Llamamos a nuestros niños y adolescentes nativos digitales. Lo hacemos así porque dominan a la perfección las nuevas tecnologías y su lenguaje casi desde que llegan al mundo. Sin embargo, esa competencia no sería posible si no tuvieran acceso a dichas herramientas y no formaran parte de lo que denominamos como “familias hiperconectadas”.
Es decir, las nuevas generaciones tienen como primeros modelos a imitar a sus propios padres. De hecho, basta con ver cómo muchos progenitores caminan de la mano de sus hijos mientras miran sus móviles o cómo en los parques, mientras los pequeños juegan en los columpios, los padres se entretienen con sus dispositivos.
Podemos recriminar a los adolescentes que pasan un tiempo excesivo conectados a aplicaciones como TikTok. Sin embargo, es muy posible que esa dependencia sea la misma que evidencia el resto de su familia.
No podemos dar consejos si no sabemos ser ejemplo. No se puede educar en el buen uso de las tecnologías, si nosotros mismos no hacemos una utilización saludable de las mismas.
En la actualidad, estamos viendo cómo el teléfono móvil acompaña la crianza de muchos niños. Ya desde bebés, es ese elemento que les entretiene en brazos de sus padres.
¿Cómo son las familias hiperconectadas?
Padres, hijos y las nuevas tecnologías. Ese tercer elemento está transformando el relieve y las bases de muchas familias. Tanto es así que muchos bebés crecen en un regazo donde casi siempre sobrevuela de aquí allá el teléfono móvil. Tarde o temprano logran atraparlo, y así, como quien no quiere la cosa, termina siendo su hipnótico entretenimiento en algunos ratos.
Papás y mamás construyen su vida alrededor de ese océano digital en el que flotan a diario. Está el trabajo, están los grupos de WhatsApp del colegio, de la familia y los amigos. Están las redes sociales y ese álbum de infinitos gigas donde las fotos nunca dejan de crecer. Es inevitable que los niños también se vean atrapados en ese mismo océano, porque es lo que han visto desde siempre.
Nativos digitales e inmigrantes digitales
Los padres pertenecen a esa generación que fue integrando poco a poco las nuevas tecnologías a su vida. Ellos son inmigrantes digitales que descubrieron ese gran potencial y que han aprovechado.
Ahora bien, los niños de ahora llegan a un mundo donde la tecnología ya está integrada y la asimilan casi desde el nacimiento. Son nativos digitales y, en muchos casos, lo son también porque han imitado la forma en que sus progenitores se vinculan a sus dispositivos electrónicos.
Lo cierto es que los padres ni siquiera son conscientes de esto último. No perciben como en determinadas ocasiones, ellos son quienes dan forma a las familias hiperconectadas y adictas al móvil
Un ejemplo, el investigador Brandon T. McDaniel, introdujo en un trabajo del 2015 el término “interferencia tecnológica”. Esas palabras definen el número de veces que los móviles u otros dispositivos interrumpen la interacción entre padres e hijos.
La tecnointerferencia se convierte en hábito cuando el padre o la madre no puede evitar revisar su móvil, leer los mensajes y perderse en medio toda esa maraña de notificaciones asociadas.
Los niños crecen viendo a sus progenitores anclados a ese universo digital y, aunque durante su infancia esto les frustra, llegar un momento en que terminan imitándolo.
Familias hiperconectadas, la adicción silenciosa
Los profesores Ying Zhou y Xiao Zhang, de la Universidad de ciencia y tecnología de Japón, explican en un trabajo del 2014 que en los últimos años se aprecia un fenómeno cada vez más frecuente: el de los padres adictos al teléfono móvil y los hijos adictos a internet. Casi siempre veníamos situando la mirada en los adolescentes sin tener en cuenta el escenario familiar.
Las familias hiperconectadas existen y son cada vez más frecuentes. Son entornos en los que las nuevas generaciones y sus predecesoras están supeditados por completo a sus dispositivos. La forma en que se manifiesta este fenómeno sigue las siguientes pautas:
- La comunicación se ve limitada y cuando sucede es superficial. Los niños, al ver que sus padres no siempre están disponibles para ellos, tratar de llamar su atención de una forma u otra.
- Otro efecto es la falta de confianza. El niño o adolescente buscará las respuestas a sus preguntas en internet antes que recurrir a sus padres.
- Los momentos en que podría existir cierta conexión entre los diferentes miembros, como son las comidas, también pueden quedar interrumpidos por el uso de los dispositivos.
En ocasiones, cuando los padres se sienten estresados, recurren a la tecnología para entretener a sus hijos y lograr que no les molesten. Este es un modo de ir consolidando en los niños la posterior dependencia de los móviles para su ocio y forma de vida.
Desconectar de la tecnología para conectar con nuestros hijos
No podemos renunciar a la tecnología, ese es un hecho evidente. Las familias hiperconectadas no son siempre familias felices, falla la comunicación, se aprecia mayor ansiedad e incluso sentimientos de soledad entre sus miembros. No es lo adecuado y por ello es bueno reflexionar en este tema.
La clave no está en esconder nuestros móviles o en prohibir el uso de los mismos a nuestros hijos. La respuesta es aprender a hacer un buen uso de la tecnología procurando ser el mejor ejemplo para ellos. Esto significa saber desconectar de vez en cuando para pasar tiempo de calidad en familia.
Favorecer una buena comunicación y atender las necesidades de los niños sin que interfieran las notificaciones del móvil es algo prioritario. La paternidad y la maternidad distraída por la tecnología dan al mundo personas con pocas estrategias para hacer frente a los problemas del día a día. Tengámoslo en cuenta.