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Peluquero y maestro: descuenta US$2.00 a niños lean en voz alta mientras les cortan el pelo

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Ángela Castillo

En mitad de esta selva norteamericana, y porque siempre soñó con contribuir de algún modo al avance de su comunidad, Ryan Griffin impuso en Fuller Cut, la barbería que lleva regentado 20 años, una nueva tarifa: los niños que lean en voz alta un libro mientras se les corta el pelo tendrán un descuento de dos dólares.

Pero no sirve un libro cualquiera. Los títulos que completan la colección de Griffin comparten un rasgo especial. Todos proyectan una imagen positiva de la población de origen africano. “Son libros escritos por y para afroamericanos. Quiero que los pequeños entren en contacto con sus iguales. Que lean sobre personajes que son atletas o astronautas y que partieron del mismo punto que ellos”, explica Griffin a través del correo electrónico: “Mi objetivo es que cuando el cliente abra la novela piense: ‘¡Anda! Este chico tiene la piel y el pelo como yo, y es genial”.

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Los beneficios de esta estrategia moral han sido asombrosos

Gracias a medios de comunicación y redes sociales, este pequeño local de Ypsilanti, una ciudad de Michigan de poco más de 1660 habitantes, ha dado la vuelta al mundo. “La mayoría de las veces, los pequeños aceptan el trato. Se guardan el dinero en el bolsillo, escogen un libro y empiezan a leer en voz alta”, escribe Griffin: “Los padres están encantados y los niños acaban con dos dólares de más para invertirlos en lo que les apetezca”, añade. Los profesores de este barrio obrero con mezcla de diferentes etnias también se han acercado a Fuller Cut para alabar la iniciativa.

Aunque las redes sociales le han prestado atención ahora, lo cierto es que la rebaja llegó a Fuller Cut en el verano del 2015. Fue después de un viaje a Nueva York. El amor por el oficio llevó a Griffin, un afroamericano padre de tres hijos, a una barbería en la que se hacía exactamente lo mismo. Pero sin el matiz racial. “Lo de que los niños lean novelas en voz alta es algo que ocurre en establecimientos de todo el país. Desde Lowa hasta Tejas pasando por Ohio”, señala Griffin: “Puede parecer simplista, pero cuando lo descubrí, este gesto tan minúsculo me golpeó como una roca. Uno debe ser responsable dentro de su comunidad, contribuir al avance de la sociedad en la que convive”, reitera.

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Un año después de su nacimiento, la rebaja de dos dólares a cambio de lectura sigue viva. Algunos de los pequeños ya han devorado todos los títulos y llevan sus propios libros de casa. “No aspiro a mucho más. Me basta con que la gente que pasa por Fuller Cut vaya luego a otros locales y cuente el proyecto. Ojalá se acabe instaurando en todas las peluquerías de Estados Unidos”, afirma Griffin, que reconoce haber visto crecer su número de clientes.

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Un marcapáginas para la siguiente visita

¿Y qué si el niño no quiere o no sabe leer? “Se acepta que alguien mayor les lea mientras se cortan el pelo, también se les descuentan los dos dólares. En caso contrario, pagan la tarifa normal”, responde Griffin, a la vez que reconoce que él de pequeño era disléxico y que no le gustaba nada leer.

Los barberos de Fuller Cut no se limitan a escuchar mientras cortan el pelo. Éstos registran la lectura de los pequeños, apuntan en qué página se marchan a casa, el capítulo que en la próxima visita les toca empezar, les corrigen si se equivocan y les animan a seguir cuando tienen miedo. “Se trata también de que lean obras enteras. De que se enganchen a la lectura. De que descubran qué guay es leer. Sabemos que esto puede tener un gran impacto para ellos”, asegura el responsable de la iniciativa.

Así, según dicen padres y profesores, los niños que pasan por Fuller Cut mejoran su comprensión lectora y pierden el miedo a hablar en público. “Muchos no son capaces de expresarse en voz alta en clase. Sin embargo, aquí sí. Ahorrando dos dólares, los pequeños refuerzan su autoestima y confianza”, sentencia Griffin, el barbero más famoso de Estados Unidos que después de este revuelo se plantea, por qué no, dejar las tijeras y, a sus 44 años, convertirse en escritor. “Cada vez que un niño devora un libro, todos ganamos”.

Fuente:  El Mundo

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