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Las constructoras de la ciudadanía

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Ylonka Nacidit-Perdomo

El presente, y el futuro de la mujer,  desde el Siglo de las luces y la proclama de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,  opera desde un paradigma  único: el tiempo histórico como reconstrucción abstracta de la experiencia de las generaciones, donde leemos fragmentos de vidas, testimonios y una cronología de hechos que configuran paradójicas efemérides políticas, proclamas de derechos, gestas y un credo de emancipación e igualdad, así como de pensamiento propio.

Tejer y destejer los cánones y prolijidad del espacio  público en el cual han actuado las mujeres dejando sus huellas en asuntos de política y gobiernos, requiere de una densa síntesis o de un ideario que legitime con evidencias significativas nuestras heredades y postulados, independientemente del entorno heterogéneo, fragmentado, o bien, dividido por estereotipos o posiciones mitificantes de una cultura de opresión.

Puesto que, las memorias colectivas se mezclan con las ideas  para pulsarlas, en las hendiduras casi imperceptibles de la Historia se puede leer el pasado, no sólo con un sentido de orden, sino también con un sentido de los hechos, de lo heroico y de la hazaña, que convierte a los hechos en el arma privilegiada de un proyecto de deber y gloria.

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La mujer dominicana posee una peculiar manera de percibir las circunstancias históricas, una gran capacidad batalladora como coordenadas de su imaginario y de su orden simbólico femenino, exhibiendo y explicando su  plena conciencia de sentirse  existencialmente vinculadas las unas a las otras, en especial, porque es ésta una época en la cual hay una urgente necesidad de escuchar a los demás, de captar las realidades, y los matices que expresa la nación.

Derrumbando las concepciones falocéntricas de Occidente,  Abigail Mejía (1895-1941), una de las pioneras de la construcción de nuestra ciudadanía,  inicia   a fines de la década del 20 del siglo pasado sus intensas campañas de alfabetización para las obreras nocturnas, proporcionándole orientación para su avance político, social, cultural, económico y laboral.

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Posteriormente, en el contenido de su Ideario Feminista (1933) plantea las herramientas para hacer frente al pensamiento coercitivo y misógino, dando cuentas  del status de la mujer como un subgrupo social marginado, cuestionando los principios constitucionalistas del naciente Estado liberal burgués del siglo XVIII, traspasando al terreno social el concepto de la diferencia de los roles masculino y femenino.

Cuando se inicia el movimiento del sufragismo de vanguardia en la década del 30 del siglo XX en la República Dominicana,  las mujeres éramos una mayoría sin oportunidades sociales, sin derecho a hacer críticas públicas, sin incidencia en el gobierno, sin referentes políticos, invisibles, sólo con la responsabilidad de la maternidad.

La Acción Feminista Dominicana (AFD), fundada en 1931, lideró el movimiento feminista durante dos décadas junto a Las Sufragistas. Fue al decir de Abigail Mejía  la «primera colectividad femenina que se lanza a la política entre nosotras», ya que  entendía que «La mujer, sin derechos no podrá cumplir todos sus deberes. Si hay buenos gobernantes no podrá prestarle su cooperación;   si lo hubiere malos no podría evitar que surgieran ni tratar de que enmendasen desmanes con suaves meditaciones, benéficas sin duda. Por ello, respecto a la política nacional, nuestro propósito, ya inmediato, debe ser la conquista de nuestros derechos. Es algo que reclama la febril hora presente.»

Desde el 15 de marzo al 5 de mayo, se muestra en la Sala María Ugarte del Centro Cultural de España en Santo Domingo (CCE), en ocasión del centenario de  su  diario «Hojas de un Diario Viajero» (1919), la historia de vida de Abigail Mejía (1895-1941), una dominicana educada en Barcelona, artística e intelectualmente, pionera del movimiento sufragista en la República Dominicana, escritora  y fotógrafa, humanista, feminista, políglota, Maestra Normal y biógrafa. La exposición cronológica sobre una de las constructora de nuestra ciudadanía se denomina: Abigail Mejía: «No le pongamos alas a la imaginación», y cuenta con la curaduría de Ylonka Nacidit-Perdomo,  auspiciada por el Centro Cultural  de España (CCE), y  dividida en cuatro ámbitos:

  1. «¿Quién sabe el destino, por qué sufrir hace? ». 1882 a 1908

Abigaíl Mejía Solière nació en Santo Domingo en 1895, en la calle Consistorial No. 68  (hoy Arzobispo Meriño). Sus padres Juan Tomás Mejía y Cotes y Carlota  Solière de Wint  casaron en 1882, divorciándose en 1904. Sus primeros estudios los realizó en el Liceo Dominicano, y en el Instituto de Señoritas «Salomé Ureña».  Es en agosto de 1908 que, junto a su madre  y a sus hermanos, viaja a Vinaroz, y de allí a Barcelona donde se establecen.

  1. «No hay como viajar para ver las cosas en sus verdades magnitudes. » 1908 a 1919

Abigail realiza su  Primera Comunión en la iglesia  del Colegio de las Religiosas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús (1909). Se gradúa en la Escuela Normal de Maestras de Barcelona (1912), ciudad donde empieza a publicar en «El Hogar y la Moda» en 1914. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, reside en París;  aprovechando la neutralidad de España se traslada a San Felipe de Llobregat, donde inicia su labor  docente en el Colegio Ibérico.

III.   «Anda, anda, y mira con toda la fuerza de tus ojos. » 1919  a 1930

Abigail regresa a la República Dominicana, luego de once años de ausencia.  A bordo del vapor Clyde escribe «Hojas de un Diario Viajero» (1919). Publica su primer libro Por Entre Frivolidades  en Barcelona (1922). Viaja a Roma, Lourdes y Madrid en 1925. Es nombrada profesora de la Escuela Normal de Santo Domingo (1926). Funda el «Club Nosotras» (1927). En 1929 viaja para la Exposición Internacional de Barcelona, sigue  a Granada, Sevilla  y luego  a París, de visita a los museos.

  1. «No deberíamos dormir, sino soñar despiertas. » 1930 a 1941

Abigail contrae matrimonio con el asturiano Senén Fernández Valle (1930). Nace su único hijo, Abel, en 1931 y, funda la «Acción Feminista Dominicana»; participa en manifestaciones patrióticas, escribe para el Listín Diario sus artículos sobre el Código Penal (1932); es nombrada Directora del Museo Nacional y da a conocer su tratado ideológico denominado Ideario Feminista (1933);  organiza el Voto de Ensayo de la Mujer (1934). Se divorcia en 1938 y, fallece en 1941 a causa de una pulmonía renal.

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