Llega el verano y con él miles de escolares tienen ante ellos casi tres meses sin clase. Junto a las calificaciones de los alumnos muchos profesores envían largas listas de fichas, fotocopias y recomendaciones de libros para hacer deberes, con el objetivo de que los niños no pierdan el hábito durante los tres meses de verano.
Sin embargo, Pilu Hernández Dopico, maestra y preparadora de oposiciones, se pregunta a través de una nota de prensa: ¿Qué hábito? «Cuando hay un cumpleaños, compramos un regalo, comemos tarta y no por eso lo hacemos todos los días. Cuando llueve el niño sabe que se tiene que poner una ropa determinada y, si es verano, al menos coger el paraguas, ¿hacemos que lo coja todos los días para que no pierda el hábito? No, porque no es necesario, con los deberes ocurre lo mismo. El niño no tiene que estar haciendo deberes en verano por no perder el hábito».
Es más, añade, «es mucho mejor que los niños lean por placer, lo que sea, pero que lean. Que jueguen con sus padres, hermanos, primos, amigos, que jueguen a ensuciarse, a mojarse, a caerse, a tener que poner coderas y rodilleras si es necesario».
La maestra defiende que los deberes en verano no son necesarios, «¿o acaso los adultos en nuestras vacaciones estamos dos horas haciendo cosas de nuestros trabajos para no perder el hábito? Padres, madres, maestros, maestras, dejemos a los niños ser niños y dejemos de crear hábitos sin sentido. El niño ha de ser niño y lo que necesita es jugar con sus padres».
Soñar despierto, quererse, mimarse, ayudar a los demás, leer y escribir son algunos de los deberes que recomienda la maestra como alternativa a los tradicionales. Saludar al entrar y despedirse al salir, saltar en los charcos, compartir con los demás, andar descalzo por la hierba y jugar con globos de agua son otras opciones por las que pueden optar los más pequeños durante estas vacaciones de verano.
Deberes sí, pero con cabeza
Pero no todo el mundo comparte la opinión de Dopico, al menos no del todo. «Cuando un profesor le da a nuestro hijo o hija una hoja de recomendaciones para que haga una serie de labores durante el verano, siempre es para favorecer que cuando empiece el colegio esté más familiarizado con las mismas, le cueste menos comenzar, se adapte mejor y pueda seguir el ritmo de la clase», explica Pedro José Caballero, presidente Nacional de la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos ( CONCAPA). «Todo esto va siempre en beneficio de nuestros hijos. No he visto a ningún maestro que lo que quiera es fastidiar un verano».
Uno de los beneficios que destaca de dedicar un tiempo a estas tareas durante el verano es que posibilita que los más pequeños no dejen de tener la cabeza en movimiento. En vacaciones existe un espacio que se puede emplear en hacer media hora o tres cuartos de hora diarios un poco de esa labor. Después queda el resto del día para diferentes quehaceres, pero el tiempo que se aprovecha siempre es positivo.
Caballero aboga por optimizar este tiempo libre del que se dispone en enriquecer y cultivar otras facetas. Lectura comprensiva, deporte, relaciones familiares y personales, labores humanitarias… Las opciones son infinitas para disfrutar de los días vacacional, que se extiende alrededor de 75 días.
El objetivo es que los niños no estén tres meses sin hacer absolutamente nada y desaprovechen el tiempo de ocio. Deberes sí pero en su justa medida. Una organización óptima de este tiempo puede hacer, en palabras del presidente de CONCAPA, que los jóvenes tengan un empiece de curso que «menos cuesta arriba».
Que el cerebro siga trabajando
«Si pensamos en el cerebro como un músculo, el más importante de nuestro organismo, será mucho más fácil de entender esta cuestión. ¿Cómo se cuida y se trata bien un músculo? Con entrenamiento, suave, continuado, de diferente tipo… Se le debe añadir una buena alimentación y por supuesto es imprescindible descansar», afirmaManuel Antonio Fernández, neurólogo pediátrico.
Para el especialista es importante no tener al cerebro quieto durante esos tres meses de vacaciones. Especialmente en un momento en el que es desarrollo madurativo se encuentra en su máximo esplendor: la infancia y la adolescencia. Por otra parte, señala que hay que tener muy claro qué consideramos como deberes. «Tampoco me refiero a pasar el verano haciendo cuentas, dictados o ejercicios de matemáticas. Hay muchas formas de poder mantener el cerebro activo y en forma sin tener que coger los libros del colegio», asegura. Alternativas que se basen en el uso de dispositivos electrónicos o videojuegos pueden ser una opción interesante.
La realización de deberes permite afianzar conceptos aprendidos durante el curso y además, facilitar el inicio del curso al llegar septiembre, en palabras de Fernández. La realización de actividades mentales ayuda a mantener activos los distintos mecanismos neurológicos implicados en la regulación de las funciones ejecutivas.
Las funciones ejecutivas son las capacidades que tiene nuestro sistema nervioso de gestionar procesos como la atención, el movimiento o los impulsos. Para hacer deberes, los pequeños necesitan permanecer atentos, estar quietos y tener paciencia. Si se permite que no trabajen esto durante las vacaciones, «necesitarán reactivarlos a la vuelta y nos podemos encontrar con dificultades de adaptación».
Aconseja tener la mente abierta ante estas situaciones porque nadie dice que jugar no sea pedagógico ni que haya actividades que no sean divertidas. Compatibilizar ambas y conseguir que los niños aprendan jugando o jueguen aprendiendo es la clave en este caso. «Una cosa es hacer actividades de forma relajada y divertida, y otra, pasar el verano haciendo deberes y tareas sin ver el sol», apostilla el experto. «Hay tiempo para todo pero necesita organización y planificación por parte de los padres. Por supuesto, si podemos tener la ayuda de las administraciones para contar con diferentes actividades de verano, las cosas serán mucho más sencillas».
Fuente: abc.es