Glenny Mateo
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El siglo XXI nos encontró en un mundo mecanizado y con unos niveles de avances tecnológicos insospechados. Todo ha cambiado y evolucionado y la Educación no es la excepción.
Sin embargo, pese a los avances por los que el mundo está atravesando, la figura del maestro sigue siendo, hoy por hoy, de vital importancia para la puesta en marcha de estos cambios, así como la transformación de las sociedades. El maestro sigue siendo, y así será siempre, un elemento cuyo compromiso y responsabilidad trasciende el tiempo y el espacio y tiene el poder, junto a las familias de hacer que se transforme o colapse la sociedad, de ahí la importancia que tiene para las presentes y futuras generaciones.
El maestro vocacionado es un profesional que, más allá de la técnica o ciencia que imparte, siente algo así como “un llamado divino” a generar impacto en la sociedad y construir un mejor mundo, un mejor futuro. Es, en otras palabras, un promotor constante de la esperanza.
Los cambios sociales, científicos y culturales que experimenta el mundo de hoy, cada vez exigen más de un maestro a la vanguardia de la tecnología y del conocimiento científico, pero que no deje de lado la parte humana y afectiva que son las que le dan sentido a nuestro paso por esta tierra y que muchas veces, por lo acelerado de los tiempos, se obvia o se da por sentado.
La responsabilidad del maestro en el mundo de hoy, va más allá de la simple transmisión de información, pues este tiene el compromiso ético y la doble función de formar a los ciudadanos que queremos de forma holística, además de que descansa sobre sus hombros la difícil tarea de compensar las carencias emocionales y afectivas que padecen los estudiantes que tenemos en las aulas, quienes, paradójicamente están más conectados tecnológicamente, pero más distantes a nivel afectivo.
Por esto, se hace imperativo que el maestro del Siglo XXI posea una serie de cualidades que potencien su ministerio que es el de educar y acompañar a los niños y jóvenes en sus trayecto por la escolarización y la vida. Cualidades que sin dudas permitirán que su labor tenga mayor alcance en la sociedad. Estas son solo unas pocas:
- Amar profundamente a sus alumnos.
- Hacer uso de la palabra solo para construir, alentar y animar; nunca para herir o lastimar.
- Creer en las futuras generaciones.
- Poseer un amplio sentido del deber y de responsabilidad.
- Tener buen sentido del humor.
- Ser un buscador incansable de la verdad.
- Lograr que cada alumno alcance su máximo potencial.
- Ser justo.
- Ser respetuoso.
- Tener la chispa del optimismo ante la adversidad.
- Cultivar continuamente el espíritu.
- Aprender continuamente.
Finalmente, en el maestro descansa una gran responsabilidad y compromiso ético de construir el futuro del mundo que queremos legar a las siguientes generaciones, pero para ello es preciso el trabajo conjunto de la mutual Escuela-Familia y como sociedad reivindicar la imagen de los educadores ante nuestros hijos, porque no es posible aprender de quien no se respeta o no se valora. Esto último, es lo que diferencia a las sociedades orientales de las occidentales, quienes han asumido desde la cultura el respeto y valoración del educador. ¡Feliz día del maestro dominicano!