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No por gritar, te escucharán más ni te oirán mejor

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¿Recuerdas cuando de pequeños nos solían gritar por casi todo? Había una extraña creencia popular, muy arraigada por cierto, que asociaba la autoridad materna o paterna a los gritos. Seguramente esos gritos y amenazas nos lograban asustar a corto plazo, pero, ¿y luego? ¿no volvíamos a reincidir sólo por esto? ¿No habría sido mejor utilizar otra vía que nos acercara más a nuestros padres?

Con el tiempo, y gracias a que ahora los padres se preocupan más por tener formación emocional para criar a sus hijos, esto ha empezado a cambiar.

Aún voy por la calle, o en el metro y en el autobús, y escucho la típica frase a gritos que una madre o padre lanza a su hijo pequeño:

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-¡Deja eso! ¡Te voy a dar! ¡Te mato, eh?!

A simple vista, parece una frase hecha sin más. Pero la realidad esconde algo que puede condicionar enormemente a los niños, sobre todo si esto se repite en el tiempo y espacio, como una constante en su vida. Un emisor de normas, que además es su padre o tutor, amenazándole y gritándole repetidamente, hará de él alguien inseguro, mientras que si le dice las cosas con otro talante, más cordial, maduro, sin tener por qué ser ‘blando’, logrará el efecto contrario. El niño verá al padre accesible, y seguramente confiará mucho más en él.

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¿Dónde está, se preguntarán muchos de ustedes, el matiz para demostrar autoridad a los hijos, y que no te vean a la vez como un ogro al que desean evitar? ¿Cómo ser su padre  y comunicarte con él, sin que te vea como a un amigo más?

Es muy difícil. Los psicólogos y pedagogos suelen apostar por estas armas: comunicación, siempre, sin excusas, de tiempo o pereza. Debe fluir el diálogo, también la naturalidad. Evitar eufemismos, pero tampoco ser cruel al usar ciertas palabras o expresar algunas ideas. Deshechar los gritos y amenazas, y mostrarse firme y serio, pero dialogador y disponible. Uf…demasiado te pido ¿eh?

Fuente: Blog de Fátima A./padres.facilisimo.co

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