Como padres y madres, pensamos que no siempre lo hacemos bien. Que perdemos la paciencia. Gritamos y actuamos a veces con nuestros hijos de manera que posteriormente nos sentimos mal. Y en nuestro malestar, nos olvidamos de los muchos pequeños detalles amorosos que cada día nos salen de manera espontánea del corazón.
En realidad, se nos da muy bien querer a nuestros hijos. Cuando les escuchamos al salir del colegio, cuando cocinamos con ellos magdalenas o les hacemos cosquillas. Cuando les leemos el cuento o bailamos con ellos se sienten queridos. Cuando les miramos con ternura. Con los gestos más sencillos les llegamos al corazón.
Este vídeo nos muestra que las prioridades y expectativas de hijos y padres no son las mismas. Ellos contemplan lo imperceptible, lo sutil e invisible. Ellos hablan el lenguaje del corazón, por lo que valoran de nosotros aspectos que ni siquiera nosotros valoramos. Claro que cometemos errores pero entre nuestra imperfección también tocamos el alma de nuestros hijos y los llenamos de recuerdos brillantes.
No lo hacemos tan mal, aunque está bien querer mejorar. Pero que nuestras expectativas para ellos y para nosotros no sean tan rígidas que no nos permitan disfrutar de lo que sin verse va construyendo la fina red de los detalles amorosos.
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Elena Roger Gamir
Pedagoga – Solohijos