Michael Greshko
Hace unos 4,000 años, un desprendimiento de tierra hizo caer peñascos y sedimentos en un valle del río Amarillo. Aquella gran destrucción creó una enorme presa de tierra de unos 200 metros de altura que obstruyó el río durante meses.
Cuando la presa finalmente se rompió y el río Amarillo volvió a fluir, una inundación masiva arrasó los campos, y tal vez cambió el curso de la historia china.
Esto es lo que sugieren los sedimentos y los restos arqueológicos descritos en un nuevo y provocador estudio publicado en Science. Y de estar en lo cierto, las evidencias geológicas confirman una de las leyendas más importantes del país: la gran inundación que preparó el terreno para los Xia, la semi-mítica primera dinastía de China.
“Es tan importante como la historia de la inundación de Noé en el mundo occidental”, afirma Qinglong Wu, de la Universidad de Pekín, China.
Según la leyenda, la antigua China tuvo un extenso paisaje anegado que demoró décadas en volverse habitable, sobre todo gracias a los esfuerzos de un héroe llamado Yu. Debido a su labor, Yu fue recompensado con poder político y terminó por fundar la dinastía Xia.
No obstante, persiste un intenso debate sobre si realmente existió dicha dinastía. La evidencia principal proviene de historias escritas siglos después de su reinado, mas no se han recuperado escritos arqueológicos vinculados concretamente con los Xia.
Si la inundación recién descubierta es realmente la misma que la gran inundación legendaria, ofrece evidencias prometedoras del relato. Para empezar, data de 1920 a.C., periodo que coincide con un momento crítico en la historia china: el inicio de la Edad de Bronce y el comienzo de la cultura de Erlitou, que algunos arqueólogos asocian con la dinastía Xia.
“Si la gran inundación ocurrió en realidad, entonces también es probable que la dinastía Xia también existiera. Las dos están directamente relacionadas”, afirma David Cohen, coautor del estudio de la Universidad Nacional de Taiwán.
Un caudal de evidencias
El hallazgo pone fin a un viaje de nueve años para Wu quien, en 2007, notó la primera evidencia de lainundación después de examinar el Cañón del Jishi, un valle en la parte alta del río Amarillo.
El trabajo de campo y fotos de Google Earth revelaron depósitos amarillentos en el cañón, los cuales parecían residuos lacustres, y eso significaba que el río estuvo bloqueado en alguna época.
Luego, Wu examinó el sitio arqueológico de Lajia, una serie de cavernas a unos 25 kilómetros río abajo, el cual fue destruido por un terremoto. El fechado con radiocarbono de los huesos humanos encontrados allí sugiere que la destrucción ocurrió hace unos 3,900 años.
El sitio de Lajia estaba cubierto por una arena muy distintiva de color negro que en nada se parecía a los sedimentos cercanos; y Wu determinó que los sedimentos debieron ser arrastrados hasta Lajia menos de un año después del terremoto. Además, el análisis reveló que los sedimentos provenían de río arriba, más o menos de las inmediaciones del Cañón del Jishi.
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El Cañón del Jishi, río arriba de la antigua presa creada por el desprendimiento de tierra. Foto: Wu Qinglong.
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Poco después, Wu encontró la prueba definitiva: restos de una presa de tierra que habían caído en el interior del Cañón del Jishi debido a un desprendimiento. Publicó su descubrimiento en 2009, pero solo después de darse cuenta de que la presa natural había sido mucho más grande. Tras reexaminar el área, halló restos adicionales de la presa, los cuales sugerían que fue un coloso de unos 800 metros de ancho, 1.3 kilómetros de largo, y 200 metros de alto.
“Era tan grande como las presas Hoover o Three Gorges –dice Darryl Granger, geólogo de la Universidad Purdue, Estados Unidos y uno de los coautores del estudio-. Imagina el colapso de una presa de ese tamaño”.
Según los cálculos revisados del equipo, cuando la presa cedió, soltó en pocas horas el equivalente a nueve meses de agua acumulada. Y en el punto más intenso de la inundación, corrió por el río el volumen de agua de 160 piscinas olímpicas por segundo.
En Lajia, las aguas de inundación alcanzaron alturas de hasta 40 metros por arriba de las márgenes normales del río. Más aún, el diluvio tal vez cambió el curso del río Amarillo en las tierras bajas que yacían a cientos de kilómetros, provocando las condiciones de anegación que persistirían durante años.
Dada la magnitud sin precedentes de la inundación y sus impactos río abajo, Wu sostiene que este acontecimiento es el diluvio que describe la leyenda.
“Los Xia, la gran inundación, y su control han sido tomados como una verdad durante más de 2,500 años en China –dice Wu-. Ahora, hemos aportado la evidencia científica de la inundación, [lo cual] significa que los otros textos sobre la dinastía Xia debieran ser confiables”.
Persiste el debate
Con todo lo influyente que sin duda fue la inundación en la China antigua, la nueva evidencia no pondrá fin al debate sobre la existencia de la dinastía Xia.
“Es muy importante reconocer que estas evidencias son útiles para entender el curso de la nación china –dice Sarah Allan de Dartmouth College, experta en la China antigua quien no participó en el estudio. No obstante-, suponen que si es revisada y modificada, [la historia de la gran inundación] tendrá un núcleo histórico, y no creo que tal sea el caso, necesariamente”.
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Más esqueletos del sitio de Lajia. El terremoto que mató a los residentes de Lajia pudo haber causado el desprendimiento que creó la presa.Foto: Cai Linha
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Allan y otros eruditos insisten en que la gran inundación debe interpretarse como un mito de creación que dinastías posteriores utilizaron para legitimar sus reinados. En un influyente libro donde explica su teoría, Allan escribe que la dinastía Shang se mitifica en reyes-sol que combaten a los Xia, mientras que la dinastía Zhou utilizó las historias como precedente histórico para justificar la conquista de los Shang.
Si bien celebra que los investigadores hayan identificado la inundación, Allan insiste en que la historicidad de los Xia no se resolverá hasta que emerjan ejemplos de escritos chinos de la era Xia, un problema que no se resuelve con la nueva evidencia de la inundación.
“Argumentan que es historia convertida en mito –dice-. Yo digo que es mito convertido en historia”.
Fuente: National Geographic en Español