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¿Cuál es el origen del conflicto entre Rusia y Ucrania?

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La tensión en el mar Negro está lejos de disiparse todavía con Europa y Estados Unidos en guardia ante la posibilidad de que Rusia decida escalar la guerra en Ucraniapara recuperar las riendas de su influencia en el país invadiendo su territorio. En los últimos meses, las fuerzas internacionales han debatido largo y tendido, tras mensajes cruzados entre Joe Biden y Vladimir Putin en los que han salido a relucir las líneas rojas que quiere imponer cada administración sobre la cuestión de conflicto, sobre la posibilidad inminente de que las tropas rusas que se han acumulado cerca de la frontera ucraniana desde el mes de diciembre, más de 100.000 tropas desplegadas en diversos puntos, emprendan una avanzadilla para hacerse con el control del país más allá de Crimea y Sebastopol, la región no reconocida internacionalmente que se anexionó a Rusia de forma ilegal, según Ucrania y la comunidad internacional, en marzo de 2014 y el área del Donbás, conformado por las provincias de Donetsk y Luhansk, donde se posicionan estratégicamente independentistas prorrusos.

Aunque desde el Kremlin han señalado recientemente que aún queda margen para el diálogo, cada una de las partes se toma su tiempo ahora para decidir cuál será el siguiente paso a tomar. Por un lado, Rusia estudia con cautela las respuestas que le ha hecho llegar Estados Unidos y la OTAN acerca de las propuestas de garantías de seguridad con las que Moscú pretende frenar la expansión de las fuerzas militares de la OTAN en Europa del este y alejar con ello también armas ofensivas de sus fronteras. Mientras tanto, la Unión Europea busca afianzar su estrategia común para enfrentarse a esta problemática desde una postura diplomática y la Administración de Biden manifiesta querer buscar también “avanzar donde hay posibilidades de comunicación”, aunque el hecho de que Estados Unidos haya movido ya ficha para tener preparados a 8.500 soldados ante un posible despliegue no es una señal de optimismo para el Gobierno ruso.

Cade destacar, además, que la Administración estadounidense tomó este 23 de enero la decisión de repatriar a personal diplomático no esencial y a las familias de sus empleados en la embajada ucraniana “ante la amenaza continuada de una acción militar por parte de Rusia”, una vía que también adoptó el Gobierno británico con algunos miembros de su personal en la embajada de Reino Unido en el país. Debido a un escenario que califican como “impredecible” y que se puede “deteriorar” en cualquier momento, Estados Unidos recomienda a sus nacionales ubicados en Ucrania salir del territorio lo antes posible y desaconseja asimismo los viajes a Rusia. La medida de repatriar a diplomáticos, calificada desde Kiev como “una manifestación de excesiva cautela”, no ha sido seguida a día de hoy por la Unión Europea al no tener “ninguna razón específica” para hacer cambios entre sus filas diplomáticas. No obstante, desde el Ministerio de Exteriores español recomiendan también no viajar a Ucrania “salvo por motivos esenciales”.

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Crimea y Donbás, la llama del conflicto

El origen de este conflicto entre Ucrania, con viejos lazos soviéticos en su sociedad y casi un 30% de población rusoparlante, y Rusia tiene precisamente lugar en torno a 2013 tras la conocida como revolución del Maidán, una revuelta popular que estalló a finales de ese año en contra el entonces presidente ucraniano Viktor Yanukovich por intentar posponer la firma de un acuerdo de asociación entre Ucrania y la Unión Europea en favor de los intereses del Kremlin. Estas manifestaciones sociales dieron lugar a enfrentamientos, “especialmente virulentos el 20 de noviembre de 2013” en sintonía con lo que recuerdan desde el Ministerio de Exteriores español, y conllevaron finalmente a el exilio de Yanukovich del país y la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadasen mayo de 2014. Sin embargo, los vientos de cambio iban en paralelo a la desmembración de la península de Crimea y a la ocupación, por parte de manifestantes prorrusos, de edificios oficiales en el este del país.

En marzo de 2014 tuvo lugar en la República Autónoma de Crimea, un territorio ucraniano bañado por el mar Negro donde se encuentra la ciudad portuaria de Sebastopol y que, “de acuerdo con el ordenamiento jurídico ucraniano, goza de su propia constitución, que data de 1998″ según apuntan desde Exteriores”, un referéndum en el que se votaba la unificación con Rusia de este territorio, pero que se dio en un contexto de ocupación por parte de Rusia, por lo que en aquel momento Estados Unidos ya señaló que rechazaba el resultado de la consulta realizada “bajo la amenaza de la violencia y la intimidación”. No obstante, el 21 de marzo se anexionó a Rusia Crimea y Sebastopol, considerada una unidad administrativa independiente.

