Todo el mundo tiene una opinión sobre la educación y sobre lo que los profesores deberían hacer. Desde la madre metida a bloguera hasta el gurú que imparte charlas, pasando por los políticos que hacen y deshacen leyes educativas, todos tienen infalibles teorías pedagógicas. Que si “los profesores deberían aprender del modelo finlandés”; que si “los docentes deberían quejarse menos y trabajar más”; que si “el maestro debería saber adaptarse a cada niño”; que si “la escuela debería dejarse de experimentos y centrarse en lo básico: las Matemáticas, la Lengua y el Inglés”…
Hace tan sólo un par de décadas, los profesores eran figuras revestidas de autoridad y respetabilidad que nadie se atrevía a contestar. En la era de internet, donde la información es gratis y circula por todas partes, el docente no sólo es cuestionado sistemáticamente, sino que se le responsabiliza de todos los males. Si los niños no saben, es culpa del maestro; si no son felices, también.
“Vivimos un momento en el que se habla más que nunca de educación y, sin embargo, la opinión de los docentes se nos presenta casi siempre en un segundo plano. Queremos que las personas que se muevan o no en el ámbito educativo, sean un poco más consciente de la presión que soportan los profesores y que se pregunten hasta qué punto su voz está siendo, en no pocas ocasiones, gravemente deslegitimada“.
Todos debemos reflexionar sobre la necesidad de que la sociedad en su conjunto reconozca el trabajo de nuestros maestros y profesores.
Los profesores pasan por una prolongada crisis de reputación. La profesión docente está entre las 10 más valoradas Pero los docentes, en su mayoría, creen que su trabajo es poco valorado por la sociedad.
A todo ello no ayudan los grupos de WhatsApp que han creado los padres para seguir en contacto después de clase y que a menudo sólo sirven para criticar al profesor. Suelen ser una fuente de ruido que no beneficia en nada a la autonomía educativa de los alumnos y que genera tensiones y conflictos evitables entre los colegios y las familias.
Las campañas antideberes vuelven a cargar las culpas sobre las espaldas de los docentes y hacen más grande la brecha existente entre los profesionales y las familias.
Sobre quién recae la responsabilidad del proceso enseñanza aprendizaje
Consideremos que los agentes educativos más importantes son el alumno y el profesor, así quienes intervienen directamente y con más intensidad son alumnos y profesores. Entonces, si nos planteamos de quién es la responsabilidad de que un proceso educativo se de con éxito, podemos responder que depende de los dos agentes que lo conforman. Ahora bien, considero que el profesor debe tener un papel destacado puesto que es el experto. Pero no entendiendo el experto como aquel que sabe sobre el tema sino como quien sabe como enseñar.
El profesor es el experto en enseñanza, el alumno no. Por tanto, es el profesor quien debe dirigir el proceso de aprendizaje aunque permita al alumno construir su propio aprendizaje. Es un poco complejo.
El maestro tiene la responsabilidad de cumplir unos objetivos educativos, y de transportar a los alumnos de un punto al otro. Tiene también la responsabilidad de que la mayoría de alumnos lleguen a la meta con éxito.
El alumno tiene la responsabilidad de ejercer su papel, es decir, de aprender y de seguir ese camino hacia la meta. El alumno debe organizar sus procesos y su aprendizaje de modo que le lleven a aprender.
Así, se trata de una responsabilidad compartida aunque tiene más peso el profesor en cuanto a la organización del proceso. Mientras qu el alumno tiene más responsabilidad en cuanto al proceso mismo de aprender y su consecución. En realidad, si el alumno no quiere, no aprenderá, pero… ¿de quién será la culpa?
Fuente: elmundo.es