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Un buen maestro sueña

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Manu Velasco Rodríguez

En ocasiones, cuando observo a mis alumnos trabajar en el aula sonrío satisfecho, orgulloso, alegre… Imagino lo que serán de mayores. Pero hoy he mirado mi aula con sus pupitres y su pizarra y me he preguntado qué será de ella, de la educación en un futuro. Y he soñado, he soñado despierto. Y, como en todo sueño, la fantasía ha cobrado protagonismo y me ha hecho sonreír ante mi utopía.

Como Martin Luther King, tengo un sueño. He soñado con unas clases sin paredes opacas, sin pupitres fijos, sin disposición ordenada. He soñado con unos materiales vistosos, atractivos, digitales y analógicos y ¿por qué no?, naturales también. He soñado con clases fuera del aula: en la vida, en la naturaleza, en el tren, en el museo. He soñado con profesores motivados, formados, en constante investigación para la mejora de sus clases. He soñado con una ley educativa producto de un pacto, en cuya elaboración hayan sido fundamentales las voces de docentes, familias y alumnos. He soñado con un respeto hacia nuestra profesión y con una consideración social de la misma.

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Y he abierto los ojos a mi clase. Sin paredes de cristal, pero abierta; sin mobiliario de diseño, pero flexible; sin excesivos materiales, pero bien usados. Y he visto compañeros motivados y formados que buscan la mejora de su práctica y que motivan a su alumnado. Y he encontrado a familias que valoran nuestra profesión y nuestra labor.

Así que me he dicho: “no vamos por mal camino, todo se andará”. Aunque no hay que olvidarse de que el futuro está empezando ya y todo depende de nosotros. Así que confío en que mi sueño poco a poco se haga realidad en cada aula de nuestro país, en cada uno de nosotros.

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Los sueños comienzan a hacerse realidad soñando. Pero con soñar no basta, debemos pasar a la acción y preguntarnos qué podemos hacer para que la educación consiga lo que todos esperamos de ella: crear un mundo mejor.

Podríamos hacer muchas cosas, pero si nos centráramos en las siguientes, nuestro sueño podría dejar de ser una utopía:

  • – Caminar juntos. Los pasos que damos como comunidad educativa son pasos de gigante en comparación con los pasos que podemos dar de manera individual.
  • – Valorar siempre a la persona por encima de los contenidos curriculares, exámenes, programaciones y calificaciones. Procurando siempre su desarrollo intelectual, emocional, social, físico y moral.
  • – Analizar el pasado, presente y futuro de la sociedad para ayudar al alumnado a proyectarse de manera adecuada en ella.
  • – Comprender que igual o más importante que la memorización es aprender a filtrar, analizar, criticar, asimilar y utilizar la información.
  • – Tener en cuenta que el aprendizaje puede darse tanto dentro de la escuela como fuera y que debemos potenciarlo.
  • – No olvidarnos de los elementos básicos de toda renovación metodológica: el interés del alumnado, los contenidos significativos y el fomento de la práctica y la experiencia.
  • – Eliminar la rigidez en la organización de materias y contenidos, así como acabar con el protagonismo de la evaluación para devolvérselo al aprendizaje.
  • – Reflexionar sobre el sentido y la cantidad de tareas y deberes.
  • – Modificar aquellos aspectos que sustentan todo centro educativo: el espacio y el tiempo. Resulta que mientras nuestro entorno ha cambiado sin cesar, estos dos elementos se mantienen inmóviles desde hace décadas.
  • – Establecer acciones para que las brechas digitales se reduzcan y para que los alumnos no se conviertan en meros espectadores y consumidores pasivos de información y productos.
  • ¡Soñemos y actuemos! Porque en la educación se encuentra la solución a los problemas sociales, éticos, políticos y ambientales que padece el mundo.

Fuente: el blog de Manu Velasco

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