Siguenos:

Depresión en adolescentes: signos de alerta y cómo ayudarlos

Tristeza e irritabilidad que se mantienen en el tiempo, aislamiento, ideas repetitivas de muerte, conductas destructivas o autolesiones, son algunas de las señales que ayudan a identificar la depresión en un adolescente, una enfermedad que puede condicionar su futuro pero que cuenta con tratamiento eficaz. Se considera que entre el 5% y el 10% de los adolescentes podrían recibir un diagnóstico de depresión, cuya expresión más grave puede ser el suicidio. Ante la duda, lo mejor es siempre consultar con un experto.

La adolescencia es una etapa de crisis vital en la vida. El individuo debe decir adiós a su infancia y asumir su condición de adulto. Es un proceso vital complejo que conlleva una manera de comportarse diferente, un desorden emocional e incluso algunas reacciones de índole depresiva, pero que son variantes normales de esta fase de nuestra existencia. “La adolescencia supone una crisis como puede ser la de los 40 o la de la jubilación. Se produce un duelo por el niño que se ha dejado de ser y hay que decidir qué adulto se quiere ser. Existe una desregulación emocional y un desajuste de conciencia”, explica Abigail Huertas, portavoz de la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y Adolescente (Aepnya) y psiquiatra infantojuvenil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Sin embargo, también es cierto que es una de las etapas de mayor riesgo de inicio de la depresión. Los cambios físicos, cognitivos y sociales, experimentados en un período breve de tiempo, pueden convertirse en factores estresores. Por todo ello, es importante determinar la diferencia entre lo que son variantes conductuales características de la adolescencia y una depresión, que como significa Huertas, “limita el desarrollo y paraliza la evolución de una persona, pudiendo empeorar su futuro, pero tiene cura, es una de las enfermedades infantojuveniles que mejor responde al tratamiento”.

“Si tiene dudas, consulte”

Lo primero es detectar el problema. Los padres y las familias desempeñan un papel crucial, aunque las señales no son siempre muy claras. Fernando González Serrano, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (Sepypna), lo dice gráficamente: “Con los adolescentes estamos en el filo de la navaja”. No obstante, tanto Huertas como González Serrano son rotundos cuando aconsejan que se consulte con un experto en caso de que existan dudas: “Si está preocupado, si tiene dudas, haga una consulta”.

En la misma línea, Azucena Díez Suárez, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría Infantil de la Sociedad Española de Pediatría (SPI-AEP), subraya las ventajas de un diagnóstico realizado a tiempo y un tratamiento adecuado: “Se previenen futuras complicaciones, tales como una peor salud en general y otros trastornos psiquiátricos, como los que tienen que ver con el abuso de sustancias, principalmente alcohol y cannabis, y por supuesto, el suicidio”.

Signos de alarma

¿Cuáles son los síntomas que pueden alertar a los padres? Los especialistas están de acuerdo en que los cambios bruscos de conducta, la tristeza y la irritabilidad persistentes, “estar siempre enfadado, más allá de lo habitual en la adolescencia, o estar permanentemente triste o llorando”, aclara Díez, son conductas muy reveladoras. La presidenta de la SPI da una pista que puede ayudar a discriminar: “Se distingue de la tristeza reactiva normal porque esta última cede con las distracciones y no es tan intensa ni mantenida en el tiempo”.

Para González Serrano, son muy indicativas aquellas que implican destructividad: “Que se enfade más o menos es normal, que trate de defender sus argumentos y visión de la vida con vehemencia, pero no la destrucción de objetos, las agresiones a otras personas o a sí mismo, o que se ponga en riesgo con frecuencia, metiéndose en peleas, por ejemplo”.

Los especialistas apuntan a las alteraciones de los patrones biológicos, como el apetito y el sueño, ya sea por aumento o disminución, un cambio brusco de carácter, la falta de disfrute  y el aislamiento social como otras señales que pueden hacer sospechar una depresión: “Hay adolescentes que se quedan enclaustrados en casa, incluso dejan de ir al instituto, justificándolo con que están cansados o sin fuerzas”. Y no deben pasar desapercibidos los pensamientos negativos y los relativos a la muerte: “En la adolescencia existe una preocupación por la muerte, pero que se verbalice de manera repetitiva es un signo de alarma”, advierte Huertas.

¿Cómo pueden ayudar los padres?

