Magdalena Martínez
Oficialmente, los niños de Uruguay no tienen Reyes Magos desde 1919, cuando el país pasó a tener uno de los pocos calendarios laicos del mundo después de separar la Iglesia del Estado dos años antes. Pero este 6 de enero por la mañana habrá miles de regalos en todas las casas y será un día festivo, aunque, eso sí, con el nombre de Día del Niño.
Con la Epifanía, terminará para los católicos uruguayos un tiempo de Navidad especial, en el que alentados por la jerarquía eclesiástica trataron de reivindicar el origen religioso de las fiestas en el país más secularizado de América Latina. El 38% de los uruguayos declara no practicar ninguna religión y los católicos rondan el 41% de la población, una de las cifras más bajas de la región.
Encabezados por el cardenal Daniel Sturla, nombrado por el papa Francisco, la Iglesia ha lanzado una “nueva evangelización” de Uruguay que apunta a una parte de ese 38% de no confesionales, entre los cuales hay un grupo importante de personas que creen en la existencia de Dios. Y uno de los principales caballos de batalla de la Iglesia está en el calendario diseñado en 1919 por una élite liberal y antieclesiástica que después de una batalla campal en el Parlamento logró lo que no consiguieron ni los revolucionarios franceses y los soviéticos: sacar la religión del correr de los meses.
Hábilmente, los festivos católicos fueron mantenidos, pero con nombres diferentes. Así, en Navidad se celebra el Día de la Familia, la Semana Santa se llama Semana de Turismo y la fiesta de la Inmaculada, el Día de las Playas.
Las cosas son así desde hace casi 100 años, pero la Iglesia quiere recuperar la verdadera identidad de esos días de fiesta. Durante la Navidad los creyentes fueron llamados a poner en imágenes de la natividad en sus balcones, las iglesias debieron abrir al menos cuatro horas diarias, se organizaron rezos y reuniones. En entrevistas, desde el púlpito, en la calle, el cardenal Sturla denunció la imposición del modelo laico: “Lo católico hace saltar un resorte que sorprende por lo virulento, que no tiene que ver con la laicidad, sino con ese laicismo secularizador de hace 100 años”.
Víctor Rodríguez Otheguy, de la Asociación de Libre Pensadores de Uruguay, considera que el llamamiento a una nueva evangelización es una tendencia mundial y un mandato del nuevo Papa. “Nada impide que los credos realicen actividades proselitistas y que busquen la conquista de fieles, eso está amparado por la Constitución, que garantiza la libertad de culto”, asegura Otheguy, que advierte sin embargo contra la intención de la Iglesia católica de volver a introducir la enseñanza de la religión (y el catecismo) en el sistema público.
Durante 2016, Sturla fracasó en su intento de colocar una estatua de la virgen en la Rambla de Montevideo, el paseo marítimo de 22 kilómetros que recorre la capital y es su principal emblema. La rambla no tiene ningún símbolo católico en su largo recorrido, en el que sí se encuentran estatuas de la diosa Yemanyá o del pensador chino Confucio. Pero el bando laicista, presente tanto en la izquierda como en la derecha, cerró filas, y los católicos uruguayos se quedaron sin su virgen. Los Reyes Magos siguen sin pasar por Uruguay, aunque sí los regalos para los niños.
Oficialmente, los niños uruguayos no tienen Reyes Magos desde 1919, cuando el país pasó a tener uno de los pocos calendarios laicos del mundo después de separar la Iglesia del Estado dos años antes. Pero este 6 de enero por la mañana habrá miles de regalos en todas las casas y será un día festivo, aunque, eso sí, con el nombre de Día del Niño.
Con la Epifanía, terminará para los católicos uruguayos un tiempo de Navidad especial, en el que alentados por la jerarquía eclesiástica trataron de reivindicar el origen religioso de las fiestas en el país más secularizado de América Latina. El 38% de los uruguayos declara no practicar ninguna religión y los católicos rondan el 41% de la población, una de las cifras más bajas de la región.
Encabezados por el cardenal Daniel Sturla, nombrado por el papa Francisco, la Iglesia ha lanzado una “nueva evangelización” de Uruguay que apunta a una parte de ese 38% de no confesionales, entre los cuales hay un grupo importante de personas que creen en la existencia de Dios. Y uno de los principales caballos de batalla de la Iglesia está en el calendario diseñado en 1919 por una élite liberal y antieclesiástica que después de una batalla campal en el Parlamento logró lo que no consiguieron ni los revolucionarios franceses y los soviéticos: sacar la religión del correr de los meses.
Hábilmente, los festivos católicos fueron mantenidos, pero con nombres diferentes. Así, en Navidad se celebra el Día de la Familia, la Semana Santa se llama Semana de Turismo y la fiesta de la Inmaculada, el Día de las Playas.
Las cosas son así desde hace casi 100 años, pero la Iglesia quiere recuperar la verdadera identidad de esos días de fiesta. Durante la Navidad los creyentes fueron llamados a poner en imágenes de la natividad en sus balcones, las iglesias debieron abrir al menos cuatro horas diarias, se organizaron rezos y reuniones. En entrevistas, desde el púlpito, en la calle, el cardenal Sturla denunció la imposición del modelo laico: “Lo católico hace saltar un resorte que sorprende por lo virulento, que no tiene que ver con la laicidad, sino con ese laicismo secularizador de hace 100 años”.
Víctor Rodríguez Otheguy, de la Asociación de Libre Pensadores de Uruguay, considera que el llamamiento a una nueva evangelización es una tendencia mundial y un mandato del nuevo Papa. “Nada impide que los credos realicen actividades proselitistas y que busquen la conquista de fieles, eso está amparado por la Constitución, que garantiza la libertad de culto”, asegura Otheguy, que advierte sin embargo contra la intención de la Iglesia católica de volver a introducir la enseñanza de la religión (y el catecismo) en el sistema público.
Durante 2016, Sturla fracasó en su intento de colocar una estatua de la virgen en la Rambla de Montevideo, el paseo marítimo de 22 kilómetros que recorre la capital y es su principal emblema. La rambla no tiene ningún símbolo católico en su largo recorrido, en el que sí se encuentran estatuas de la diosa Yemanyá o del pensador chino Confucio. Pero el bando laicista, presente tanto en la izquierda como en la derecha, cerró filas, y los católicos uruguayos se quedaron sin su virgen. Los Reyes Magos siguen sin pasar por Uruguay, aunque sí los regalos para los niños.
Fuente: elpais.com