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¿Deseas vivir en armonía con la naturaleza? Aplica la ecosofía

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A diferencia de la ecología, la ecosofía no busca conservar la Tierra, sino conectar con ella

¿Deseas vivir en armonía con la naturaleza? Aplica la ecosofía
La ecosofía huye del antropocentrismo y pone al reino natural por delante de la razón (swissmediavision / Getty Images)

La ecosofía es la sabiduría de la Tierra. Su principal máxima es que somos parte de un gran cosmos natural. La naturaleza es la fuente de la que procedemos y de la que podemos aprender si la sabemos escuchar.

El neologismo eco-sofía proviene de la suma de ecología y filosofía. Se le atribuye al filósofo y activista noruego Arne Naess, aunque es un término que nuestro sabio Raimon Panikkar ya utilizaba hace más de veinte años.

La principal diferencia con la ecología es la ausencia de antropocentrismo. Ella no plantea qué puede hacer el hombre por el entorno natural, sino cómo éste nos enseña a nosotros. La ecosofía no idea o proyecta para conservar la naturaleza, con políticas de reciclaje o bajo consumo energético. Su propósito es conectar con la naturaleza para vivir en armonía con ella, con un respeto próximo a lo divino. Así ha sido en antiguas tradiciones milenarias, como taoísmo chino o el sintoísmo japonés.

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Los baños de bosque –como éste en la Serra d'Heures en Sant Hilari Sacalm (Girona)– facilitan recuperar la conexión con la naturaleza

Los baños de bosque –como éste en la Serra d’Heures en Sant Hilari Sacalm (Girona)– facilitan recuperar la conexión con la naturaleza (Pere Duran / NORD MEDIA)

Percibir las armonías de la naturaleza, su vibración, su mensaje oculto, el lenguaje secreto de los árboles… Todo ello entra dentro de la ecosofía, una sabiduría que pone al reino natural por delante de la razón. Una forma de espiritualidad de la Tierra que gana adeptos.

Como proponía Panikkar, tenemos que hacer la paz con la Tierra y vivir bajo el concepto de biorregiones. No se trata de segregar, sino de crear entornos naturales armónicos. “No se trata de abandonar a la naturaleza salvaje a sí misma. El hombre debe cultivar la naturaleza, de igual modo que debe cultivarse a sí mismo. Yo no establezco separación entre cultivo del cuerpo, cultivo del alma y cultivo de la naturaleza”.

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Las leyes de la ecosofía

1. La naturaleza es sabia

Creemos en la sabiduría de la Tierra. No explicamos el fenómeno natural con nuestra lógica. Conectamos con la naturaleza para aprender de ella. Nos abrimos a la empatía con la Tierra buscando una relación, no por encima de ella. No hay explotación, dominio, ni abuso.

Si somos ecosóficos podemos pautar la rutina diaria según el curso natural de la luz: nos levantamos cuando sale el sol, trabajamos, comemos a mediodía, nos recogemos al atardecer y cenamos pronto. De noche dormimos.

Si somos ecosóficos podemos pautar la rutina diaria según el curso natural de la luz

Seguir esta rutina es un manantial de salud que hemos destruido con unos hábitos contranatura, sostenidos desde el consumo artificial y los medios tecnológicos. No es cuestión de volver a las cavernas, pero sí seria bueno acercarnos algo más al curso natural.

Los ciclos de la vida pueden adecuarse a las estaciones, sin pretender vivir en una eterna primavera, aceptando el principio de la vejez otoñal. Es mucho lo que podemos aprender de la naturaleza.

2. La naturaleza está en todas las cosas

Esta es la base del animismo. Toda entidad natural se comprende como una célula viviente, parte de un todo y reflejo de un todo al mismo tiempo. No sólo el hombre, los animales y las plantas son seres vivos, también lo son los ríos o las montañas. Hay vida en toda la materia; una creencia propia de sociedades ancestrales universales y que ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. En el Renacimiento, Marsilio Ficino decía: “¿Quién puede negar que los elementos tierra y agua son vivientes, dado que alimentan la vida de las criaturas que nacen de ellas?”.

3. Somos una extensión de la naturaleza

Venimos de la madre Tierra, somos parte de ella. La ecología nos ha despertado, nos ha revelado nuestra condición, pero nosotros seguimos creyendo en el dualismo, pensando que el hombre es una cosa y la naturaleza o la Tierra otra.

La civilización tecnocrática ha querido separar hombre y naturaleza, un acto antinatural y contra sus principios, al igual que la agricultura ya no es cultura de cultivo, sino expoliación de la Tierra.

Adaptar nuestras rutinas al ciclo natural de la luz solar proporciona bienestar

Adaptar nuestras rutinas al ciclo natural de la luz solar proporciona bienestar (TuiPhotoengineer / Getty Images/iStockphoto)

Bajo la ecosofía la naturaleza es respetada como una madre o fuente que aporta a todos los seres vivos. Este es el respeto que muestran sociedades tribales o animistas. Pocos textos expresan tan bien estas creencias como la carta que el jefe indio de Seattle envió al presidente de los EE.UU. en 1855. La tituló Nosotros somos una parte de la Tierra: “ Nos sentimos alegres en este bosque. No sé por qué, pero nuestra forma de vivir es diferente a la vuestra. El agua cristalina que brilla en los arroyos y ríos, no sólo es agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestra Tierra, habéis de saber que es sagrada… El murmullo del agua es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos, ellos apagan nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos”.

