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La receta de vivir con menos para curar el planeta

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Aprender a vivir con menos y no tirar tantas cosas. Es la receta que el prestigioso biólogo Miguel Delibes de Castro da para contribuir a crear una sociedad más respetuosa con nuestro único hogar: el planeta Tierra

La pandemia nos ha hecho mirar hacia la economía verde como una posible salida de esta crisis. No obstante, nos exige un esfuerzo en reeducación para evitar cometer los mismos errores de siempre. 

¿Qué te preocupa más, el coronavirus o el cambio climático?

El cambio climático, sin ninguna duda. Es un gran problema que se manifiesta de muchas formas (calentamiento global, aumento del nivel del mar, plásticos…) y todas son preocupantes. Lo que estamos pagando y vamos a pagar por destruir la naturaleza es mucho más de lo que el coronavirus pueda suponer.

¿Cuándo dejamos de tener conciencia de que compartimos el planeta con otros seres vivos?

El éxito de la humanidad se ha basado en explotar la naturaleza por todos los medios posibles. Lo que nos ha servido para el progreso durante 10.000 años, desde hace 100 o 50, ha empezado a mostrar signos de retroceso. Vamos a peor.

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¿Se puede decir que la pandemia es la manera que tiene el planeta de intentar recuperar el equilibrio?

Hay quien dice que el coronavirus es un castigo por no cuidar del planeta. Pero yo creo que todas las especies intentan tener el mismo éxito que nosotros. El imperativo biológico es reproducirse cuanto más mejor y morirse lo menos posible. Si en un futuro vamos a habitar una tierra más inhóspita, a lo mejor la población humana empezará a reducirse más deprisa de lo que nos gustaría.

Pero no afecta a todos por igual…

Te voy a poner un ejemplo: nuestros barcos pueden ir a pescar a Camerún y a Senegal y acabar con sus recursos, pero los cameruneses y los senegaleses no pueden venir a trabajar cuando quieran. Si todas esas personas deciden saltarse las normas, puede generarse un estado de desorden que tendrá su origen en la crisis alimentaria, derivada del hecho que hayamos cambiado el clima y, además, acabado con la pesca en Camerún o Senegal. Es una crisis global.

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¿Qué hemos aprendido de esta crisis sanitaria?

La mayoría nos hemos dado cuenta de que somos frágiles. Pero no creo que vayamos mucho más allá de esta enseñanza. Ya vimos lo que pasó con la crisis del 2008: se supone que aprendimos que no podíamos confiar en el ladrillo como vía de desarrollo, pero la mejora de la economía continuaba midiéndose por las grúas que había en el horizonte. Se habla ahora de salir de esta crisis apostando por la economía verde, pero me da la impresión de que la inercia nos va a llevar a seguir haciendo lo que siempre hemos hecho.

Durante el confinamiento hubo muchas imágenes de animales tomando las calles de las ciudades. ¿Echamos de menos el contacto más estrecho con ellos?

Pero se han visto muchos vídeos falsos, que tenían años, y eso me ha disgustado. Sí que se ha notado, por ejemplo, en la reducción de la contaminación del aire; hemos visto crecer la vegetación en parques y cunetas, hay más insectos y, probablemente, los pájaros se han reproducido mejor esta primavera. El efecto sería el mismo si viviéramos menos personas. De todas formas, es ventajista decir que si conserváramos bien la naturaleza no habría epidemias como esta, porque siempre ha habido transmisión de enfermedades entre animales y humanos.

¿Qué podemos hacer para que nuestra huella no sea tan severa?

Podemos intentar reducir el consumo y los residuos, que es al fin y al cabo lo que hemos hecho esos tres meses. Pero lo que a la naturaleza le viene bien a la economía le viene mal. ¿Cómo resolvemos ese dilema? Hay que potenciar estudios de decrecimiento: vivir mejor, o por lo menos igual, sin necesitar estar creciendo todo el rato.

¿Cómo se crea la conciencia ecológica?

En mi caso la tengo desde siempre, aunque es difícil vivir de acuerdo con ella en una sociedad que se desarrolla deteriorando la naturaleza. Dicho eso, por supuesto, creo que la conciencia ecológica se puede crear, y para ello trabajamos.

¿Crees que son importantes iniciativas divulgadoras como la de CosmoCaixa para potenciar la conciencia medioambiental?

En mi opinión, realiza una labor muy positiva a la hora de transmitir conocimientos y saber cómo afecta a la naturaleza nuestra manera de vivir. Es importante que se muestre la conexión entre nuestro estilo de vida y el deterioro del medioambiente, sobre todo entre los más jóvenes.

¿Nos faltan más referentes como Félix Rodríguez de la Fuente o Jacques Cousteau?

Hay tal cantidad de oferta de información, que la aparición de un referente como Félix Rodríguez de la Fuente, aparte de su excepcionalidad como comunicador, es muy complicada. En ciencia cuando uno tiene mucho éxito no solo es porque su trabajo esté muy bien, sino también porque lo vende muy bien. Y no creo que no haya referentes, sino más bien que es más difícil verlos porque hay muchos, y se diluyen.

¿La juventud es nuestra esperanza?

Los movimientos de los jóvenes me parecen el cambio más notable que ha ocurrido en relación con el medioambiente en los últimos 15 años, pero también pueden aprender cosas de las personas mayores: volver al envase retornable, a la talega de tela o a consumir menos. ¡Los residuos de antaño no tienen nada que ver con los nuestros! Tiraban la cuerda de un chorizo, por ejemplo, o no tiraban nada. Sí, tengo confianza en los jóvenes, que nos están llamando la atención sobre un estilo de vida que, al final, les va a acabar perjudicando a ellos. Y curiosamente es un movimiento de jóvenes y de personas mayores. He ido a algunas manifestaciones y me encuentro a gente de mi edad y a muchachos de instituto. Y eso es esperanzador.

Alma es una nueva manera de hablar de lo social. Con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de la Fundación ”la Caixa”. Queremos ser también un punto de encuentro de las infinitas realidades sociales de nuestro mundo. Por eso Alma es la red social social.

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