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Un buen colegio

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Por Ángel Palacio

Todos nos preguntamos alguna vez: cuál es un buen colegio para mi hijo?

Con los colegios pasa como con todas las cosas. Una camisa o una blusa por ejemplo. Todas las camisas son buenas. Una buena camisa para mí es la que se me acomoda. Con la que me siento bien y cubre mis necesidades.

En algo debemos estar claros. Una camisa buena, una buena blusa, no es la más cara, no es la que usa tal famoso o famosa, la que usa todo el mundo, la que tiene más fama o más propaganda. Es la que me hace sentir bien y sirve para lo que ando buscando.

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El problema con la educación es que no se sabe lo que se anda buscando. El problema de algunos padres es que están equivocados en lo que andan buscando.

La educación es un asunto complejo. Se le pueden asignar muchos objetivos y contemplarla desde muchas perspectivas. Pero tiene una misión fundamental, que es parte de su propia esencia.

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Los seres humanos tienen diferentes oficios con los que se desenvuelven en la vida. Hay médicos, abogados, sastres o parqueadores de carros.

Pero todos tenemos un oficio común por el que pertenecemos a la especie humana. El médico es una persona que cura, el abogado una persona que defiende causas, el cirujano una persona que practica operaciones, el banquero una persona que traba con dinero. Todos tenemos el oficio de ser personas.

La Universidad y las escuelas preparan para las profesiones y oficios con los que nos ganamos la vida y nos realizamos como profesionales.

La educación preuniversitaria nos enseña el oficio de ser hombre, seres humanos cabales, personas, individuos libres, responsables e inteligentes

En primer lugar nos enseña a desarrollar aquellas características que se nos dan mejor, en las que nos sentimos bien, para las que cada individuo está más dotado. Lo que nos gusta hacer. Lo que hacemos con mayor éxito. Lo que configuran nuestro carácter y que forma la base para cumplir con nuestras profesiones. Desarrollo en parte espontáneo y en parte aprendido. Es el desarrollo de la personalidad.

Destacar que la educación está para descubrir y cultivar la riqueza individual de cada persona es muy importante. Es un fin clave de la educación.

Toda criatura viviente es una fuerza creativa y única en sí misma.

La educación debe facilitar el despliegue de nuestro verdadero ser antes que fomentar el cumplimiento ciego y sumiso de mandatos ajenos.

Todos nacemos llenos de vitalidad, con capacidad intacta para sentir y vivenciar y con dones que sólo esperan salir a la luz en un clima de respeto, protección y cuidado.

Una educación que entienda que cada estudiante tiene su propio proceso de crecimiento, que respete su genuina personalidad, y le proporcione un clima sereno de ternura, que crea ciegamente en sus maravillosas posibilidades, que potencie su libertad interior, que le brinde la forma de desarrollar sus potencialidades, que esté a su lado, sin manipulaciones, para acompañarle en todo momento, esto es lo que cuenta.

Por otro lado la Educación debe servir para desarrollar aquellas cualidades básicas que son comunes a todos los hombres. Nos enseña a ser libres, a ser responsables y a utilizar nuestra inteligencia, que son las cualidades que nos realizan como seres humanos. Es el desarrollo de la persona.

Al final, el talento particular es la coronación del talento básico. Llevar al niño a conquistar su libertad y saber usar de su inteligencia es el fin primordial de la educación. Sobre este objetivo se edifica el objetivo de realizar su individualidad.

Porque, a fin de cuentas, no somos empresarios para ganar dinero, ni somos poetas para que nos den un premio nobel, ni futbolistas para que nos admiren. Somos todo eso para llegar a ser verdaderos hombres, personas libres, inteligentes y responsables. No nacemos para ser poetas. Más bien somos poetas para ser personas.

Hay una riqueza primigenia, un talento fundamental, que es común a todos los seres humanos, que es la libertad y la inteligencia de la que resulta la responsabilidad. La libertad y la inteligencia son caras de la misma moneda. Se nos dio la inteligencia para que pudiéramos tener libertad. Esto constituye la mayor riqueza del hombre.

La educación debe formarnos y capacitarnos para experimentar la vida como seres humanos confiados, libres e íntegros y no ser un acoso a nuestra vitalidad. Para vivir con esplendor, gozo y paz. La labor más profunda del ser humano es la de vivir la vida plenamente. Vivir la vida con gracia y significado. El vivir es, en sí, el más alto valor. Estar completamente vivo consiste en cultivar la máxima atención a la experiencia del momento.

El mundo es un fabuloso tapiz a medio hacer y sólo yo puedo llenar mi pequeña parcela.

En otras palabras, a la escuela se va a completar el esfuerzo de la familia para preparar seres humanos que sepan vivir su vida, que aprendan a ser autónomos, a no ser rehenes de nada ni de nadie, a ser productivos, a entender que no están solos en el mundo, a distinguir lo que les hace bien y lo que les hace daño, a disfrutar la vida, a ser verdaderamente felices. A eso se va a la escuela.

No podemos perdernos. Busquemos para nuestros hijos un colegio que le ayude a aprender a vivir su vida, a ser felices y a no ser una carga para nadie. Usted lo puede encontrar, porque hay muchos. Y cuando lo encuentre no le dé mente a nada más. Y siéntese, relajado, a ver cómo su hijo disfruta de la vida y disfrute usted de la vida con él.

No prive usted en hiperpapá o en hipermamá. No coja prestado para pagar un colegio carísimo. Hay colegios carísimos que son excelentes. Pero hay también colegios que no son tan caros y son muy buenos. No se sienta obligado a poner a su hijo en inglés, fútbol, natación, esgrima, karate, francés, chino, y muchísimas cosas más. No tenemos que educar un hijo perfecto. Eso no existe, Porque sería muy dañino. Sino criar personas. Educar personas, que es lo que necesitamos, no seres perfectos.

Todo es muy sencillo. Inglés, aire acondicionado, pizarras inteligentes, metodologías son importantes. Pero no lo decisivo.

Un edifico suntuoso, salones decorados, enseñar globisch, celebrar Halooween, ser campeones de futball, tener artistas famosos en la fiesta de graduación no hacen un colegio bueno.

Un colegio bueno lo hacen un equipo de educadores con principios muy claros y un amor exultante y sin fronteras por la vida, por su oficio de maestros y por sus alumnos.

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