Durante la niñez los niños se pelean, en muchas ocasiones se enfadan e incluso se llegan a insultar. No se trata de que esas conductas queden impunes o que no tengan consecuencias, pero tampoco se pueden confundir con el bullying. Para hablar de bullying, tiene que haber un acoso continuado en el tiempo de un niño hacia otro. No se trata de una pelea puntual, normalmente, el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente.
Detectar si el niño sufre bullying
El bullying puede ser sexual, cuando existe un asedio, inducción y abuso sexual; puede tratarse de una exclusión social cuando se ignora, se aísla y se excluye al otro; puede ser psicológico, cuando existe una persecución, intimidación, tiranía, chantaje, manipulación y amenazas al otro; y puede ser físico, cuando se golpea, empuja o se organiza una paliza al acosado.
El acoso escolar tiene como escenario los centros educativos. Como se trata, en su mayoría, de un acoso invisible para los adultos, los profesores difícilmente tendrán conocimiento de lo que está sucediendo a través de los padres. El agresor acosa a la víctima en los baños, en los pasillos, en el comedor, en el patio, reservando sus acciones durante la ausencia de mayores. En algunos casos, el acoso sobrepasa las paredes del colegio, pasando a ser telefónico e incluso por correo electrónico.
Es importante que los padres mantengan siempre una comunicación abierta y positiva con sus hijos, y con el colegio, de esta forma, conseguiremos que los niños se sientan más seguros y puedan contar a sus adultos de referencia lo que les está pasando.
No obstante, conviene que estemos atentos si detectamos algunas señales en el niño:
1. Cambios en su comportamiento.
2. Cambios de humor, tristeza o irritabilidad.
3. Trastorno en el sueño. Que le cuesta más dormir y suele tener pesadillas.
4. Cambios en los hábitos alimentarios: comen compulsivamente, o les falta el apetito
5. Presentan síntomas psicosomáticos. Frecuentemente tienen dolores de tipo somático como dolor de cabeza o de tripa sin una causa orgánica que lo justifique.
6. Presentan señales físicas. Vigilemos en el caso de que aparezca de forma frecuente con golpes, o rasguños y diga que se ha caído.
7. Rechazo continuado al colegio. Cuando verbalice que no quiere ir al colegio, una y otra vez, especialmente en las tardes de los domingos.
8. Presenta problemas para relacionarse y se aísla. El niño protesta para no acudir a las excursiones o visitas culturales, no quiere relacionarse con sus compañeros y quiere ir acompañado a la entrada y a la salida del colegio.
9. Cambios en su rendimiento escolar. El niño puede empezar a desinteresarse por los estudios. Le faltará no solo interés como también concentración y atención.
Actitud de los padres frente al acoso escolar de su hijo
Si hemos detectado que nuestro hijo es víctima de acoso, lo primero de todo es no culpabilizarle ni a él ni a nosotros mismos, eso no implica ser peores padres. Es importante que el niño se sienta seguro y confiado en su casa, que haya un buen clima de confianza donde pueda desahogarse y contar que le pasa.
Otro paso fundamental será hablar con el colegio, en ocasiones pueden ignorar lo que ocurre porque las agresiones se llevan a cabo en ausencia del adulto.
Es importante que el niño cuente con habilidades sociales y con recursos, no solo enfocados a defenderse, sino a mostrarse más seguro. Que aprenda a ser asertivo, a ser capaz de decir lo que el quiere, lo que el piensa, sin imponérselo a los demás, y sabiendo que su opinión es tan válida como la de los demás.
Que aprenda a ignorar al agresor, que no le demuestre que le afecta llorando o enfadándose, sino que le pueda responder con tranquilidad y firmeza, diciéndole por ejemplo: “No, eso es sólo lo que tú piensas”.
Que sepa que no está solo y que siempre puede pedir ayuda.
Fuente: guiainfantil.com