Olga Sosa Ramos M.A.
Desde el aula se pueden desarrollar clases atractivas y establecer buenas relaciones que armonicen con los propósitos de la asignatura. Este espacio de socialización favorece que se construyan verdaderos proyectos de vida, siempre que los docentes se sientan comprometidos a colaborar con los estudiantes.
Según plantea Piaget la dimensión afectiva se desarrolla tanto en el interior como exterior de las personas, favoreciendo así el desarrollo moral, que es otra forma de tratar el desarrollo socio-emocional, visto desde lo social. El desarrollo moral posibilita la formación de los valores por lo que Piaget asegura que las grandes etapas del desarrollo, son indisociables del desarrollo de la inteligencia misma; es decir, que no se da el uno sin el otro.
La dimensión social se refiere a las relaciones interpersonales que se dan dentro de un contexto determinado. Esta constituye el conjunto de valores y actitudes que ponen de manifiesto el sujeto en la realización de la acción. Se evidencia en la ética profesional en el apego a la verdad, en el trato con las personas involucradas en la consideración de los derechos ajemos en el uso racional de los recursos, en la protección del medio ambiente.
Según Mejía (2003) Las competencias deben estar presentes en el docente para favorecer procesos interactivos en el aula. La afectividad de un maestro marca la diferencia en la forma que se imparte la materia. Para este estudio las competencias Socio- afectivo se asumen como un conjunto de habilidades y valores tales como: la acogida, la perseverancia, honestidad, beneficencia, respeto y responsabilidad.
El aula como espacio de acogida
La acogida. El primer día de clases una excelente oportunidad para establecer lazos afectivos y posibles compromisos, asumimos la acogida como una competencia Socio-afectiva que debe desarrollar cada maestro en su espacio de trabajo. Esta capacidad para acoger durante el primer encuentro, según los alumnos, no se evidencia, ya que no crearon las bases para motivar. No se toman en cuenta los aprendizajes previos, ni se establece comunicación afectiva entre docente y alumnos. Las clases son mecánicas, denotando una práctica tradicional. La rápida desmotivación no se hace esperar en los alumnos y los maestros siguen el curso de sus programas, sin advertir que este modelo limita y en la mayoría de los casos, anula la oportunidad de establecer lazos fraternales y amigables entre los grupos; situación que llega a ser la causa del retiro de asignaturas, cambio de secciones, y hasta abandono definitivo de la carrera.
Practicar la Perseverancia
La perseverancia es la capacidad que tiene la persona para poder salir adelante en las diversas situaciones que se le presenten sin importar lo difíciles, aburridas o largas que sean. Una persona perseverante por lo tanto persigue sus objetivos con dedicación, además se mantiene centrada en sus objetivos y siempre termina lo que ha comenzado, por lo general son personas con una autoestima alta y que siempre están dispuestas a ayudar. Es importante que el aspirante a profesor vea en su mentor a una persona capaz de salir adelante, tenaz en sus decisiones, fuertes para las adversidades. Sin embargo nuestro alumnos pueden encontrarse con maestros que les hacen sentí que no valen nada y que sus esfuerzos serán en vano. Ser perseverante es tener un estilo de vida positivo, esperar siempre que las cosas van a salir bien y trabajar y esforzarse para ello. Dada la sociedad que tenemos hoy, necesitamos ayudar a sentir a nuestros alumnos (futuros docentes) que vale la pena el esfuerzo y que en sus manos esta producir los cambios que necesita la sociedad del siglo XXI
Modelar la honestidad
Este concepto definido por Vargas, Henry (2011) como valor que está inherente a cada ser humano, parece desaparecer en la medida que el hombre y la mujer se insertan en la sociedad como parte de ella, que se curte en ella. La honestidad en los docentes debe reflejarse en su forma de tratar a los alumnos y alumnas, como por ejemplo siendo justos, sinceros y en la valoración realizada identificando las fallas y fortalezas, para así poder contribuir en la formación de verdaderos profesionales. La honestidad en una sociedad que modela antivalores, se vuelve una utopía a los ojos de muchos, sin embargo soy de las que creo con fe, que si empezamos temprano, legaremos a tiempo. Desde el aula se puede desarrollar el valor de la honestidad desde que entramos a clases y llegamos tarde y les decimos a nuestros alumnos la verdadera razón de nuestra tardanza.
