El estrés, por la demanda creciente sobre niños y padres, cada vez es un factor más común en la crianza. Los veranos en el pueblo, las tardes en el parque en muchos casos han pasado a ser actividades extraescolares que generan un presión muy grande sobre niños y adultos.
De que los hijos son una bendición, no hay duda. Que seamos conscientes del precio del estrés parental que conlleva su crianza para los padres y su reflejo en los niños es otro asunto. De hecho, podemos decir que la crianza de los hijos se ha convertido casi en una carrera de fondo.
Durante el período de gestación se les dice a las futuras mamás que el estrés es un factor de riesgo, de hecho puede tener consecuencias desastrosas para el desarrollo de los más pequeños. Sin embargo, muchos de estos cuidados y atenciones cambian radicalmente una vez que el niño ha nacido.
Buena parte de este estrés surge de una moda: llenar las agendas de los niños de actividades extraescolares. En muchos casos, a eso se añade el malestar derivado de la culpa que sienten muchos padres por no pasar demasiado tiempo con sus hijos.
Los consejos a las madres
Cuando el bebé ya ha nacido, en pocos casos se le explica a los padres cómo hacer frente al estrés o cómo no generar estrés. Al contrario, en muchos casos se supone que es algo que tienen que ir aprendiendo de manera natural por el camino. Por otro lado, el hecho de que la madre tenga una carrera profesional no suele disminuir la altura de los listones que tiene que saltar.
Este hecho, por sí mismo, ya es estresante. Además, una buena cantidad de especialistas recomiendan que el recién nacido duerma en la habitación parental, pero no en la cama de los padres.
Por otro lado, la madre también debe tener cuidado con lo que come en el caso de estar con la lactancia. Además, puede flotar en el aire la idea de que, si la mujer vuelve al puesto de trabajo, no quiere lo suficiente a tu bebé; si no vuelve a trabajar, también puede aparecer la idea compartida de que no te quieres lo suficiente.
Hacer continuamente cosas por tu hijo
Todos estos factores nos dan una ecuación de padres muy cansados y estresados. Personas que corren detrás del segundero, intentando encontrar tiempo en los lugares en los que se evapora.
En cuanto los niños tienen edad suficiente para empezar clases de música, practicar algún deporte o aprender un idioma el estrés todavía puede aumentar. llevarlos, traerlos, estar pendientes de sus horarios…
Estas actividades, además de tiempo, requieren recursos económicos para pagar matrículas y mensualidades. En distintos momentos los padres pueden preguntarse si pueden cubrir una formación más completa para sus hijos. La consecuencia es el ajuste presupuestario y en muchos casos el aumento de horas dedicadas al trabajo para obtener el dinero que cubra la formación.
El precio real del estrés parental
Este estrés sostenido en el tiempo erosiona la salud. Empezarán los dolores de estómago, musculares y de cabeza. Las consecuencias a largo plazo son todavía más peligrosas e incluyen subida de la presión arterial, problemas coronarios y trastornos como la ansiedad y la depresión que afectan a la salud mental.
Eso en referencia a la salud de los padres. Pero lo cierto es que este grado de estrés parental también afecta, y mucho, a los hijos. Desde el comienzo de la gestación, el estrés de la madre tiene reflejo en el pequeño.
Estudios llevados a cabo sobre este aspecto muestran que el estrés maternal durante el embarazo puede afectar a la fisiología del niño y también a su estabilidad emocional.
Además, durante los dos primeros años de vida, los niños con padres que sufren de estrés y ansiedad suelen producir un contagio en la cadena de sucesión. De la misma manera, parece que un estilo de crianza muy controlador actúa como potenciador de esta ansiedad.
No hace falta correr para ser buenos padres
De acuerdo con estos datos, se llega fácilmente a la conclusión de que unos padres estresados representan de alguna manera un peligro para ellos y para los pequeños. Demasiadas actividades y «opciones de éxito» para un hijo pueden derivar en todo lo contrario si el estrés se constituye como compañero constante.
Quizás sea el momento de reducir la velocidad y volver a replantear todo de nuevo. Quizás tantas actividades no sean necesarias o puedan ser sustituidas por otras más sencillas que produzcan menos presión. Quizás la academia o el centro del barrio no sea el mejor, pero también quizás optar al mejor tenga un precio a largo plazo en cuanto a salud que no podamos pagar.
Fuente: lamenteesmaravillosa.com