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.
Tercera Ley: Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.
Cuarta Ley: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que, en cualquier momento y lugar, y en cualesquiera circunstancias, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error.
Quinta Ley: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.
¡Oh, mi Dios! ¿y qué nos espera cuando la ingenuidad, la estupidez o la ignorancia reine definitiva, única, tajante, categórica y absolutamente en nuestra conciencia y en la conciencia de quienes nos gobiernan, imposibilitando de manera definitiva el ejercicio de una ciudadanía centrada en el principio de realidad y la responsabilidad de sus actos?
[1] Johnson, H. Operaciones Psicológicas. Técnicas y procedimientos. Editorial Rioplatense.
[2] Recuperado en Los signos de nuestro tiempo: la ingenuidad y la estupidez. | Crónicas & Perfiles (roomly.ca)
[3] Recuperado en ¿Ingenuidad, estupidez o hipocresía política? | Acento
[4] Cipolla, C. Las leyes fundamentales de la estupidez humana. Lampre Editorial. E-Books. Recuperado en (PDF) Las leyes fundamentales de la estupidez humana (researchgate.net)