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Por una educación inclusiva

Hainan Reynoso

En 1999 la maestra de Karla Marie percibió que la pequeña de 6 años requería de más tiempo y empeño en su educación, para aprender lo mismo que sus compañeritos, y que además, lo olvidaba en menor tiempo. Lo que su madre, Raisa Melo, hasta entonces asumía como ñoñería pasó a ser una gran preocupación familiar y objeto de estudio por parte de neurólogos y psicólogos. Al término de todos los exámenes  de rigor, estos arrojaron un coeficiente que osciló entre los 70 y 85 puntos, un intelecto que la colocaba por debajo de la inteligencia promedio, pero no tanto como para diagnosticarla con el mal llamado retraso mental.

Este diagnóstico a tiempo determinó que Karla Marie vivía con la condición de capacidad intelectual límite (CIL); una afección en el desarrollo social y cognitivo que se manifiesta desde comienzos de la infancia. Estos problemas  se evidencian en los primeros grados de educación básica, y se caracterizan por un déficit global de las habilidades sociales y de la inteligencia.

La lucha de su madre a partir de ese momento sería encontrar una respuesta educativa adecuada, que integrara en la escuela o colegio común, a una niña con habilidades diferentes.

La Sra.  Melo sucumbió a la búsqueda de un colegio inclusivo, que atendiera las necesidades de aprendizaje de todos los niños, y este  hecho la movió a crear la Fundación Ángeles que Irradian Luz, y que ya cuenta con un Centro en San Pedro de Macorís, donde son reforzados, con técnicas apropiadas, los conocimientos que los niños con CIL de la localidad reciben en sus respetivos centros docentes.

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