No estoy en contra del enfado. Debo reconocerlo. En mi vida he aprendido a valorarlo, pues cada vez que me enfadaba era porque algo dentro mío me estaba queriendo decir que no estaba de acuerdo, que no era feliz…que no estaba bien.
El enfado me ha permitido poner límites. Decir “¡BASTA!, NO PUEDO MÁS CON ESTO”, parar, detenerme a mirarme, a escucharme. He debido aprender a canalizar mi enojo si, y también a darme permiso para estar enfadada. De niña parecía que estaba mal enfadarme. No nos daban derecho a protestar, a manifestar nuestro malestar cuando no nos tenían en cuenta.
Con mi hija aprendo a aceptar su enfado. Sin juzgarla, sin criticarla. No estoy dispuesta a reprimir su emoción. Ayer en la calle se enfadó mucho por algo que no quise comprarle (aunque claramente sé que su enfado no fue por eso sino que venía acumulándose a lo largo del día y de la semana) y estuvo llorando a grito pelado. De tanto en tanto me pegaba, me escupía, me insultaba. De repente me giro y veo que una señora mayor se acercaba a la vez que se llevaba el dedo índice a la boca dirigiéndose a mi hija mientras decía “Shhhhh”. Bueno, en ese momento la enfadada fui yo. La mandé a callar a la señora y respetuosamente le dije que no se metiera, pero me cabreó tanto su interrupción. ¿Por qué debemos silenciar a los niños cuando expresan su enfado? ¿Por qué debemos contenernos cuando nos enfadamos? Claro está que no hablo de que vayamos por ahí propinando insultos, golpes o más por la vida, sino que hablo de permitirnos nuestros pequeños enfados, mirarnos, hacer una pausa para escucharnos y ver de qué manera puedo sentirme mejor, para evitar convertirnos en monstruos-devora-todo.
Volviendo a mi hija, tenía claro que yo soy su madre, su persona de confianza, con quien puede mostrar todo lo que es y/o necesita sacar de sí misma. Sé que puede sentir un aluvión de sentimientos contradictorios hacia mí y que eso puede conflictuarla sino se lo permito-. La acepto. La amo como es. No soy capaz de reprimir su enfado, de distraerla, de callarla. No soy capaz porque aún ante la mirada de todos los desconocidos que pasaban por allí mirándonos, mi hija era lo único que me importaba. Yo tampoco estaba dispuesta a ceder en la decisión que había tomado. Y cuando finalmente se calmó (tuve que negociar porque realmente teníamos que irnos), al final de tanto desgaste emocional, buscó mi mano. Necesitaba el contacto físico. Yo por mi parte sentía enfado por no poder tranquilizarla y por su demanda, pero también sabía que soy su madre, y la fuente de su contención y amor. No la premié, pero la abracé, le hablé diciéndole que la sabía enfadada y en desacuerdo con mi opinión y que a mí también me enfadaba, pero aún así, mis palabras fueron “Te amo siempre, hagas lo que hagas”.
Estoy segura que no quiero castigar ni enojarme con mi hija por su manera de expresar su enfado, ni por las emociones que puede o no gestionar. Me llama la atención que existan artículos sobre cómo “Controlar las emociones” o cómo “controlar las rabietas”, cuando es algo que necesita acompañamiento, paciencia, amor y no tomarnos el enfado como algo personal, sino poder “ver” al otro/la otra con todo su Universo de experiencias que lo conducen a sentirse así.
Aquí comparto algunos consejos que he recibido para acompañar a nuestros hijos en la expresión de sus necesidades:
- Si notan que están con necesidad de pegar, buscar juegos, objetos, en los que la norma sea descargar. Ej.: guerra de almohadas, pegarle a cojines, peluches, etc.
- Empujar: este juego se realiza para que ellos puedan utilizar su fuerza física, cuando vemos que empujan a otros compañeritos, por ejemplo. Cogemos un cojín y nos ponemos detrás de él, enfrentadas a nuestro hijo. Le pedimos que nos empuje a través del cojín y nosotros ofrecemos resistencia pero por momentos cedemos, para que puedan tener ambas sensaciones. Es un juego muy liberador para ellos.
- Arrojar objetos. A veces pasan por períodos que necesitan arrojar cosas. Podemos proponerles juegos de este tipo eligiendo previamente algunas opciones para que ellos puedan arrojar. Ej.: juguetes de plástico que hagan ruido y que nos dé igual que puedan sufrir alguna avería, pelotas contra la pared, etc. Suelen preferir algún objeto que haga ruido al chocarse con la pared o el suelo.
- Gritar. Uno de mis favoritos. Salir a un parque o en un sitio donde nos sintamos con la libertad de gritar y proponerle a nuestro hijo que grite y gritar juntos. Prueba a gritar como loca con tu hijo, sin temor a ser oída o mirada. Luego me cuentas qué tal te sientes.
Cuando los observamos podemos percibir que los niños dan claras señales de necesidades que necesitan manifestar. El juego puede ser una manera muy saludable de acompañarlos en esta necesidad, pero no recomiendo sugerírselo en mitad de una disputa/llanto. Dejar que se manifiesten, siempre que también podamos ser sinceros con lo que podemos dar de nosotros o lo que podemos tolerar de la situación. Tampoco como adultos podemos forzarnos a hacer algo que no estamos emocionalmente preparados para sobrellevar. Por eso será importante que nos revisemos a diario, que podamos revisar nuestras heridas y sanarlas. Si realmente estás comprometido a amar incondicionalmente a tu hijo, debes saber que el Amor no entiende de expectativas. Amar es aceptar al otro tal cual es. Siempre.
Tomada del Blog Putum putum