Un acosador no se siente mal después de un acto de acoso
Hace referencia a campañas sociales donde por ejemplo, una chica insulta a otros niños en la escuela para después, pasar a un plano donde la vemos menospreciándose a sí misma mientras se mira a un espejo.
Esta psicóloga nos advierte que se trata de una visión reduccionista del grave problema del acoso y el bullying en todas sus formas. No se ajusta a la realidad porque en la gran mayoría de casos estos acosadores no se comportan así.
“El peligro de creer que ellos también se sienten mal es que esta percepción nos impida enfrentar correctamente el problema”
Mary C. Lamia
El agresor no percibe un dolor empático del daño
Los actos de ataque, insultos y acoso se producen, precisamente, porque el agresor no percibe el dolor empático del daño que está provocando. Por tanto, al llegar a casa no sienten el dolor del recuerdo por lo sucedido.
Este tipo de acosadores, curiosamente, pueden ser muy efectivos generando vergüenza y humillación porque son capaces de identificar intuitivamente las inseguridades de una persona y saben cómo atacarlas.
De lo que se trata realmente, es de un dolor previo, no posterior al ataque. Esa forma de actuar es una proyección de su propia vergüenza y los sentimientos de inferioridad que se despiertan en su interior y son usados como ataque a la vulnerabilidad de la víctima.
No son conscientes del odio o la baja estima que sienten por ellos mismos
Esto permite el alivio de la evasión emocional ya que atacar a otra persona permite girar el foco hacia uno mismo y proyectarlo en el otro. Otra de las recompensas es la generación de estímulos positivos ante la exposición a una situación violenta donde se ejerce la superioridad física. Para saber más sobre este tema consultar el libro: Nathanson, D. (1992). La vergüenza y el orgullo: el afecto, el sexo y el nacimiento del yo. Nueva York: Norton.
El mecanismo es perversamente sencillo: infravalorar a otros para aumentar la autoestima propia. Sin embargo, no es un acto consciente. En ningún momento son capaces de identificarlo como un acto de defensa.
Una visión más ajustada a la realidad debe asumir que el agresor no es consciente de su autopercepción negativa. Según esta psicóloga, creer que puedes partir de la base de la tristeza o culpa del acosador no te permitirá afrontar el problema eficazmente. Para poder entender al acosador no podemos pensar que se siente como una persona “normal” tras un acto así.
Para ello, podríamos incluso llegar a ver, guardando las distancias, al acosador como un animal asustado cuya malaga adaptación a experimentar miedo o vergüenza lo lleva automáticamente a atacar agresivamente a víctimas que considera que no pueden reacción a ese ataque.
Cómo reaccionamos ante la vergüenza o el miedo
A medida que los humanos crecemos, nos vamos adaptando a estas situaciones de miedo o vergüenza. La psicóloga nos explica que estas respuestas de vergüenza distintivas son las que dan forma a las relaciones que tenemos con los demás y con nosotros mismos. Estas respuestas aprendidas al sentimiento de vergüenza y miedo son muy variadas incluyen retirarse, evitar, atacarse a uno mismo y atacar a otros.
En respuesta a la vergüenza, nos alejamos para poder ocultar nuestros sentimientos de los demás por el temor a que nos hagan daño con su desprecio. Esto nos puede llevar a una depresión aislada por lo que el efecto más común en la soledad.
Sin embargo, una respuesta de evasión implica una reacción muy distinta. La persona actuaría generando una protección egocéntrica que puede implicar el abuso de alcohol, otras sustancias tóxicas o comportamiento adictivo.
Otra de las respuestas respuestas más comunes a la vergüenza es atacarse a sí mismo de manera psicológica o físicamente auto agresiva. Esta es una respuesta de consentimiento.
Sin embargo, aquellos que intimidan usan la respuesta de vergüenza más primitiva y destructiva: atacan a otros. El ataque, no es más que otra respuesta a la vergüenza propia.
Ocurre cuando un individuo se siente psicológicamente en peligro y no sabe gestionar emocionalmente lo que le está sucediendo. Normalmente esto sucede porque el ambiente en el que ha sido educado ha permitido el uso del ataque o la violencia como respuesta resolutiva ante un conflicto.
Según esto, las personas acosan a otros porque tienen una baja autoestima implica que son conscientes de sentirse mal con ellos mismos.
Pero esta visión desarrollada tanto por la psicóloga Mary C. Lamia como por el doctor Donald L. Nathans defiende que los agresores en realidad no experimentan una baja autoestima. Consultar también:
Thomaes, S., Bushman, B. J., Stegge, H., y Olthof, T. (2008). Superar la vergüenza por explosiones de ruido: narcisismo, autoestima, vergüenza y agresión en adolescentes jóvenes. Desarrollo del niño, 79, 1792-1801.
Para estos investigadores, su orgullo central los protege completamente de la auto-denigración. La arrogancia está relacionada con el egoísmo y, en algunos casos, con el narcisismo inadaptado y mal adaptado.
Los matones no atacan a personas seguras. Atacan lo que les parece debilidad. Los niños y los adultos somos vulnerables y estamos teniendo una visión distorsionada del problema si empatizamos con los agresores pensando que realmente sufren los efectos de la baja autoestima.
De hecho, las víctimas de la intimidación tienden a ser personas tan sensibles que pueden atacarse a sí mismas en respuesta a un ataque externo.
Por contra, los niños que se unen en indignación contra el acoso escolar tendrán un contenedor para sus sentimientos, ya que a menudo las víctimas de los matones están aisladas o en silencio como resultado de ser avergonzados. Por tanto, es esencial cómo los compañeros, aquellos que miran en silencio lo que está sucediendo, se posicionan ante la víctima y el agresor.