Cuando la mujer tiene la dicha de ser madre, no hay nube que oscurezca ese momento. Salomé Ureña no estuvo exenta de sentir y vivir ese privilegio. Sus enseñanzas fueron impartidas con gracia y esmero. Infundía en sus hijos el amor por la poesía, por aprender, por la lectura y el conocimiento.
De su unión matrimonial con Francisco Henríquez y Carvajal le nacieron cuatro criaturas, las cuales se convirtieron en fuentes de inspiración poética.
La sociedad dominicana conoce parte de su legado. Su trabajo no solo se remonta a la fundación del Instituto de Señoritas y a su obra literaria, sino también a la educación que impartió a sus hijos.
Durante sus años de vida tuvo la preocupación de formar y capacitar a las mujeres de su tiempo. Al momento de ser madre, se esmeró en inculcar en cada uno de sus hijos el amor por las letras, las ciencias, la poesía pero, sobre todo, el respeto a la patria donde nacieron.
Sus hijos
El 3 de noviembre de 1881 fue un día de alegría y fiesta para la poetisa, pues se abrían las puertas del Instituto de Señoritas. Sin embargo, su mayor festejo lo vivió el 3 de diciembre del siguiente año cuando sus ojos contemplaron a su primogénito, Francisco Noel.
Toda esta alegría fue desbordaba en un poema escrito a su esposo en honor al pequeño que llegaba al hogar. “¡Levántate, alma mía,/ por el materno amor transfigurada,/ y a los confines del espacio envía /el himno de la dicha inesperada.”
No descuidó su labor docente ni su papel como madre. En el recuerdo de sus alumnas del Instituto está grabada la escena de la cuna del primogénito, siempre al lado de la poetisa: “Allí duerme feliz, y no distante/ yo de un libro las páginas hojeo;/ levanto la cabeza a cada instante,/ le contemplo dormir y al fin no leo.”
Dos años después, la madre concibió y dio a luz a uno de los más destacados de sus hijos, Pedro Nicolás. En la carta 48 del ‘Epistolario de la Familia Henríquez Ureña’, la poetisa le expresa a su esposo: “No sé lo que hay en este niño, pero tiene algo extraordinario. Todos sus juegos son estudios.”
Maximiliano nace un 16 de noviembre de 1886. Por tercera vez Salomé era madre. Su corazón rebosaba de felicidad. En sus cartas, Francisco le hacía referencia del cuidado especial por los niños, ella como una buena madre, no descuidó la educación, la salud y la recreación de sus pequeños.
El historiador dominicano Santiago Castro Ventura, en su obra ‘Jornada Fecunda’, cuenta que amistades cercanas a ella le decían que quería más a Pedro que a los demás, y con educación y amor de madre les respondió: “Yo me miro en mis tres hijos y no concibo la felicidad sin uno de los tres. Los tres son inteligentes, los tres me prometen grandes satisfacciones para el porvenir. ”
Al momento de escribir esas líneas, ella aun no tenía a su descendiente y única hija, Camila.
En la referida obra, el autor explica que para el nacimiento de Salomé Camila, el 9 de abril del 1894, la ilustre mujer ya estaba enferma de muerte.
Pese a padecer de tuberculosis, no contagió a su hija. Aun con dolencias y quejas ella se expresó: “Yo siempre con mis fiebres unas altas y otras bajas. La niña muy hermosa y muy bonita y más viva cada día.”
Sus nietos
Ella no solo trascendió en poesía o con el Instituto, sino que su legado familiar continúa hasta nuestros días. Gracias al ‘Epistolario de la Familia Henríquez Ureña’, se pueden encontrar los datos de sus nietos.
Su primogénito Francisco Noel, se unió en matrimonio a la joven María del Valle y de Armas. Hasta el presente, la historia no registra que haya tenido descendientes. Murió en agosto de 1961, a la edad de 79 años.
Su segundo hijo, gran influyente en las letras dominicanas, se casó en 1923 con la mexicana Isabel Lombardo Toledano. De su matrimonio nacieron dos hijas: Natalia, mejor conocida como Natacha Henríquez Lombardo y Sofía, conocida como Sonia Henríquez Lombardo.
Maximiliano Adolfo Henríquez Ureña, quien fuera su tercer y último varón, unió su vida junto a Guarina Lora Yero. De este matrimonio nacieron dos varones, el primogénito Hernando Henríquez Lora, el 24 de octubre de 1915 y Leonardo Henríquez Lora el 3 de mayo de 1919.
Antes de morir, Salomé procreó a su única hija, Salomé Camila Henríquez Ureña. Nació el nueve de abril de 1894. Ella no tuvo descendientes.
De igual forma sus nietos se casaron y ampliaron la familia. Argentina, México y Cuba gozan de tener en sus tierras los descendientes de la familia Henríquez Ureña, algunos de los cuales se han destacado como profesionales de distintas ramas del saber.
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PEDRO, EL HIJO MÁS RENOMBRADO
El más renombrado de sus hijos es Pedro. Ella misma había escrito en su poema ‘A mi Pedro’, que era generoso, bueno y que lo grande para él merecía culto.
Fue el encargado de recopilar todas las poesías de su madre al momento de su muerte.
Al mudarse para México emprendió allí una gran labor literaria. Lugar donde también conoció a quien fuera su esposa Isabel Lombardo.
En el país la Biblioteca Nacional lleva su nombre así como una de las casas de estudios superiores.
Fuente: Listín Diario