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Como respuesta a la anexión “ilegal” de esta región, la Unión Europea aprobó entonces y ha ido renovando en estos últimos años un paquete de medidas “restrictivas” a modo de sanciones contra Rusia, con la exclusión, por ejemplo, del Kremlin del G-8, desde entonces, el G-7. El conflicto con las fuerzas militares prorrusas también se ha mantenido en el tiempo en la región del Donbás, limítrofe con la frontera rusa y que se ha convertido en una ‘oblast’, es decir, una provincia conflictiva y dividida. Desde la llegada a la presidencia de Petro Proshenko en 2014, las partes no controladas por Kiev en Donestsk y Lugansk se autodenominan República Popular de Donetsk y República Popular de Lugansk.

En 2015, un año de aparente estabilidad, Donetsk y Lugansk quedó dividido en dos zonas, “la rebelde y la controlada por Ucrania”, tal y como recuerdan desde Exteriores, y se crearon mecanismos de negociación a través de los Acuerdos de Minsk —el primero de ellos, Minsk I, se firmó en septiembre de 2014 y no se cumplió—, pero aun así se dio un continuo goteo de bajas entre militares y civiles y esa zona de conflicto provocó con el paso de los años el desplazamiento de millones de personas, especialmente al interior de Ucrania. Desde entonces, con altos al fuego puntuales, los enfrentamientos militares han sido una constante y no se ha mantenido la paz.

El mar de Azov, cuya puerta de entrada desde el mar Negro está marcado por el estrecho de Kerch entre la península de Crimea y Rusia, ha sido otro escenario clave en el tablero geopolítico desde 2018 por la rivalidad entre ambas naciones por el control de las aguas. En este sentido, Ucrania ha denunciado en varias ocasiones las acciones de la marina rusa contra barcos mercantes con bandera ucraniana. Con la llegada en 2019 del cómico Volodimir Zelenski a la presidencia, se renovaron las intenciones de tramitar la entrada de Ucrania en la Unión Europea y la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que está compuesta por 30 países miembros y que tiene por objetivo garantizar “la libertad y seguridad” de las naciones integrantes por medios “políticos y militares”, algo que se interpone en los intereses del Kremlin, que vigila permanentemente los movimientos de la OTAN en esta zona.

A todos estos frentes abiertos, se sumó el hecho de que en noviembre de 2021, “para mantener tensiones en la región y ejercer presión política sobre los países vecinos”, de acuerdo con lo que denunció en aquel momento el servicio de inteligencia militar de Ucrania a través de un comunicado, el Kremlin movilizase a casi 90.000 soldados rusosde la flota rusa del mar Negro, de la Fuerza Aérea y de las fuerzas aeroespaciales cerca de las fronteras de Ucrania y en los territorios ocupados de Crimea y Donbás.

¿Qué pasaría si Rusia invade Ucrania?

Desde que Rusia concentrase a efectivos cerca de las fronteras ucranianas, momento en el que el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, ya alertó de que sería un grave “error” el escalar la tensión en el este de Ucrania, las advertencias dirigidas al Ejecutivo de Vladimir Putin han sido claras ante una posible invasión del país vecino, un movimiento que el Kremlin niega tener planeado. Aunque las tropas de la OTAN no podrían actuar en Ucrania en caso de que se produzca un conflicto bélico al no formar parte este país de la Alianza Atlántica, de acuerdo con lo que ha matizado Carmen Romero, vicesecretario general adjunta de diplomacia de la OTAN, una mayor presencia militar desplegada en los países del este por parte de la organización serviría para transmitir a Rusia un coste “inmenso” provocado por una guerra y tendría por objetivo también “preservar la paz”.

En suma a estos movimientos militares de presión, tanto la Unión Europea como Estados Unidos o Reino Unido ya tienen su hoja de ruta de sanciones preparada por si se da una agresión a gran escala contra Ucrania. En este sentido, la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, puntualizó este jueves que las “consecuencias” que deberá afrontar Rusia en este escenario afectarán también al gasoducto germano-ruso Nord-Stream 2, a la espera de licencia para empezar a operar.”Tenemos ante nosotros una amplia capacidad de respuesta, incluido el Nord-Stream 2″, afirmó asimismo la ministra para recalcar que se responderá “con fuerza” a quien vulnere la estabilidad ucraniana o de cualquier otro país europeo.

Por su parte, el responsable de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmitri Kuleba, ha resaltado que la prioridad de su Gobierno es que Rusia fracase en su plan de “desestabilizar” su país, aunque no descarta ningún otro escenario, incluido un conflicto bélico para el que también se preparan. “La cantidad de tropas rusas concentradas a lo largo de la frontera de Ucrania y en los territorios ocupados es grande y representa una amenaza directa para Ucrania. Sin embargo, por el momento este número es insuficiente para una ofensiva a gran escala contra Ucrania”, reparó Kuleba también en una rueda de prensa, señalando que una campaña de desinformación podría ser el otro aliado de Rusia para lograr sus intereses.

 

 

 

Fuente: El Confidencial

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