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¿Cómo resolver conflictos en el aula?

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La sociedad parece que nos incita a hablar mal de otros a sus espaldas, a gritar, a insultar e incluso a agredir físicamente. El aprendizaje de la convivencia se dificulta en la adolescencia porque no aprendimos antes a comunicarnos utilizando la palabra.

Un centro educativo, además de ser un espacio de aprendizaje, es un lugar de convivencia, y por ello, un espacio en el que hay conflictos que debemos abordar. Conflictos que se producen fruto de las relaciones que se establecen entre alumnos y profesores.

Aprender a vivir juntos debe formar parte de lo que entendemos por calidad educativa. Aprender a resolver conflictos en el aula o bien en el recreo, permite conocer y practicar los procesos para el logro del respeto mutuo, la solidaridad y la tolerancia, para convivir en armonía y adquirir habilidades protectoras frente a la violencia.

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Empecemos preguntándonos: ¿Cómo enseña la escuela a resolver los conflictos en el aula? ¿Agrediendo o dialogando? ¿Quién los resuelve?

En general, cuando surgen conflictos, los resuelven los adultos sin contar con la capacidad de los niños y adolescentes para confrontar opiniones, ponerse de acuerdo y asumir las consecuencias de su manera de actuar.

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No se cuenta con ellos y se adoptan actitudes autoritarias y agresivas. O se hace caso omiso ante sus conflictos permitiendo que los resuelvan «a su manera», agrediéndose entre ellos, sometiéndose unos a otros.

La institución escolar no enseña a resolver las situaciones conflictivas. Cada profesor actúa según su propio criterio siguiendo el modelo tradicional, que castiga al agresor y defiende al agredido compadeciéndole.

A menudo, cuando el profesorado no sabe cómo actuar, envía a los niños «agresores» a la dirección, o habla con los padres para que corrijan a sus hijos, sin tener en cuenta que el conflicto no se generó en casa sino en la escuela y que por lo tanto es ahí donde se debe resolver.

EL DOCENTE COMO MEDIADOR ANTE LAS CONDUCTAS VIOLENTAS

Niños y adolescentes siguen sin aprender a resolver sus conflictos pacíficamente, porque el modelo social, inherente a la familia y la escuela, no promueve la convivencia armónica sino que suscita agresividad.

  • Al agredido, en lugar de enseñarle a poner límites, a defenderse diciendo «no» con firmeza y a pedir ayuda si no le escuchan, le defienden compadeciéndole, educándole para ser víctima, o se le anima a agredir diciéndole «¡Defiéndete!», refiriéndose a que devuelva la agresión.
  • Al agresor, en lugar de enseñarle a controlarse apartándose del grupo, a hablar para decir lo que quiere en lugar de agredir, le reprenden con gritos, descalificaciones, culpabilizándole, castigándole… Le etiquetan de «agresivo», «insociable» o «egoísta», transmitiéndole la idea de que es así, de que no puede cambiar, contribuyendo de esta manera a perpetuar su comportamiento ofensivo.

Para contrarrestar la ausencia de modelo social no agresivo, es imprescindible que la escuela programe la enseñanza de la resolución de conflictos por la vía pacífica, potenciando el papel del mediador, asumido por todos y cada uno de los alumnos.

“Deberíamos enseñar a nuestros alumnos a comunicarse dialogando, a defenderse hablando, a aceptar las diferencias, a comprender, a respetar, a manifestar su punto de vista, a escuchar, a establecer acuerdos…”.

Su método se basa en la negociación y el diálogo, trabajando en equipo:
1.- La base de la convivencia es el diálogo y los acuerdos. Para resolver conflictos en el aula es necesario saber dialogar y ponerse de acuerdo. Por otra parte, trabajar en equipo permite a los alumnos practicar los valores, convivir en armonía regulando sus reacciones emocionales, adquirir habilidades para resolver sus conflictos y ser ciudadanos responsables y solidarios.
2.- El diálogo consiste en expresar claramente el propio punto de vista y escuchar con empatía el punto de vista de los demás.
3.- Para enseñarles a dialogar, primero les debemos escuchar: ¿Qué piensan, creen, opinan, sienten…? Después expresaremos nuestro punto de vista.
4.- Los acuerdos consisten en establecer las normas y límites de convivencia que se necesitan, así como las consecuencias que ayudan a cumplir las normas que les cuestan.
5.- En el centro escolar se debe establecer un tiempo para enseñar a los niños a resolver sus conflictos mediante el diálogo y el acuerdo. Se les dice que les vamos a enseñar a convivir en paz. Y se resuelve un conflicto diferente en cada sesión.
6.- Los niños necesitan que les enseñemos a resolverlos, en lugar de hacerlo nosotros. No debemos pedirles que los solucionen sin haberles enseñado cómo hacerlo.
7.- Les enseñaremos cuando ellos y nosotros estemos tranquilos. En el momento del conflicto los separamos y después hablamos… sin gritos, sin quejas, sin recriminaciones, sin culpabilizar.
8.- Al agredido no debemos defenderle ni animarle a agredir. Le enseñamos a decir «no» con firmeza. Si no le hacen caso, tiene que pedir ayuda.
9.- Al agresor le enseñamos, sin agredirle, a decir lo que quiere y a controlarse, a tranquilizarse, alejándose del niño con quien tiene el conflicto.
10.- Establecemos las normas y límites de convivencia: lo que pueden y lo que no deben hacer.

Aula Siena, partiendo de esta premisa, ofrece sus cursos,  y recursos prácticos al educador para enseñar a resolver conflictos en el aula. Para potenciar la convivencia solidaria en un ambiente de libertad y disciplina.

Fuente: aulasiena.com

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