Favorecer al otro en la beneficencia
Decía Platón que ningún “arte” se ejerce para el bien del que lo ejerce. Buscar el bien del otro sería un fin del educador. Un aspecto valorativo de todo profesional que tenga estas competencias, es su preocupación por ejercer bien su trabajo. El valor dado a la tarea de enseñar por parte del docente, debe ser un fin en sí mismo. El docente cuya tarea es enseñar, debe entender este proceso como ayudar a aprender. Enseñar supone a alguien que sabe lo que el otro no sabe, por lo tanto le toca al docente saber lo que enseña y estar al día en los contenidos curriculares que aborda su materia. Favorecer al que quiere aprender y al que quiere y no puede, son retos de la escuela con un enfoque de competencia. Ayudar a los que no pueden y favorecer la socialización basada en el buen trato, es la concreción real del currículo, que plantea la movilización de conceptos, procedimientos y actitudes. Así pues, ser bueno y querer ayudar a los que no pueden, es una tarea que implica vocación por el servicio docente.
Practicar el respeto
El respeto desde la mirada del docente hacia el alumno implica una serie de valoraciones por las condiciones y características de los mismos. Respetares entender la diversidad y permitirla en el aula. Permite reconocer el derecho, los intereses y los sentimientos de los demás. El respeto, visto desde el maestro hacia el alumnado, debe propiciar un ambiente cálido donde cada quien se desarrolle a su ritmo, sin la presión del grupo y del maestro, hacia el logro de las metas. Respetar al estudiante con sus fortalezas, con sus debilidades y comprender su entorno y su historia. El respeto se manifiesta en las actitudes de muchos docentes que ayudan a sus alumnos a construir nuevos conceptos, a descubrir nuevas formas para solucionar problemas y les enseñan a convivir juntos en verdaderos procesos de enseñanza y de aprendizaje. Respetar al alumno es identificar sus debilidades para ayudarlos a convertirlas en fortalezas, sin que esto vaya en desmedro del propio alumno o del docente que le antecedió.
Vivir y trabajar la responsabilidad
La responsabilidad es asumida desde esta visión, como hacer lo que hay que hacer cuando haya que hacerlo. Ser responsable es cumplir con los compromisos asumidos en un momento o entorno social, histórico y cultural. La docencia universitaria nos abre puertas, nos da libertad y nos brinda la oportunidad de cátedras abiertas, sin embargo la responsabilidad del docente con su profesión, con su grupo, con la sociedad, y con el país, no se debe negociar. Ser docente es ser responsable de la formación de futuros profesionales, quienes emularan luego las conductas aprendidas de sus mentores. Ser responsable es modelar en la práctica, el tipo de formadores que queremos. Ser responsable es estar ahí, cuando nuestros alumnos tengan dudas y cuando entran en conflicto con las teorías. Vivir la responsabilidad es un compromiso de todos los que pretendemos enseñar.
CONCLUSIÓN
Siendo el tema de las competencias un eje que permea todas las instituciones y muy especialmente, las educativas, se justifica el valor del trabajo realizado. Identificar las capacidades que cualifican a un profesional, además del formación en su área, es abordar otro aspecto que hasta ahora no se había tomado en cuenta.
En la formación de los nuevos docentes debe responder a los requerimientos de la sociedad y al desarrollo de competencias consideradas como un conjunto de actitudes, valores, conocimiento y habilidades (personales, interpersonales, profesionales y organizaciones) que facultan a las personas para desempeñarse apropiadamente en la vida y el trabajo.
Las competencias Cognitivas facultan al profesional en el conocimiento de las áreas. Es la Capacidad para producir, construir y difundir conocimientos, competencia comunicativa, capacidad para plantear y resolver problemas, capacidad de análisis y síntesis, pensamiento crítico y reflexivo, desarrollo de la creatividad y la innovación, capacidad para adaptarse a los cambios y capacidad para aprender de manera permanente.
Sin embargo, poco podemos lograr en el entorno si estas capacidades no se hacen acompañar de las competencias Socio-afectivas, las cuales están relacionadas con la formación de hombres y mujeres que asumen la práctica sociocultural de manera armónica, abiertos a las diversas manifestaciones culturales y en capacidad de promover los valores sociales que garanticen la solidaridad, convivencia, justicia, igualdad, equidad, tolerancia, respeto y responsabilidad.
Las competencias socio-afectivas además permiten el desarrollo de una escala de valores que fomenten la buena convivencia, y el desempeño de roles conforme a las expectativas profesionales en el marco de las prácticas ético-morales socialmente aceptadas, con responsabilidad e idoneidad y consciente de la importancia de la protección de los recursos renovables, no renovables y del medio ambiente en general.
Los valores que utilizamos en este estudio para identificar la competencia socio-afectiva fueron los siguientes: acogida, perseverancia, honestidad, beneficencia, respeto y responsabilidad.