4. La espiritualidad de la Tierra

Muchos no veneramos a un dios concreto, pero sí sentimos lo espiritual, la comunión con la naturaleza, pensando que son los mares, los ríos o las montañas quienes componen el territorio de lo sagrado. Las sociedades más antiguas del pasado llegaron a venerar los astros, ampliando el reino natural a las estrellas y el cosmos. En otras tradiciones, como las que citábamos, la naturaleza es divina.

El sintoísmo venera a los kamis o espíritus de la naturaleza, algo parecido a los duendes de la tradición celta. Los grandes espíritus son dioses que representan al sol o la luna. Se venera a los antepasados que moran en la naturaleza, al igual que hacían los pieles roja norteamericanos.

Los taoístas creen en el tao como algo que aporta el orden natural a todas las cosas. El chi o energía vital latente y circundante a todas las cosas emana como una vibración sagrada. El Tao Te King dice: “El espíritu del valle no muere. Es la hembra misteriosa. La puerta de lo misterioso femenino es la raíz del universo. Ininterrumpidamente, prosigue su obra sin fatiga”.

5. La naturaleza sana

Los baños de bosque son la punta del iceberg de un conjunto de terapias naturales que buscan la sanación desde los elementos de la Tierra. Tanto la medicina china como el ayurveda hindú curan mediante el estudio y equilibrio de los cinco elementos (tierra, fuego, aire, agua, espacio/éter).

Pocas cosas son más sanadoras que la visita a un lugar remoto en la naturaleza. El silencio de las cumbres, el rumor del mar, la infinidad del desierto, el brillo de un cielo estrellado, son curas desde un impacto sensorial que templa el espíritu, sana el cuerpo y apacigua la mente.

Como plantean Héctor García y Francesc Miralles autores de los libros Ikigai o Shinrin Yoku, “necesitamos fundirnos con la naturaleza regularmente, volver a ella para cargar las pilas del alma.”

Pautas para conectar con la sabiduría de la naturaleza

1. Escucha las pulsaciones de la naturaleza

Sal a un entorno natural, guarda silencio y quédate mirando a punto fijo en actitud meditativa, sin nada que hacer. Siente el latido de la tierra. Abre las palmas de las manos y escucha sin interpretar. Respira al ritmo del viento o la cadencia que te marque la naturaleza. Focaliza en la hoja de un árbol, una roca en la cumbre, la nube en el cielo. Finalmente, cierra los ojos y siente la vibración de la naturaleza en ti.

Respirar al ritmo que marque el viento o el agua que fluye es una manera de sentir el latido de la naturaleza

Respirar al ritmo que marque el viento o el agua que fluye es una manera de sentir el latido de la naturaleza 

2. Penetra en la naturaleza remota

Adéntrate en un territorio salvaje, a poder ser en soledad. Si es en grupo, guardad silencio. Lejos del mundanal ruido, en actitud respetuosa. Sin más intención que hacer camino al andar. No hay fotografías, ni selfies, ni cualquier tipo de trofeo.

Vence el miedo a lo desconocido, siendo responsable de no poner en peligro tu vida ni perderte. Hazlo por la mañana, con la primera luz, y un tiempo prudente para poder regresar. Integra tu experiencia.

3. Camina descalzo

Andar descalzo es una de las mejores formas de sentir la conexión con la Tierra. Puedes hacerlo por la playa, en la orilla del mar, sintiendo como tus pies se hunden en la tierra húmeda. En el bosque hazlo sobre el musgo esponjoso o entre las raíces de los árboles.

Caminar descalzo es una de las mejores formas de sentir la conexión con la naturaleza
Caminar descalzo es una de las mejores formas de sentir la conexión con la naturaleza (Jacob Ammentorp Lund / Getty Images/iStockphoto)

Cualquier superficie terrestre que no sea asfalto es válida. En nuestra cultura no estamos acostumbrados, así que al principio hazlo despacio. Con el tiempo, irás encontrando el placer de caminar descalzo. Al final, como en Japón o tantos hogares del mundo, lo harás también dentro de tu casa.

9. Expresa creativamente la naturaleza

Es bueno expresar las lecciones o sensaciones aprendidas en la experiencia de comunión con la naturaleza. Se valora la espontaneidad para que no medie la razón. Por eso, en pintura es mejor la tinta o acuarela. Pinta espacios naturales in situ. En escritura nada como los breves poemas haiku japoneses (tres versos de cinco, siete y cinco sílabas):

El mar brillante/ Ramas al amanecer/ Vida cambiante.

10. Integra la naturaleza en tu casa

Rodéate de naturaleza en los espacios interiores. Tenflores y plantasno sólo en balcones o terrazas sino en el salón de tu casa, en la mesa de tu oficina, el cuarto de baño. Si es posible trata de vivir en espacios cada vez más naturales, hechos de materiales como la madera, la cerámica o la piedra.

Rodearse de plantas mejora el bienestar y la productividad
Rodearse de plantas mejora el bienestar y la productividad (borchee / Getty Images)

Crea tu propio jardín zen, como una pintura tridimensional en un pequeño espacio donde distribuyes piedra volcánica y unas rocas. Dale movimiento curvo o círculos concéntricos. Fija tu mirada meditando y observa como calma las olas de tu mente. La naturaleza es sabia.

 

Fuente: lavanguardia.com

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