Ante estos indicios, la recomendación es mostrar tranquilidad, pedir ayuda y confiar en los profesionales: “Los padres tienen que saber que es una patología grave pero que se cura. Los tratamientos, que pueden ser psicoterapéuticos o farmacológicos, son muy resolutivos”, asegura la portavoz de la Aepnya.

No obstante, los padres y las familias pueden ayudar y mucho. En opinión de González Serrano, deben explicitar que están preocupados y dispuestos a escuchar lo que tenga que decir su hijo: “Igual no lo puedo resolver, pero sí puedo escucharte”. Otro consejo es encontrar espacios y momentos de contacto con él, apoyándose en las normas de la vida familiar o en las aficiones del joven: “Hay que estar con él, comer y cenar juntos, que sienta la presencia aunque sea en la distancia porque también hay que respetar sus momentos de soledad e intimidad”.

¿Y qué no deben hacer? “Tratar de ‘animar’ a una persona que sufre un episodio depresivo es contraproducente, ya que incrementa su sensación de culpabilidad. Todas las señales que pueden llevar a un niño o adolescente a pensar que su enfermedad es diferente a otras y es culpa suya se deben evitar”, responde Díez. Es conveniente rebajar las expectativas académicas y, por tanto, la presión, así como no someterle a tomar decisiones importantes hasta que la situación mejore.

Múltiples factores influyen en las causas

La depresión tiene una causalidad multifactorial, empezando por componentes genéticos o familiares que derivan en una mayor predisposición. Díez sostiene que la herencia es el factor que predice con mayor potencia la posibilidad de que un menor desarrolle esta enfermedad: “Si alguno de sus familiares de primer grado (padres o hermanos) la han padecido, el riesgo se incrementa por 15. Es importante destacar que no siempre aparecen eventos vitales estresantes, algunos niños tienen una gran vulnerabilidad y pueden desarrollar depresión sin que medie ningún factor ambiental significativo”.

Pese a ello, los factores ambientales pueden sin duda precipitar la aparición de síntomas depresivos. Huertas habla de estrés y de adversidad psicológica, “que se pueden desencadenar por crisis familiares, la pobreza, la infravivienda, el acoso escolar o porque el adolescente tiene poco apoyo social o poca comunicación con la familia”. Los factores biológicos, como una enfermedad crónica u otra patología psiquiátrica, también pueden estar implicados.

El presidente de Sepypna coincide en que hay cierta potencialidad pero considera trascendentes determinadas experiencias biográficas, sobre todo la pérdida de algún progenitor, los abusos o maltratos a edad temprana: “La pérdida del padre o la madre, el abandono o el maltrato en los primeros ocho años de vida aumenta claramente esa predisposición”.

Los factores hereditarios no se pueden prevenir, pero hay suficiente evidencia de que fomentar todo tipo de actividades al aire libre y el ejercicio físico ayudan a impedir que aparezcan episodios depresivos y también previenen el consumo de tóxicos. Además, Díez propone la adherencia a una dieta sana y un estilo educativo basado en la comunicación y afecto, que ayuda a la prevención y a la detección precoz de síntomas: “Te vamos a querer y ayudar siempre, aunque cometas errores”.

Suicidio

El suicidio está considerado como la segunda causa de muerte en adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años. A veces es el primer signo de alarma de una depresión grave. De hecho, muchas tentativas no tenían diagnóstico previo y, algo inquietante, un porcentaje importante de casos que llegan a urgencias se pierden en el circuito asistencial; según González Serrano, casi la mitad de esas familias no acuden después al especialista cuando es obligado, ya que es fácil que se produzca un segundo intento durante los 10 días posteriores a una tentativa. En este sentido, Huertas señala que es esencial que estos jóvenes tengan un canal prioritario para recibir asistencia especializada, como ya ocurre en algunas comunidades autónomas.

En cuanto a la prevención, González Serrano reconoce que los únicos indicadores disponibles son las tentativas anteriores y una ideación suicida. Por ello, enfatiza la necesidad de concienciar a las familias, debemos tomarlo en serio: “Si se habla de esto, hay que darle la importancia que tiene, que es mucha, no es una tontería. Y una tentativa es un acto muy grave”.

Fuente: https://cuidateplus.marca.com/

Últimas noticias:

La Nochebuena de Encarnación Mendoza

Juan Bosch Con su sensible ojo de prófugo Encarnación Mendoza había distinguido el perfil de un árbol a veinte pasos, razón por la cual pensó...