En las bibliotecas el silencio es el don más preciado. Dentro de nuestras casas son los padres los que intentan que sigamos esta ‘norma social’ establecida: si vas a estudiar, apaga la música.
Desde un desconocimiento podría parecer evidente que escuchar música somete a nuestro cerebro a la multitarea y que hacer dos cosas a la vez dificulta que podamos concentrarnos bien en una de ellas. Pero en esta ocasión los jóvenes tienen razón: la música les ayuda a concentrarse.
Otro de los estudios que subrayan esta teoría es el de la investigadora Teresa Lesiuk, de la Universidad de Windsor en Canadá, tras estudiar el efecto de la música en los trabajadores de una pequeña empresa. Estos terminaban sus tareas más rápido y, además, generaban ideas más originales que los que trabajaban en silencio.
La ciencia está de su lado pero con salvedades: no vale cualquier tipo de música. Según los estudios, los ritmos muy repetitivos no ayudan porque nos adormecen. Tampoco funcionan los ritmos que son muy complejos o sin un ritmo definido. La clave, como en todo es encontrar el punto medio.
El estudio del profesor Morten Kringelbach de la Universidad de Oxford, por ejemplo, no sugiere los ritmos del funk como los de James Brown. Nuestro cerebro se inclina por este estilo musical ya que el ritmo tiene la cadencia perfecta para nuestra concentración: no es muy predecible ni muy caótico.
Ya sabemos qué estilo es el más adecuado pero… ¿por qué nos ayuda a concentrarnos mientras estudiamos?
Al aumentar nuestra felicidad, mejora nuestra concentración y, por tanto, nuestro rendimiento mental. Para poder estudiar hay que estar motivados en la acción que se está realizando. Motivado y feliz. Y ahí está la clave pues al escuchar música nuestro cerebro segrega dopamina y mejora de forma automática e inconsciente nuestra motivación hacia el estudio.
Fuente: Muhimu