¿Es eficaz expulsar a un alumno de clase cuando interrumpe constantemente? ¿Se le está privando de su derecho a la educación? ¿O debe prevalecer el derecho del resto de compañeros a seguir el desarrollo de la clase? Este es un debate siempre abierto en la comunidad educativa que se ha vuelto a reactivar tras una reciente advertencia de la Academia Americana de Pediatría. Este organismo considera que expulsar a un alumno de clase o del colegio es una medida contraproducente, ya que puede generar más abandono escolar y los chicos tienen más riesgo de incurrir en comportamientos inapropiados, como consumir drogas.
Que a los alumnos se les expulsa de clase es una realidad en las aulas españolas, más propia de Secundaria. Pero ni sucede todos los días, ni de forma excepcional. De hecho, esta sanción está regulada en decretos de convivencia o de derechos y obligaciones de los alumnos que aprueba cada Comunidad Autónoma. Normas que, luego, cada centro educativo adapta en su plan de conviencia.
Según cometa una falta leve, grave o muy grave, el alumno pueden ser expulsado de clase diez minutos, —«lo más frecuente», dice Inmaculada Suárez, responsable del servicio del Defensor del Profesor del sindicato de profesores ANPE—, una hora, o en los casos más graves, varios días de una materia o de todas, o hasta una semana del colegio (por ejemplo, si acosa a un compañero).
«Si se abusa y no se sabe utilizar no es una medida efectiva. Pero sí es útil cuando se aplica correctamente porque los demás alumnos no pierden esa hora y el estudiante expulsado aprende la lección», explica José Miguel Campo, secretario general del Colegio Profesional de la Educación y profesor de Secundaria en un instituto de Torredolones. «En mi centro con 1.200 alumnos solo habremos expulsado un día de clase a entre 15 o 20 alumnos en todo el curso».
Más allá de las faltas de respeto
«La expulsión a veces es imprescindible, pero hay que utilizarla con mesura y ponderación porque tiene el riesgo de que el alumno pueda utilizarla en su propio beneficio. A veces basta con avisarle de que será expulsados y, ante la preocupación de cómo reaccionaran sus padres, el chico rectifica», añade José Luis Carbonell, pedagogo y profesor de la Escuela de Familia de la Fundación Proforpa.
Para los profesores tampoco es un plato de gusto, pero los comportamientos en el aula sobrepasan en ocasiones la falta de respeto, como advierte Inmaculada Suárez. No es tan raro que un alumno «tire un estuche a la pizarra cuando el profesor está explicando, ponga los pies encima de la mesa, coma un bocadillo, escuche música o se ponga a bailar en clase. En estos casos sí se expulsa al alumno. Pero cuando un chico habla con otro solamente se les llama la atención», asegura Suárez.