La relación de apego que establezcamos con nuestros hijos les ayudará a forjar su armazón emocional de una u otra manera. ¿Cómo puede ser este vínculo?
Hay un regalo que los padres siempre podemos hacer. El amor incondicional y el apego seguro ayudan a nuestros hijos a tener una autoestima positiva, relacionarse asertivamente con los demás, tener motivaciones para lograr sueños y saber reconocer y gestionar sus emociones.
Nuestros hijos son más valiosos de lo que pensamos. Ahora bien, ¿cómo podemos los padres ayudar a nuestros hijos en este sentido?
En primer lugar… ¿Qué es el armazón emocional?
El armazón o estructura emocional del niño está compuesto por las capacidades y aptitudes personales que le permiten desenvolverse con éxito en su día a día. Los elementos que lo componen son los siguientes:
- Personalidad estable y suficientemente sólida. Lo que implica seguridad en sí mismo, fortaleza, sentido de la realidad o una buena tolerancia a la frustración.
- Habilidades sociales. Capacidad de sentir empatía e interés por el otro.
- Interés por el entorno. Aptitudes para explorar y de aprendizaje del mundo que le rodea a través del juego y de la interacción con personas y objetos de su alrededor.
Estamos acostumbrados a escuchar que influimos mucho en la personalidad y en el desarrollo emocional de nuestros hijos. ¿Pero está todo en nuestra mano? ¿Quiere esto decir que podemos crear al hijo que deseemos?
Por mucho que nos guste hacerles la vida más fácil, los niños no son como un folio en blanco en el que poder dibujar todo aquello que nos gustaría que fuesen y les deparase el futuro, pero sí que es cierto que nuestra relación y el modo en que interactuamos con ellos puede afectar el desarrollo de su estructura emocional.
A esta relación o vínculo se la denomina apego, y en función del tipo de apego que establezcamos con nuestros hijos, estaremos marcando unas bases más o menos positivas para el desarrollo de su personalidad.
Relación entre el tipo de apego y el desarrollo emocional del niño
La relación de apego es el vínculo afectivo que se establece entre el recién nacido y la persona más cercana a él, la que le proporciona cuidados, afecto y seguridad. Es la primera relación que se tiene en la vida y a partir de la cual formamos nuestros esquemas a la hora de expresar nuestras emociones y de desarrollar nuestra personalidad.
- Apego seguro. Se desarrolla cuando los padres responden a las necesidades y demandas emocionales de los hijos, mostrándose disponibles emocionalmente y transmitiéndoles confianza y seguridad.
- Apego inseguro. Este tipo de apego aparece cuando el cuidador no cubre todas las necesidades del niño en cuanto a su cuidado, tanto físico como emocional. Suele tratarse de padres ausentes emocionalmente, poco afectivos y disponibles.
- Apego ambivalente y apego desorganizado. Suelen aparecer en estilos de crianza negligentes, con violencia y con patrones inestables de afecto. Por ejemplo, si el niño acude al cuidador en busca de consuelo, este le responde con amabilidad unas veces y en otras se muestra impasible o le grita para que se calle.
Fomentar que nuestros hijos tengan una estructura emocional saludable no es fácil, y no depende solo de nosotros. Influye su estilo de personalidad, el ambiente en que se cría, las circunstancias… Pero tomando conciencia de que lo que más necesita un niño es amor incondicional, seguridad y confianza, y tratando de proporcionárselo, estaremos haciendo mucho.
En ocasiones, nos preocupamos mucho por su educación, que vayan a buenos colegios, que aprendan idiomas o que destaquen en deporte, y olvidamos que si no forjamos su armazón emocional, todo lo demás es superfluo.