Rocío López
Hablar en público resulta, para la mayoría de adultos y niños, una actividad desagradable. Nuestro pulso se acelera, la respiración se entrecorta, las manos nos tiemblan… Las emociones tienden a jugarnos una mala pasada en esta situación.
Esto es debido a que, por lo general, ponemos poco en práctica esta habilidad hasta que la necesitamos, que es ya de adultos. No obstante no hay que preocuparse, ¡las noticias son buenas! Es una competencia que se puede (y se debe trabajar) ya desde la escuela y además es posible hacerlo con trucos y consejos sencillos que no requieren ninguna preparación.
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Foto tomada de 3.0
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Eso sí, hay que tener en cuenta que para las actividades que explicaremos a continuación el clima en el aula ha de ser relajado, y el alumno ha de sentirse cómodo. No se aprende a hablar en público de un día para otro y, por supuesto, la dedicación y la paciencia son buenas virtudes para conseguirlo. Además, aquel niño que presenta dificultades para expresarse delante de sus compañeros o profesores por timidez o vergüenza no puede dar el paso repentino de debatir delante de un auditorio lleno. Ha de pasar primero por pequeños retos intermedios, es la única manera sana y ajustada a sus necesidades. Por esto, las actividades que propongamos en clase han de incrementar paulatinamente el ratio de alcance de la voz de nuestros alumnos y adecuarse al ritmo de aprendizaje de cada uno.
Ahora sí, prepara tu voz, deja a un lado tu vergüenza y… ¡a hablar! Estos juegos podrás llevarlos a cabo en el aula de ciclo superior de Primaria y la ESO.
El discurso del rey
Los jugadores, en grupos de 7 personas, se colocarán en círculo y uno de ellos empezará la ronda a modo de pregonero diciendo en voz alta “El rey manda que…”. El siguiente le contestará completando la frase: “Los lunes se coman siempre patatas fritas”, por ejemplo.
El turno pasará al siguiente jugador teniendo en cuenta las agujas del reloj y, entonces, tendrá que repetir lo dicho hasta el momento y añadir un elemento nuevo al discurso. Por ejemplo: “El rey manda que los lunes se coman siempre patatas fritas y los cortesanos vistan con bañador.”
El siguiente jugador repetirá nuevamente la frase completa y añadirá un nuevo ingrediente: “El rey manda que los lunes se coman siempre patatas fritas, los cortesanos vistan con bañador y los sapos lleven vestido”. Así, los turnos irán pasando sucesivamente entre los participante hasta llegar nuevamente al pregonero, el jugador que inició la ronda. Este tendrá que colocarse sobre la mesa, aclarar su garganta, poner pose de paje y, a modo de discurso real, proclamar con voz firme y clara lo que se ha ido repitiendo.
“Lo que no sabías de…”
Los participantes irán caminando por la clase mientras que suena la música y, cuando se detenga, se situarán frente a la persona que se encontraba más cerca. Entonces, deberán responder al oído de este compañero las cuatro preguntas que el docente pronunciará en voz alta.
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Foto tomada de 3.0
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Por ejemplo, podéis escoger entre estas o inventar otras: ¿Cuál es tu color favorito?; explícale a tu compañero un día en que pasaste mucho miedo; dile a tu compañero cómo se llama tu mascota y por qué le pusiste ese nombre; ¿qué película te llevarías siempre a una isla desierta y por qué?; ¿cuál es el sitio más bonito que has visitado de vacaciones?; ¿qué comida detestas?; si pudieses viajar a un sitio ahora mismo, ¿dónde irías?
A partir de las respuestas obtenidas, el compañero tendrá un minuto para explicar al resto de la clase los descubrimientos que ha hecho sobre su amigo. Entonces, podrá hacer una sencilla presentación oral o, si se atreve, inventar un rap, un trabalenguas o una adivinanza.
Lo más importante de esta actividad no es que el alumno realice un discurso muy elaborado; sino que se atreva a situarse frente a la clase, a romper esa barrera, y explicar algo que, al no ser una historia en primera persona, no le debería dar tanta vergüenza.
El pozo de los miedos
Antes de hablar en público, son los miedos y sensaciones negativas florecen en nuestro cuerpo, y es bueno ser consciente para poder gestionarlas y ponerles solución. Durante este ejercicio, pediremos a nuestros alumnos que se sitúen en parejas y escriban en papelitos todas las emociones desagradables que sienten cuando han de salir a hablar frente a alguien.
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Foto tomada de 3.0
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Por ejemplo, pueden poner lo siguiente: “siento que mis manos arden”, “las mejillas me queman”, “noto que me cuesta respirar”, “siento que quiero darme la vuelta”, “pienso que me caeré delante de todos”, “me imagino que tropiezo”, etc. Pueden ser tanto expresiones físicas como pensamientos malos.
A continuación, les diremos que rompan con todas su fuerza esos papeles, los pisen, los arruguen, los destrocen… y los lancen a un pozo imaginario (habremos marcado en el suelo de la clase con tiza una circunferencia) donde caen y ya no pueden salir. Seguidamente, les diremos que cierren los ojos e imaginen que han que hacer una exposición importante. Esta vez la harán genial, tan bien que saldrán muy contentos de ella. Además el público les aplaudirá y sentirán cómo su pecho se llegan de orgullo. Ya nada tiene que ver con los miedos e inseguridades de antes, son una persona nueva.
Me gusta creer que no existen los malos oradores, sino falta de práctica. Así que, ha llegado el momento de poner a raya nuestro pánico escénico y atrevernos a continuar creciendo y aprendiendo, ¿no te parece?
Fuente: educaciontrespuntocero.com