En casa la mayoría de los niños no cuenta con una rutina de orden y limpieza como la que tienen en la escuela. Es necesario integrarla a la vida familiar para lograr que los pequeños mantengan organizados sus juguetes, ropa, pinturas, etcétera. Esta disposición, como la mayoría de las cosas que aprenden a esta edad, es cuestión de rutina.
Paqui Díaz, profesora de educación infantil, sabe lo que es instaurar el hábito del orden, «sin éste, la clase no podría funcionar jamás», reconoce. Es lo primero en lo que se enfoca cuando los niños entran al colegio a los tres años de edad. Poco a poco, una a una, se van estableciendo las rutinas que hacen posible que 25 personas juguetonas convivan tantas horas en un espacio reducido y que, al marcharse a casa, todo quede tal como lo encontraron en la mañana al llegar al colegio.
No es lo mismo hacerse cargo de la ropa, juguetes y objetos personales de un niño que de 25. «Los pequeños se adaptan a lo que se espera de ellos. Si esperas poco, dan poco, si esperas mucho, dan mucho», afirma.
Hacerse cargo de sí mismos, también es hacerse cargo de sus objetos personales, de los juguetes con los que juega y que, con relativa facilidad, sueles encontrar desperdigados por los rincones. Ésta es, sin duda, la parte que a veces más trabajo cuesta. ¿Qué puedes hacer para que mantengan en orden sus cosas?
- Ritualizar el orden: «Recoger, ordenar cada cosa en su lugar», es la canción que cantan en la clase de Maya cuando terminan de usar el material. Y todos, como movidos por un resorte, comienzan a guardar lo que han usado. La canción se convierte en un símbolo, el comienzo de un ritual (de recoger) y el final de otro (de jugar). A esta edad las canciones son un recurso sensacional para marcar el principio o el fin de algo y poner a los niños en acción.
- Cada cosa en su lugar, como dice la canción, y un lugar para cada cosa. El orden es cuestión de espacio. Hay que tener claro dónde va cada objeto y enseñárselo al niño. Entre menos cajas y cajones tenga para organizar, será mejor.
- Necesita un comienzo y un final claros a la hora de jugar. Puedes fijar momentos específicos a lo largo del día. Por ejemplo, pactar con él que antes de salir al parque, van a asegurarse de que todos los juguetes estén en su lugar.
Errores
- Convertir al niño en observador pasivo: en vez de meter el sándwich en su lonchera mientras él mira, debes cederle a él la responsabilidad, por ejemplo, dejando sobre la mesa su lunch y permitiendo que él sea quien lo guarde.
- Pensar que el grito de «A recogeeeeer», desde la cocina, es suficiente. No hay que creer que por acompañarlo un día podrá guardar sus cosas solo en adelante.
- Instaurar un hábito implica una importante inversión de tiempo. Al principio, tienes que saber que eso que tú recoges en un abrir y cerrar de ojos te puede llevar cinco veces más de tiempo con ellos.
- Constancia, es decir, que siempre sea igual: después de sacar sus juguetes, se tienen que guardar al terminar de utilizarlos. Éste es un punto en el que muchas veces se flaquea, pues si tienes prisa preferirás recogerlos y acabar en un dos por tres, en lugar de que se cumpla la rutina.