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Lucía se suicidó por acoso escolar: “Mamá, no puedo más”

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Lucía, la niña de 13 años que se suicidó el martes de la semana pasada en Murcia, España,  tras sufrir acoso escolar, tenía pánico a salir de casa ante la posibilidad de encontrarse con los compañeros que la hostigaban en clase. Lo cuentan su madre, María Peligros Menárguez, y su padre adoptivo, Joaquín García, que aseguran que los presuntos agresores «son vecinos del barrio».

Joaquín García cuenta emocionado que la niña «no bajaba al jardín a reunirse con los demás chiquillos desde mayo y no podía ir sola por las calles». «Incluso cuando iba con su madre por el pueblo, le agarraba fuerte de la mano por temor a verlos».

Lucía era una adolescente normal, amante de la cultura manga, y no se perdía ningún salón del cómic que se celebrara en Murcia. De mayor quería ser youtuber y trabajar en algo relacionado con las redes sociales. Quedaba con sus amigas en el centro de Murcia, a unos seis kilómetros de su vivienda familiar en la pedanía de Aljucer. La llevaban sus padres en coche. «Las dos chiquillas más cercanas venían siempre a casa, o ella iba a la suya», señala María Peligros Menárguez. La tarde del pasado día 10, llamó a la puerta de la habitación de su hija. Al no obtener respuesta, abrió y se la encontró ahorcada.

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Lucía comenzó a sufrir acoso a los 10 años, cuando estaba en Primaria. Los padres no le dieron importancia pensando que era cosa de críos. De adolescente comenzó un tratamiento psicológico en 2015, tras un episodio detectado por la madre. «Un día, al meter el bocadillo en su mochila, vi que tenía los de toda la semana y le dije que, al regresar del colegio, hablaríamos de eso», comenta la madre. Esa misma mañana, María Peligros Menárguez descubrió el relato angustioso del diario de su hija. Lucía había escrito que se encontraba sola, que estaba harta de ser la gorda. Estaba hundida.

La pesadilla del instituto

Cada mañana, el viaje en el autobús al antiguo instituto se convertía para la niña en una pesadilla porque se metían con ella durante todo el trayecto. La insultaban. La empujaban. «Quién se va a sentar con la gorda» era el saludo habitual, según les relató Lucía a sus padres.

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Fue un domingo del pasado mes de mayo cuando todo explotó. «’Mamá, no puedo más’, me dijo Lucía entre lágrimas», afirma la madre, denunciando el «maltrato constante» al que le sometían «algunos compañeros» metiéndose con su aspecto, «llamándola gorda, fea, incluso con agresiones y empujones».

A pesar de toda la presión soportada, el rendimiento escolar fue bueno en todo momento. Lucía siempre había tenido un comportamiento ejemplar en clase. «Era una niña estudiosa, con buenas notas, pero tuvo la mala suerte de tener unos compañeros conflictivos que se metieron con ella desde la escuela hasta el instituto, hasta que no pudo más», manifiesta la madre.

Habló con uno de los profesores, que le describió la mala suerte de su hija al tocarle en el grupo de la Escuela Secundaria Obligatoria  más conflictivo del instituto. «Se quedó aislada de sus amigas, que iban a otro aula, y fue terrible para ella», lamenta. Varios profesores indicaron entonces a los progenitores que se debía cambiar a la chiquilla de aula, pero no se hizo.

Los padres de Lucía se sintieron desamparados desde el primer instante. «Fuimos a pedir ayuda a su instituto, el Ingeniero de la Cierva, en Patiño, y nos dijeron que ya se había activado el protocolo de protección contra el acoso escolar… Pero no funcionó», denuncia Joaquín García. «Fui yo quien tuvo que solicitar el traslado al instituto Francisco Cascales, situado en el centro de Murcia, a través de la Inspección y con un informe psicológico. Me dijeron que me buscara la vida, que lo hiciera a título particular, que ellos habían hecho lo correcto y que no se contemplaba el cambio de escuela».

La Inspección Educativa no tenía conocimiento de los hechos cuando le trasladaron las quejas en persona, según afirman los padres, pero sí actuó para facilitar el cambio de instituto. Y eso pese a que los presuntos responsables del acoso también se habían metido con otros compañeros de clase, se quejan.

Revisar el protocolo

Los padres de Lucía confían en que la Policía actúe. Que se sepa qué ha fallado. Saben que los presuntos implicados son también menores de edad. Lo que sí piden a la Consejería de Educación es que «revise el protocolo, porque está claro que no funciona». Temen que ocurra un caso similar.

Joaquín García tiene otra hija mayor que reside en Barcelona. Laura y Lucía eran buenas amigas. La pequeña visitó a su hermana hace poco tiempo y quería volver en breve a la capital catalana. Incluso barajaba la posibilidad de iniciar en el futuro una nueva vida allí para alejarse de su realidad.

Sus padres no pudieron imaginarse que la nota encontrada por una limpiadora el 21 de diciembre, cuando comenzaron las vacaciones de Navidad en el nuevo instituto, era una carta desgarradora de despedida que finalizaba diciendo: «Si queréis verme, tendréis que visitar mi tumba».

Fuente: El Mundo

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