La innovación en el ámbito educativo siempre supone un proceso de transformación, pero ¿qué es lo que se entiende por innovación? Las habilidades de los docentes para atraer la atención de los alumnos o el trato directo entre alumno y profesor pueden ser elementos decisivos para implantar cambios en la clase.
Innovación es un palabra polisémica que se utiliza con muchos significados diferentes, adaptándola muchas veces a conveniencia. En lo que siempre hay acuerdo es en que supone un cambio. Éste se producen cuando existe una disconformidad: se está cansado de estar cansado de hacer lo mismo y de obtener, como es lógico, los mismos resultados. Si queremos innovar debemos iniciar un proceso de transformación para mejorar en algún aspecto que tiene que fijarse inicialmente. Puede que sea reducir el absentismo, introducir las TIC, mejorar la convivencia, favorecer la inclusión, etc.
El papel del docente
Una vez bien definida la meta estableceremos qué nos hace falta, cuánto tiempo estimamos que necesitaremos, a quién implicará y qué pasos hay que dar para conseguir los objetivos. Siempre con una evaluación y reflexión de cada acción que se realice.
La innovación en educación, en muchos casos, no habla de nuevos métodos de aprendizaje o enseñanza sino de cómo mejorar el proceso que favorezca el desarrollo de diferentes capacidades: la comunicación, la flexibilidad, la empatía, la creatividad, trabajar en grupo, favorecer la inclusión… Las competencias de los alumnos del siglo XXI reflejan que para que esto suceda se tiene que producir un cambio en el rol del docente.
Para ello hay que diferenciar entre capacidad y habilidad. En el caso de los docentes, se presupone la capacidad para enseñar por tener una carrera universitaria y haber hecho el Prácticum o Máster de Secundaria. Sin embargo, tener la habilidad de enseñar es conseguir que nuestros alumnos aprendan, atendiendo a sus necesidades concretas. Para conseguirlo podemos usar el método tradicional expositivo o utilizar cualquier metodología. Lo que parece claro es que hay que conseguir motivar al alumnado para despertar su curiosidad, que haga y se formule preguntas, y generar buenos mapas cognitivos. Esa es la verdadera innovación en educación.
La relación con el alumno: ¿germen de la innovación en educación?
Otro aspecto a tener en cuenta, es que en la escuela de hace 50 o 60 años el conocimiento personal entre el docente y el alumno era mucho más sencillo. Había una relación directa y estrecha. Se sabía quién era la familia, su contexto social, lo que hacía fuera de las aulas, etc. Ahora, esto ha cambiado. Aunque estamos en la era de la conectividad hay una gran desconexión entre las personas: ¿habría que recuperar la perspectiva humanista? Quizá nos hemos olvidado de que los alumnos de Infantil, Primaria y Secundaria están en pleno desarrollo personal, con todo lo que eso supone a nivel físico y mental. ¿Acaso el papel del docente podría ser más activo para ayudar más al desarrollo del ‘ser’, y no centrarse únicamente en lo que deben ‘conocer’ al final de curso? Estaría bien analizar si en la sociedad actual esto es también innovación en educación.
Las habilidades para afrontar el futuro: ¿novedosas?
El mañana es incierto pero el hoy está aquí y es ahora. No hay que formar a ciudadanos del futuro sino a personas del presente y, para ello, hay que dar a nuestros alumnos una formación adecuada y dotarles de recursos para afrontar la vida. Esto se puede conseguir haciendo que:
- Aprendan a trabajar en equipo.
- Sean responsables en el trabajo: sin favorecer el error como método de aprendizaje pero tampoco estigmatizarlo.
- Desarrollen autonomía.
- Sean conscientes de su aprendizaje y reflexionen para interconectar el conocimiento.
- Evalúen las oportunidades y sepan aprovecharlas.
- Avanzar y mejorar supone un esfuerzo pero se ve recompensado con la satisfacción de ser conscientes de superarse.
Ahora bien, ¿alguno de estos puntos puede ser considerado innovación en Educación?