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El maestro en una escuela inclusiva e incluyente

Asela M. Peguero M.

La unidad básica para adquirir una competencia es la ¨Actitud¨. Ante muchas situaciones de la vida  es   cuestión de tener la capacidad para elegir la actitud adecuada, en el momento oportuno y  ante  la persona indicada.

El oficio de ser maestro  con  el devenir de los tiempos,  se ha ido transformando en una actividad cada vez más compleja, integral, dinámica, desafiante, que demanda unas capacidades, competencias y responsabilidades de lo que somos y  hacemos como país a través de la educación.

Ante  la desaparición de la ¨educación especial¨, recae en los docentes la responsabilidad de educar trayendo y reconociendo  la complejidad del mundo en  aula escolar, en donde confluyen  todas las  situaciones de la vida cotidiana, con la finalidad de aprender de la vida, para la vida, en procura de  una educación con mayor  sentido;  en donde lo que se aprender tenga una aplicación  cotidiana y directa; es decir un uso que dé mayor significatividad.

Con la presencia de ¨todos¨ en el aula, se trata redescubrir que ´todos somos espaciales¨ y bellamente distintos, que en esa diversidad radica la riqueza de ir a la escuela para encontrarnos con los demás y aprender a convivir sin desacreditar, eliminar, o burlarse del diferente, entendiendo que para el otro, el ¨diferente¨ puedo ser yo.

La educación inclusiva es la respuesta más favorable en un mundo que se esfuerza por reconocer los derechos de todos y es la mejor solución para un sistema escolar que debe responder a las necesidades de la mayoría. Sin embargo es importante reconocer que los educadores asumimos un desafío alucinante, que pasa por la responsabilidad de una formación permanente y una profesionalización cada vez más eficiente de los maestros en formación, así como el diseño de un proceso de acompañamiento a los que se van incorporando en el sistema, de forma que puedan afrontar este reto con los recursos personales y profesionales que el mismo requiere.

Para que podamos tener excelentes resultados ante este desafío, los educadores estamos invitados de forma urgente a incluirnos unos a otros, a trabajar de forma colaborativa, para alcanzar los logros deseados. Un maestro que comparte su práctica, que se deja observar por sus compañeros, que planifica de forma trasversal con otras disciplinas, que reconoce sus fortalezas pedagógicas y supera con disciplina y  dedicación sus debilidades, es capaz de mostrar a sus estudiantes que todos juntos aprendemos más y mejor, que cada uno tiene habilidades a desarrollar para hacer del salón de clase, un espacio deseable donde todos somos bienvenidos.

La acogida que la escuela da a  sus estudiantes y la relaciones basadas en igualdad, considerando las peculiaridades de cada uno, posibilita que el centro educativo  no pierda su significatividad como  lugar privilegiado de socialización, donde aprendemos a convivir, valorando las diferencias, poniendo el acento en todo lo que nos une, tendiendo puentes, derribando los muros que nos impiden vernos mutuamente como un mar de posibilidades.

Esta perspectiva no es fácil ni simple, de ahí que el docente dominicano está urgido a situarse en el siglo veintiuno siendo proactivo, multifuncional, propositivo, ingenioso, dispuesto, cálido, comprometido, amigo de la tecnología, del trabajo en equipo, compañero de sus compañeros, solidario y esforzado;  todos requerimientos entre la larga lista de actitudes y habilidades que esperan encontrar padres de familia y estudiantes, que le han confiado la tarea de colaboración en la educación de sus hijos.

Prestemos atención a la diversidad de intereses, capacidades, ritmos y necesidades de aprendizaje de los estudiantes, de esta forma la calidad será el sello y  los resultados hablaran por sí mismos.

La práctica educativa para ser eficiente y efectiva, parte de la realidad del estudiante, ha de tener en cuenta la   interculturalidad, más allá de los prejuicios. La presencia de la diversidad cultural en las aulas de nuestro país es innegable y no se trata solo de ¨tener los niños allí sentados, reconociéndoles un derecho universal¨, sino de estar con ellos y acompañarles a desarrollar desde su originalidad, su máximo potencial.

Una adecuada, ajustada  y buena planificación curricular ha de ser la clave para que la inclusión sea incluyente, convirtiéndose en la expresión evidente de que el maestro comprende la complejidad de su tarea y lo expresa planificando contenidos y actividades diversas que visibilizan la presencia en el aula de las inteligencias múltiples. Como dice García Cedillo ¨La inclusión es la  eliminación de todas las barreras que enfrentan los niños para acceder a una escuela de calidad, de tal manera que las diferencias provocadas por factores culturales, socioeconómicos, de genero e individuales, no se conviertan en fuente de inequidad educativa¨, La educación de calidad, pasa por un maestro de calidad.

Al final entre otros asuntos, la tarea de ser maestro es recordar entre otras cosas, que ¨no se trata de tener derecho a ser iguales, sino de tener igual derecho a ser diferentes¨, por eso, no lo olvides, es cuestión de actitud.

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