“Los buenos padres se caracterizan por sentimientos y actitudes profundas y positivas que sienten hacia sus hijos, las personas y el entorno que les rodea en general. Para ser buen padre hay que ser previamente una buena persona, tener una personalidad sana, equilibrada, sin desajustes ni conflictos emocionales importantes o con un mínimo de ellos, de modo que no se irradie o proyecte sobre los hijos la influencia nociva de los propios defectos y problemas personales”, explica la psicóloga Lucía Godoy, docente de la Escuela de Fonoaudiología de la Universidad Andrés Bello.
En una época marcada por un lado por episodios de violencia y desamparo con los hijos, y en el otro extremo con padres muy permisivos, las personas se cuestionan sobre su rol de padres y el buen o mal desempeño que tienen de éste.
A algunos les puede parecer muy simple, natural y obvio que los padres amen a sus hijos. Entonces, ¿por qué hablar de esto? La creencia popular de que los padres aman siempre a sus hijos por instinto es una creencia errónea; el hecho cierto es que hay padres que no desean a sus hijos y los rechazan, maltratan y hostilizan, con consecuencias muy perjudiciales para estos.
Aunque no siempre es tan evidente, el rechazo en muchas oportunidades se materializa como abandono, indiferencia, resistencia a satisfacer las necesidades y deseos del niño. En casos más dramáticos es frecuente el castigo, maltrato, la humillación frecuente, vejámenes y las críticas negativas constantes.
Es muy importante para los padres conocer a fondo sus verdaderos sentimientos y actitudes hacia su hijo. Cualquier actitud inconsciente de rechazo u hostilidad, aunque fuese reprimida, sería un poderoso obstáculo en su crianza.
Aunque se trata de un tema donde abundan diferentes ópticas, Lucía Godoy comenta que en general, se observa entre los llamados “buenos padres”, una sólida base de salud mental, armonía y equilibrio psíquico, un fuerte sentimiento de amor y aceptación hacia sus hijos. “El niño que es aceptado y querido íntegramente recibe de sus padres la suficiente atención, cuidado, amor y consideración personal que necesita”, ilustra.
Saber expresar
Muchos interpretan la perfección, el orden escrupuloso o el cuidado esmerado, como tareas fundamentales de los padres. Sin embargo, afirma la psicóloga de la Universidad Andrés Bello, es el trato personal respetuoso, cariñoso y alegre lo que marca la diferencia.
Asimismo, comenta que algunos padres tratan de suplir la ausencia o la falta de atención dando o regalando juguetes, objetos, dulces y otros bienes materiales, esfuerzos que no pasan inadvertidos para los hijos, quienes comprenden los sentimientos sinceros y profundos de sus padres y no se engañan por las apariencias.
“Sobre todo, lo que el niño más necesita es la compañía y compenetración afectuosa con sus padres en la primera infancia, que es cuando se modelan las características decisivas de la personalidad. Salir con el hijo a dar una vuelta a la manzana, mientras se le habla, conversa y atiende cariñosamente, es un mejor regalo que cualquier juguete”, sostiene.
La cuestión básica en la educación de los hijos es amarlos. Esto no es una técnica ni un procedimiento, sino un sentimiento, una actitud y las acciones apropiadas surgen, brotan muchas veces sin técnicas aprendidas. Sin ese sentimiento y actitud básicos, no hay método, ni ciencia del mundo que logre educar bien a los hijos, como sin cimientos no hay arquitectura que consiga construir un edificio.
Fuente: Universia / RR