Una encuesta realizada recientemente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), trajo de nuevo a la conversación uno de los temas más debatidos en las últimas décadas, el tamaño de los grupos escolares.
Una de las preguntas de la Encuesta Internacional sobre Docencia y Aprendizaje (TALIS), cuestionaba a los participantes sobre lo que harían si tuvieran un superávit del 5 % en el presupuesto para educación. El 85% de los profesores y directores encuestados en España durante los últimos cinco años declaró que usaría ese excedente para reducir el tamaño de los grupos escolares. En el resto del mundo, el número de docentes y administrativos que dieron la misma respuesta ascendió a 65 %, aún por encima del interés de mejorar sus sueldos.
Podemos decir con seguridad que más de la mitad de los maestros y el personal administrativo en las escuelas primaria y secundaria tiene un problema con el tamaño de las clases. Pero, ¿qué tan grave es este problema? ¿Qué factores de la educación y el aprendizaje puede afectar la cantidad de alumnos?
Cuestión de tiempo
La cantidad de alumnos que hay en un grupo ha sido una preocupación patente para maestros y maestras durante mucho tiempo. Es, sin duda, un asunto que divide a la comunidad docente, en el que existen posturas que argumentan una baja de calidad en la experiencia educativa cuando se trata de grupos numerosos y otras que arguyen que no hay diferencia, y si la hubiera, no sería suficiente como para anular la necesidad de hacer clases grandes, debido al ahorro económico que generan a nivel administrativo.
Las clases más pequeñas implican más grupos, estos a su vez generan la necesidad de más docentes y de un presupuesto mayor que se apoyaría en fondos necesarios mantener otros aspectos de la oferta educativa. Sin embargo, sería una inversión importante de considerar si realmente los grupos sobrepoblados afectan la calidad del aprendizaje.
Una de las principales razones por las que tantos docentes abogan por la reducción de grupos es porque comúnmente reduce el tiempo efectivo de aprendizaje. Según la tercera edición de este estudio, los maestros utilizan el 22 % de cada clase para mantener el orden, realizar tareas administrativas y llevar a los alumnos a un estado mental en el que sean receptivos al material didáctico.
Esto es aproximadamente 13 minutos por cada hora en la escuela. Al terminar la semana se habrían invertido 6.5 horas tan solo en la tarea de mantener el orden en el aula, un día completo de jornada escolar. Cuando un alumno termina el sexto año de primaria habría pasado unas 222 a 240 horas siendo preparado para aprender, más tiempo del que debería usar en estar aprendiendo efectivamente. Por si fuera poco, estos tiempos se multiplican cuando la clase está sobrepoblada.
No obstante, no se le puede atribuir todo el problema a la cantidad de alumnos, hay otras variables que están en juego. La preparación del maestro, la disciplina de los alumnos y la presencia o falta de personal de apoyo para las actividades paralelas a la clase, también tienen un rol importante en reducir o aumentar los efectos de tener cantidades grandes de alumnos en un solo salón.
Bajo estas circunstancias es posible tomar medidas. Por ejemplo, asignar personal de apoyo a las clases, que ayude a mantener las condiciones aptas para el aprendizaje y que de esta forma el docente solo se preocupe por enseñar; hacer un compromiso serio para capacitar tanto a docentes como alumnos para desempeñarse en la enseñanza y el aprendizaje para volúmenes grandes de personas. Estas soluciones podrían funcionar a corto plazo, sin embargo, quizás sean el curso de acción más conveniente para la educación que está perfilándose para el siglo XXI.
Las power skills no se aprenden masa
Muchos de los defensores de los grupos grandes pueden argumentar que un maestro bien preparado es capaz de cubrir los materiales de un periodo escolar sin importar la cantidad de alumnos en el salón, esto es cierto si hablamos solo de la transmisión de conocimiento, sin embargo, uno de los problemas más grandes de la educación hoy en día es la falta de discernimiento entre la transmisión de conocimiento y el aprendizaje.
Dicho en términos simples, no es lo mismo que un alumno en clase de historia conozca la fecha de la Revolución Mexicana a que realice un ensayo acerca de las causas que llevaron al conflicto y que sepa identificar los problema sociales y económicos que dispararon este evento histórico y cuáles siguen vigentes en la sociedad actual. El primer caso refleja la obtención de conocimiento, el segundo la obtención de habilidades.
La transmisión de conocimiento es un proceso unilateral, basta que el maestro lo comunique y el alumno lo escuche; el desarrollo de habilidades es plurilateral, depende la interacción del docente con el alumno y del alumno con sus compañeros, supervisados por el docente. Esta es la actividad que es impactada en los grupos grandes, dado que entre más numeroso es el grupo, más tenderá a apoyarse en los procesos educativos unilaterales.
Habilidades como la inteligencia emocional, la creatividad, la percepción, la comunicación, el trabajo en equipo y la negociación están entre las power skills más cotizadas por los empleadores actualmente. El conocimiento sigue siendo importante, no obstante, ser experto en un tema no garantiza ser capaz de desempeñarse en su rubro de trabajo correspondiente si se carece de las habilidades que respalden el ejercicio de este conocimiento.
Si queremos abordar la discusión de la cantidad de estudiantes en el aula y si es viable garantizar una experiencia educativa en estas condiciones, es necesario preguntarnos qué experiencia educativa estamos buscando y para qué: ¿en qué momento dejamos de transmitirles conocimiento para enseñarles habilidades? y ¿Cómo llenamos esa necesidad de interacción en las que estas habilidades se desarrollan en una forma que trascienda la cantidad de alumnos en clase? Este uno de los retos más importantes a superar en la educación en el futuro próximo.
Fuente: https://observatorio.tec.mx/